DOMINGO XI DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL DOMINGO XI DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

«Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les he dicho que tomará de lo mío y se lo anunciará a ustedes». Jn 16,15.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 16,12-15

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Muchas cosas me quedan por decirles, pero ustedes no las pueden comprender por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, los guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga y les comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo comunicará a ustedes. Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les he dicho que tomará de lo mío y se lo anunciará a ustedes».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«En la Santísima Trinidad se encuentra el origen supremo de todas las cosas, la perfectísima belleza y el muy bienaventurado gozo. El origen supremo, como afirma San Agustín, es Dios Padre, en quien tienen su origen todas las cosas, de quien procede el Hijo y el Espíritu Santo. La belleza perfectísima es el Hijo, la Verdad del Padre que no le es desemejante en ningún punto… El gozo muy bienaventurado, la soberana bondad, es el Espíritu Santo, que es el don del Padre y del Hijo» (San Antonio de Padua).

Hoy celebramos la Solemnidad de la Santísima Trinidad, el hermoso misterio de amor de Dios Padre, de Dios Hijo y de Dios Espíritu Santo. Un misterio que solo es posible mirarlo a la luz de la fe y del amor.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

«El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más fundamental y esencial en la «jerarquía de las verdades de fe”» (Catecismo de la Iglesia Católica, 234).

San Efrén el sirio, en el Himno a la Trinidad, nos dice: «Toma como símbolos el sol para el Padre; para el Hijo, la luz, y para el Espíritu Santo, el calor. Aunque sea un solo ser, es una Trinidad lo que se percibe en él. Captar al inexplicable ¿quién lo puede hacer? … ¡gran misterio y maravilla manifestada!».

La Santísima Trinidad, tres personas un solo Dios, la más excelsa comunidad de amor que se nos revela, precisamente, a través de una de las maravillosas personas que la integran: el Espíritu Santo. Donde está Jesús, está Dios Padre y está el Espíritu Santo; las tres personas son inseparables. Por eso, Jesús dice en Juan 14,23: «Si alguien me ama cumplirá mi palabra, mi Padre lo amará, vendremos a él y haremos morada en él».

El amor trinitario es eterno, y la Santísima Trinidad quiere que nos amemos como esta excelsa comunidad nos ama. A cada instante, se manifiesta la acción plena de la Santísima Trinidad en la humanidad. Dispongamos nuestros corazones para invocar su presencia en nosotros a través del amor. Como lo afirma el padre Roberto Padrós: «El amor todo lo puede, perdona, disimula y sabe esperar el tiempo favorable de la gracia maravillosa. Hoy son muchos los lugares en que se reúnen en el nombre de Jesús por su Espíritu: muchas almas que buscaron y encontraron, llamaron y se les abrió de par en par la puerta de la luz».

Hermanos, meditando el pasaje evangélico de hoy, respondamos: ¿Cómo ejercitamos nuestro amor a la Santísima Trinidad en estos momentos de frialdad y alejamiento religioso de muchas personas? Que las respuestas a esta pregunta sean de utilidad para comprender, con la ayuda del Espíritu Santo, el misterio de amor que encierra la Santísima Trinidad y ejercitarlo a través de nuestros hermanos más necesitados y defendiendo con convicción nuestra fe.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Padre eterno, que has enviado al mundo la Palabra de verdad y el Espíritu de santificación para revelar a los hombres tu misterio admirable, concédenos que, al profesar la fe verdadera, reconozcamos la gloria de la eterna Trinidad y adoremos la Unidad de su majestad omnipotente.

Padre eterno, que todos los hombres, Señor, te confiesen como único Dios en tres personas, y que vivan en la fe, en la esperanza y en el amor.

Padre eterno, Padre de todos los vivientes, tú que vives y reinas con el Hijo y el Espíritu Santo, recibe a nuestros hermanos difuntos en tu reino.

Madre Santísima, Madre del Amor hermoso, Esposa virginal del Espíritu Santo, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a la Santísima Trinidad con una homilía de San Simón, el Nuevo teólogo:

«La llave del conocimiento no es otra cosa que la gracia del Espíritu Santo. Se da por la fe. Por la iluminación, produce realmente el conocimiento y hasta el conocimiento pleno. Despierta nuestro espíritu encerrado y oscurecido, a menudo con parábolas y símbolos, pero también con afirmaciones más claras… hechas atenciones en el sentido espiritual de la palabra. Si la llave no es buena, la puerta no se abre. Porque, dice el Buen Pastor, “es a Él a quien el portero abre”. Pero si la puerta no se abre, nadie entra en la casa del Padre, porque Cristo dijo: “Nadie va al Padre sin pasar por mí”.

Por tanto, es el Espíritu Santo, el primero, que despierta nuestro espíritu y nos enseña lo que concierne al Padre y el Hijo. Cristo nos dice esto también: “Cuando venga, Él, el Espíritu de la verdad que procede del Padre, dará testimonio en mi favor. y os guiará hacia la verdad plena”. Ved cómo, por el Espíritu o más bien en el Espíritu, el Padre y el Hijo se dan a conocer, inseparablemente…

Si se llama llave al Espíritu Santo, es porque, por Él y en Él primero, tenemos el espíritu iluminado. Una vez purificados, somos iluminados por la luz del conocimiento. Somos bautizados desde lo alto, recibimos un nuevo nacimiento y llegamos a ser hijos de Dios, como dice san Pablo: “El Espíritu Santo clama por nosotros con gemidos inefables”. Y todavía más: “Dios derramó su Espíritu en nuestros corazones que grita: «Abba, Padre»”. Es pues Él quien nos muestra la puerta, puerta que es luz, y la puerta nos enseña que aquel que habita en la casa, es Él también, luz inaccesible».

Queridos hermanos: glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas, amando al prójimo, en especial, al que tiene más necesidades espirituales y materiales. Invoquemos la luz del Espíritu Santo para que la palabra y la Santa Eucaristía sean el alimento que fortalezca nuestro seguimiento a Jesús, el Verbo encarnado. Que la Santísima Trinidad haga morada en nosotros.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.