LUNES DE LA SEMANA XIII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL LUNES DE LA SEMANA XIII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

SAN CIRILO DE ALEJANDRÍA, OBISPO Y DOCTOR DE LA IGLESIA

«Tú sígueme. Y deja que los muertos entierren a sus muertos» Mt 8,22.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 8,18-22

En aquel tiempo, Jesús viendo que lo rodeaba mucha gente, dio orden de atravesar a la otra orilla. Se le acercó un escriba y le dijo: «Maestro, te seguiré adonde vayas». Jesús le respondió: «Los zorros tienen madrigueras y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza». Otro que era discípulo, le dijo: «Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre». Pero Jesús le respondió: «Tú sígueme. Y deja que los muertos entierren a sus muertos».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Ni siquiera pidió al Señor que le permitiera ir a su casa y dar la noticia a los suyos, por lo demás tampoco lo hicieron los pescadores. Estos dejaron las redes, la barca y padre, y Mateo su oficio de alcabalero y su negocio, para seguir al Señor» (San Juan Crisóstomo).

Hoy celebramos a San Cirilo de Alejandría, obispo y doctor de la Iglesia, que, elegido para ocupar la sede de Alejandría, en Egipto, trabajó con empeño para mantener íntegra la fe católica, y en el Concilio de Éfeso defendió los dogmas de la unidad de persona en Cristo y la divina maternidad de la Virgen María. Murió en el año 444.

El texto de hoy que se encuentra también en Lucas 9,51-62, versión que meditamos ayer domingo, aborda las condiciones para el seguimiento cristiano. Jesús responde de manera exigente y radical con la expresión «Tú sígueme. Y deja que los muertos entierren a sus muertos». De esta manera, señala claramente que el seguimiento no debe aplazarse y el discípulo no debe perder el tiempo en cosas y situaciones que no tienen proyecciones futuras y, fundamentalmente, que no tienen relación con la vida. El escriba no era consciente de ello.

El seguimiento a Jesús no admite condiciones, implica rechazar obligaciones humanas, si es que retrasan la obediencia al Señor. Es el precio del seguimiento. El seguimiento implica cumplir los mandamientos y hacer realidad las bienaventuranzas por donde vayamos. Solo el que vive libre de toda atadura terrenal, es capaz de seguir a Jesús radicalmente. En este sentido, toda vida es una vocación y una llamada de Dios a la santidad. Sigamos a Jesús para participar también en el tiempo glorioso de su resurrección y vida.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Si queremos seguir a Nuestro Señor Jesucristo, será vital el carácter deliberado y radical de la decisión de seguirlo, sea cual sea la circunstancia de vida que experimentemos. No es fácil, pero tampoco es imposible.

Somos conscientes de que en el camino aparecerán las tentaciones que nos incitarán a evadir la cruz e ir perdiendo el objetivo central de nuestras vidas. Así mismo, si no alimentamos nuestro espíritu con el alimento del cielo, nuestro optimismo puede decaer con el tiempo y nuestro seguimiento se convierta en rutina llena de desaliento.

Todos estamos llamados por Nuestro Señor Jesucristo a participar activamente en el plan divino de la salvación. Nuevamente lo decimos: la misión no es fácil. Somos frágiles, pero pongamos nuestro esfuerzo para seguir a Jesús a través de nuestros hermanos más necesitados: empecemos brindándoles ayuda y consuelo material y espiritual.

Hermanos, meditando la lectura de hoy, respondamos: ¿Cuáles son las características de mi seguimiento a Jesús en mi familia, en mi centro laboral y/o de estudios, en mi comunidad y también como ciudadano global? Que las respuestas a esta pregunta nos ayuden a ocuparnos de las cosas que realmente tienen proyecciones de vida eterna.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Señor, tú que hiciste de tu obispo san Cirilo de Alejandría un defensor invicto de la maternidad divina de la Virgen María, concédenos a cuantos la proclamamos verdadera Madre de Dios llegar, por la encarnación de tu Hijo, a la salvación eterna.

Amado Jesús: concédenos, a través del Espíritu Santo, la fe, la claridad y la valentía para seguirte, sin mirar atrás y siendo fieles testigos de tu amor.

Espíritu Santo, fortalece nuestra vocación de seguimiento total a Jesús, para que en las travesías que nos propones, seamos siempre portadores del amor de la Santísima Trinidad.

Padre eterno: fortalece con tu Santo Espíritu al Papa Francisco, a los obispos, a los sacerdotes, a los consagrados y consagradas, en la misión de llevar la Palabra a todos los confines de la tierra y de ser ejemplos del amor de Nuestro Señor Jesucristo.

Amado Señor Jesús, te suplicamos recibas en tu reino, por tu inmensa misericordia, a nuestros hermanos difuntos.

Dulce Madre María, Madre celestial, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con una meditación de San Alfonso María de Ligorio:

«Dios, es Él mismo su riqueza, porque Él es el bien infinito… Este Dios siendo rico se hizo pobre haciéndose hombre, con el fin de enriquecernos a nosotros, miserables pecadores. Esto es lo que dice expresamente el apóstol Pablo: “Jesús se hizo pobre, siendo rico, con el fin de enriquecernos con su pobreza# (2 Co 8,9) ¿Cómo? ¡Un Dios… llega al extremo de hacerse pobre! ¿Con qué intención? Difícil de comprender.

Los bienes de la tierra no pueden ser más que tierra y fango; pero este fango ciega totalmente a los hombres para que no vean los bienes verdaderos. Antes de la venida de Jesucristo, el mundo estaba totalmente en tinieblas, porque estaban llenos de pecados: “Toda carne ha pervertido su conducta” (Gn 6,12). Es decir: todos los hombres habían oscurecido en ellos la Ley natural grabada en su interior por Dios; vivían como bestias, únicamente preocupados en buscar placeres y bienes de aquí abajo, ignorando totalmente la existencia de bienes eternales. Es por efecto de la divina misericordia que el Hijo de Dios vino Él mismo a disipar estas profundas tinieblas: “Sobre aquellos que habitaban en tinieblas y sombras de muerte, la luz ha resplandecido”(Is 9,1).

Más este divino Maestro, ha tenido que instruirnos, no solo por la palabra, sino mucho más y sobre todo, por los ejemplos de su vida. “La pobreza, dijo San Bernardo, es ausencia de cielo; sólo se puede encontrar en la tierra. Infeliz el hombre que no conocía el premio, y, por lo tanto, no lo había buscado. Para volverse precioso a nuestros ojos y digno de todos nuestros deseos, ¿qué hizo el Hijo de Dios? Descendió del cielo a la tierra y la ha escogido por compañera para toda su vida”».

Queridos hermanos: que nuestro seguimiento a Jesús consista en la realización de obras de misericordia. Que la Santa Eucaristía sea el alimento que nos fortalezca; que el sacramento de la penitencia nos acerque a la misericordia de Dios; que la adoración al Santísimo Sacramento sea el momento cumbre de diálogo con Nuestro Señor Jesucristo; que la meditación de la Palabra sea fuente de inspiración de nuestras acciones; y que el rezo del Santo Rosario nos acerque a la dulce intercesión de Nuestra Santísima Madre. Y que en medio de las tempestades en las que está envuelto el mundo, nos demos cuenta del amor infinito que Dios nos tiene.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.