JUEVES XIV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL JUEVES XIV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

«Al entrar a una casa, saluden con la paz; si la casa se lo merece, su paz vendrá sobre ella. Si no lo merece, la paz volverá a ustedes» Mt 10,12-13.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 10,9-15

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: «No lleven encima oro, plata ni monedas, ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; porque el que trabaja merece su sustento. Cuando entren en un pueblo o ciudad, busquen a alguna persona de confianza y permanezcan en su casa hasta el momento de partir. Al entrar a una casa, saluden con la paz; si la casa se lo merece, su paz vendrá sobre ella. Si no lo merece, la paz volverá a ustedes. Si alguno no los recibe o no escucha sus palabras, al salir de su casa o del pueblo sacudan el polvo de los pies. En verdad les digo que el día del juicio les será más llevadero a Sodoma y Gomorra que a aquel pueblo».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Después de haber realizado y renovado actos de fe, de esperanza y de caridad, y de haber penetrado bien en ellas, el alma se abandona a la Divina Providencia, reposa y duerme dulcemente en sus brazos, como un niño en los brazos de su madre» (San Claudio de la Colombiere).

Desde ayer empezamos a meditar el discurso de Jesús sobre la misión de los apóstoles, que es la carta magna del apostolado y cuya validez se extiende hasta el fin del mundo. Ayer, Jesús identifica a los doce y los envía a la gran misión, compartiendo con ellos su poder de aliviar, sanar la salud y liberar a las personas de las ataduras del pecado. También señala que deben acercarse a los pecadores y a las personas más necesitadas de la misericordia divina.

En el pasaje evangélico de hoy Jesús continúa narrando los detalles de la misión de los apóstoles. En primer lugar, les indica que deben ir sin provisiones, ligeros de equipaje, llevar una vida austera y confiar en la hospitalidad de la gente, pero fundamentalmente, en la providencia divina, porque la gratuidad es un signo auténtico del enviado. En segundo lugar, Jesús los hace portadores de un saludo de paz a todos; y quienes rechacen su presencia y la paz serán juzgados duramente en el día final.

De esta manera, los apóstoles, hasta el fin de los tiempos, debemos continuar el mismo estilo de vida itinerante y austero de Jesús, predicando, sanando, liberando a las personas agobiadas por el pecado y confiando en la Divina Providencia.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Jesús destaca el equipaje ligero que debe caracterizar al misionero y remarca uno de los objetivos de la misión: llevar la paz del Señor a todas partes; al interior de nuestras familias, en centros de trabajo y/o estudio, a las comunidades y como ciudadanos globales, al mundo entero.

La vida austera es una de las características que todo misionero debe abrazar. Es una instrucción que se enfoca en la gratuidad de la oferta de amor, en el desprendimiento absoluto y en las relaciones de paz con los evangelizados, tanto en la hospitalidad como en el rechazo.

En nuestro seguimiento y misión de anunciar a Nuestro Señor Jesucristo debemos estar preparados también para el rechazo, la incomprensión, incluso para el fracaso de muchas acciones; pero debemos recordar siempre que la inspiración y la fuerza viene de lo alto. La oración, la lectura y meditación de la Palabra, la Santa Eucaristía, la adoración al Santísimo Sacramento y la realización de obras de misericordia son otros signos del misionero de Nuestro Señor Jesucristo.

Cada uno de nosotros, con la fuerza y gracia del Espíritu Santo, puede ser un obrero de la mies del Señor. Al igual que a los apóstoles, Jesús nos envía también a nosotros para anunciar su reino y llevar su paz, empezando por nuestro entorno.

Por ello, respondamos desde lo profundo de nuestros corazones: Más allá de las capacidades que nos otorga gratuitamente el Señor, ¿llevamos una vida austera acorde con los principios cristianos? ¿Realizamos obras de misericordia en favor de las personas más necesitadas? ¿Somos instrumentos de la paz del Señor? Que las respuestas a esta pregunta nos ayuden a aceptar el llamado a la misión personal que nos hace Nuestro Señor Jesucristo.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Amado Jesús, concédenos la fuerza y la gracia de ser instrumentos de tu paz y reconciliación en este mundo que cada día necesita más de ti. Danos la fuerza para estar preparados ante el rechazo y la incomprensión de muchos hermanos.

Amado Jesús, envía hermanos y hermanas dispuestos a vivir el estilo de vida de los apóstoles para que lleven a todo el mundo tu Palabra y misericordia.

Santísima Trinidad: bendice, protege y guía a los sacerdotes y consagrados, para que sigan anunciando tu reino con alegría y con tu amor.

Amado Jesús, misericordia infinita, acoge con tu perdón a las almas de todos los difuntos, especialmente, de aquellos más necesitados de tu misericordia.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, Madre de la Iglesia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un comentario de San Efrén, diácono:

«“Cuando entréis en una casa, decid primero: Paz a esta casa” (Mt 10,12) para que el mismo Señor entre en ella y se quede allí, como cerca de María… Esta salutación es el misterio de la fe que ilumina el mundo; por ella se ahoga la enemistad, se acaba la guerra y los hombres se reconocen mutuamente. El efecto de esta salutación estaba escondido como debajo de un velo, a pesar de ser prefigurado en el misterio de la resurrección… cada vez que la luz se levanta y que la aurora echa fuera la noche. A partir de este envío hecho por Cristo, los hombres han comenzado a dar y a recibir esta salutación, fuente de curación y de bendición…

Esta salutación, con su escondido poder… es suficiente para llegar, ampliamente, a todos los hombres. Por eso Nuestro Señor ha enviado, como precursores, a sus discípulos a llevarla para que ella haga realidad la paz que llevan, por su voz, los apóstoles, sus enviados, y prepare el camino ante ellos. Fue sembrada en todas las casas…; entraba en todos los que la oían, para separar y poner aparte a sus hijos que la reconocían. Quedaba en ellos, pero denunciaba a los que le eran extraños porque no la acogían.

Esta salutación de paz no se acaba nunca, saliendo de los apóstoles llega a sus hermanos desvelándoles los tesoros inagotables del Señor… Presente tanto en los que la daban como en los que la acogían, este anuncio de la paz no sufría ni disminución ni división. Anunciaba que el Padre está cerca de todos y en todos; revelaba que la misión del Hijo está enteramente cerca de todos, aunque su fin sea junto a su Padre. No cesa de proclamar que las imágenes están ya cumplidas y que la verdad hace huir las sombras».

Queridos hermanos: respondamos con alegría al llamado a la misión personal de cada uno de nosotros y, con la fuerza del Espíritu Santo, a quien siempre debemos invocar, llevemos la paz del Señor a nuestras familias y por donde vayamos.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.