SÁBADO DE LA SEMANA XI DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL SÁBADO DE LA SEMANA XI DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

«Busquen el reino de Dios y su justicia; lo demás se les dará por añadidura» Mt 6,33.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 6,24-34

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Nadie puede servir a dos señores. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No pueden servir a Dios y al dinero. Por eso les digo: No estén agobiados por la vida, pensando qué van a comer o beber; ni por el cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento y el cuerpo más que el vestido? Miren las aves del cielo: ni siembran, ni cosechan, ni almacenan; sin embargo, nuestro Padre del cielo las alimenta. ¿No valen ustedes más que ellas? ¿Quién de ustedes, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora más al tiempo de su vida? ¿Por qué se agobian por el vestido? Fíjense cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y les digo que ni Salomón, en todo su esplendor, estaba vestido como uno de ellos. Pues, si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿No hará mucho más por ustedes, gente de poca fe?

No anden agobiados, pensando qué van a comer, o qué van a beber, o con qué se van a vestir. Los paganos se afanan por esas cosas. Su Padre del cielo ya sabe que tienen necesidad de todo eso. Sobre todo, busquen el reino de Dios y su justicia; lo demás se les dará por añadidura. Por tanto, no se agobien por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus problemas».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Job era rico; se servía del dinero, pero no servía al dinero, era el dueño y no el adorador. Consideraba su bien como si hubiera sido de otro, se consideraba como el dispensario y no como el propietario… Por eso no se afligió en absoluto cuando lo perdió» (San Juan Crisóstomo).

En la lectura de hoy se observa claramente cómo Jesús, en el Sermón de la Montaña, va incrementando gradualmente las exigencias para ser su seguidor y verdadero discípulo. Hoy, al igual que ayer, Jesús continúa exhortándonos a orientar nuestro corazón a los tesoros del cielo; es decir, a seguir sus enseñanzas.

Hoy Jesús trata dos temas íntimamente relacionados: en primer lugar, Dios y el dinero; y, en segundo lugar, la confianza que todo cristiano debe tener en la providencia divina. En este sentido, Jesús nos invita a desplegar todos los dones recibidos gratuitamente para ser sus discípulos y confiar en su misericordia y providencia. Jesús nos previene contra las trampas del apego al dinero y a las cosas materiales, el egoísmo, el agobio y el miedo. Es un llamado a la justicia, a pensar también en el bienestar del prójimo.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

En primer lugar, Nuestro Señor Jesucristo nos llama hoy a seguirle decidida y totalmente, porque no se puede servir a dos señores a la vez. ¿Seguimos, amamos y servimos a Dios, o servimos y amamos el materialismo mundano, del que Jesús toma como ejemplo al dinero?

En segundo lugar, Nuestro Señor Jesucristo nos recuerda que nuestra vida y todos los bienes espirituales y materiales que poseemos, no son fruto de nuestro esfuerzo, sino, son otorgados por la Santísima Trinidad por el infinito amor y misericordia que nos tiene. En este sentido, Jesús nos exhorta a tener fe, a confiar totalmente en Dios Padre y en su providencia divina, dejando de lado todas las preocupaciones.

En la actualidad, el mundo promueve conductas materialistas que generan ansiedad y angustia en muchas personas ante las necesidades materiales que experimentan y, lo que es más crítico aun, la ansiedad se instala en personas que buscan alcanzar a toda costa posesiones y éxitos materiales que son exclusivamente humanos y vanos. Si bien son importantes, las personas se interesan más por los proyectos de inversión, que por el proyecto de salvación que Dios Padre tiene para cada uno de nosotros.

Hermanos, meditando el pasaje evangélico de hoy, conviene preguntarnos: ¿Cómo vivimos nuestra relación con el dinero y los bienes materiales? ¿Cuál es el “tamaño” de nuestra fe y confianza en la divina providencia ante las necesidades que experimentamos? Que las respuestas a estas preguntas nos permitan servir única y exclusivamente a Dios y, con la fuerza del Espíritu Santo, tener fe y confiar plenamente en la providencia divina.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Padre eterno, Padre celestial, envíanos tu Santo Espíritu para que nos entreguemos de manera confiada y totalmente a tu Divina Providencia.

Amado Jesús, te suplicamos envíes tu Espíritu Santo para fortalecer nuestra fe y confianza plena en tu amor y misericordia.

Espíritu Santo otórganos la inteligencia para que nuestro corazón esté siempre orientado a amar y perdonar al prójimo, así como a la realización de obras de misericordia inspiradas en Nuestro Señor Jesucristo.

Amado Jesús, por tu infinita misericordia, lleva contigo a todos los difuntos de todo tiempo y lugar y muéstrales el excelso rostro de tu amor.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, Reyna de cielos y tierra, Reina de los ángeles, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Dios con un texto de San Luis Orione:

«¡Oh, divina Providencia! ¡Oh, divina Providencia! Nada es más amable ni adorable que tú, que alimentas maternalmente al pájaro del aire y la flor del campo: a los ricos y a los pobrecitos. Tú abres los caminos de Dios y realizas los grandes designios de Dios en el mundo.

En ti ponemos nuestra confianza, oh, santa Providencia del Señor, porque tú nos amas mucho más que nosotros nos amamos a nosotros mismos. No, con tu ayuda divina, no quiero indagarte más; no, ya no quiero atarte las manos; no, ya no quiero desfigurarte. Solo quiero abandonarme por completo en tus brazos, sereno y tranquilo. Haz que te tome como eres, con la sencillez del niño, con esa fe generosa que no ve límites. “Fe, fe, pero de esa…”, de la fe del beato Cottolengo, que encontraba luz por todas partes y veía a Dios en todo y a través de todo. ¡Divina providencia! ¡Divina Providencia!

Concédeme a ml, pobre siervo y zapatero remendón, y a las almas que oran y trabajan en silencio y sacrifican su vida en torno a los pobrecitos, concede a nuestros queridos benefactores esa amplitud de corazón, de caridad, que no mide el bien con el metro, ni funciona con cálculos humanos: la caridad que es suave y dulce, que se hace todo para todos; que pone su felicidad en poder hacer todo bien a los otros de manera silenciosa: la caridad que edifica y unifica en Jesucristo, con sencillez y candor.

¡Oh, santa divina Providencia! Inspiradora y madre de la caridad, que es la divisa de Cristo y de sus discípulos. Anima, conforta y recompensa ampliamente en la tierra y en los cielos a cuantos, en nombre de Dios, hacen de padre, de madre, de hermanos y de hermanas de los necesitados».

Hermanos: alabemos y seamos agradecidos con la Santísima Trinidad por todos los dones recibidos. Pidamos al Espíritu Santo los dones para seguir a Nuestro Señor Jesucristo, ser fieles a su Palabra y ser sus discípulos. Que la Santa Eucaristía y la Palabra de Dios sean nuestro alimento para permanecer en continua acción de gracias y seguir a Dios de manera firme y decidida. Pongamos nuestro corazón en los tesoros del cielo. Repitamos en nuestro corazón las palabras de Jesús en Mateo 6,33: «Busquen el reino de Dios y su justicia; lo demás se les dará por añadidura».

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.