MARTES XVI DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL MARTES XVI DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

«Todo el que cumple la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre» Mt 12,50.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 12,46-50

En aquel tiempo, Jesús estaba hablando a la gente, cuando su madre y sus hermanos se presentaron fuera, tratando de hablar con él. Alguien le dijo: «Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y desean hablar contigo». Pero él contestó al que avisaba: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?». Y, señalando con la mano a los discípulos, dijo: «Estos son mi madre y mis hermanos. Todo el que cumple la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«María, la Madre de Jesús sabía bien que la redención se realizaría por la muerte de su hijo; y a pesar de ello ¡cuánto lloró y sufrió! Si el Señor se os manifiesta, dadle gracias; y si se esconde, haced lo mismo; todo eso no es más que un juego de amor. Que la Virgen María en su gran bondad continúe alcanzándoos del Señor la fuerza para soportar sin doblegaros las numerosas pruebas de amor que él os da. Deseo que lleguéis incluso a morir con él en la cruz, y que con él podáis llegar a exclamar: “Todo se ha cumplido” (Jn 19,30). Que María transforme en gozo todos los sufrimientos de tu vida» (San Pío de Pietrelcina).

El evangelio de hoy, denominado “La Madre y los hermanos de Jesús”, también se ubica en Marcos 3,31-35 y en Lucas 8,19-21. El texto presenta a Jesús enseñando a la gente en una casa que estaba completamente llena de personas. En esta situación, su Madre y otros parientes deseaban hablar con Él, pero, al no poder hacerlo, le enviaron un mensaje. Jesús reacciona con firmeza, diciendo: «Estos son mi madre y mis hermanos. Todo el que cumple la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre».

De esta manera, Nuestro Señor Jesucristo señala que, por encima del parentesco de la sangre, existe un parentesco superior: el ser hijos de Dios Padre, donde el vínculo filial es la realización de la voluntad del Padre. Así, alrededor de Jesús, nace una nueva familia, unida por los lazos de la fe. Una relación motivadora para todos desde la perspectiva del Reino de Dios y desde una luz distinta: la de luz de la fe.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

«Como María, la Madre, que entra en pleno en esta nueva definición de familia, porque ella sí supo decir -y luego cumplir- aquello de “hágase en mi según tu palabra”. Aceptó la voluntad de Dios en su vida. Los Padres decían que fue madre antes por la fe que por la maternidad biológica. Es el mejor modelo para los creyentes» (José Aldazabal).

Nuestro Señor Jesucristo desea que cada uno de nosotros sea su hermano, su hermana, su madre. Jesús pone por encima de los vínculos de sangre a la familia divina que procede de Dios Padre, abriendo un horizonte ilimitado para quienes siguen los preceptos cristianos.

Por ello, si cumplimos la voluntad de Dios estamos cercanos a Nuestro Señor Jesucristo y somos parte de su familia espiritual. Entremos, pues, en la cálida intimidad de la familia divina de Nuestro Señor Jesucristo, permitiendo que la Santísima Trinidad more en nuestros corazones.

Hermanos: respondamos a la luz de la Palabra: ¿Somos conscientes de que podemos formar parte de la familia divina de Nuestro Señor Jesucristo? Que las respuestas a esta pregunta nos ayuden a realizar la voluntad de Dios, cumpliendo sus preceptos y, así, sentirnos parte de la familia de Nuestro Señor Jesucristo.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Amado Jesús, fortalece con el Espíritu Santo al papa Francisco, a los obispos, a los sacerdotes, a los consagrados y consagradas, para que no desmayen en llevar a toda la humanidad los vínculos de la familiaridad divina con la Santísima Trinidad.

Amado Jesús, hermano nuestro, envía el Espíritu Santo para que, cumpliendo la voluntad de Dios Padre, seamos miembros de la familia a la que nos convocas.

Padre eterno, por tu inmenso amor y misericordia, concede a todos los difuntos de todo tiempo y lugar, la gracia de formar parte de la familia celestial; en especial, te pedimos por aquellos que partieron de este mundo sin conocerte o en un momento extremo de tribulación y abandono humano.

Madre Santísima, Bendita Tú, elegida desde siempre para ser santa e irreprochable ante el Señor por el amor, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con una homilía de San Gregorio Magno:

«El Señor se dignó llamar hermanos a los discípulos, diciendo: “Id y anunciad a mis hermanos” (Mt 28,10). Pero se preguntará: ¿Cómo el que por la fe se ha hecho hermano de Cristo, puede llegar a ser madre? Para contestar a esta pregunta debemos tener presente que el que por la fe se hace hermano o hermana de Cristo, se hace madre por la predicación, porque viene como a dar a luz al Señor infundiéndolo en el corazón de los oyentes. Y se hace madre de Él, si mediante su voz engendra en el alma del prójimo el amor del Señor».

Queridos hermanos: digámosle todas las mañanas a Dios Padre y repitámoslo constantemente: “Señor, yo soy tu hijo, Tú eres mi Padre”. Digámosle a Nuestro Señor Jesucristo: “Aquí estamos, para hacer tu voluntad porque queremos ser tus verdaderos hermanos”.

Contemplemos la mirada divina de la Santísima Trinidad con la lectura de una parte del “Canto triunfal”, ubicado en el Éxodo 15,1-18:

«Cantaré al Señor, espléndida es su gloria, caballo y jinete arrojó al mar. Mi fortaleza y mi canción es el Señor. Él es mi salvación. Él es mi Dios: yo lo alabaré, el Dios de mi padre, yo lo exaltaré.

Los carros del faraón y sus soldados precipitaron en el mar. Dijo el enemigo: “Los perseguiré y alcanzaré, repartiré el botín, se saciará mi codicia, empuñaré mi espada, los aniquilará mi mano”. Pero soplaste con tu aliento, los cubrió el mar; se hundieron como plomo en las aguas impetuosas. ¿Quién como tú Señor, glorioso en santidad, terrible en prodigios, autor de maravillas?

Introduces a tu pueblo y lo plantas en el monte de tu heredad, lugar del que hiciste tu trono, Señor; santuario, Señor, que fundaron tus manos. Cantad al Señor, espléndida es su gloria».

Queridos hermanos: formemos parte de la familia celestial dando testimonio de Nuestro Señor Jesucristo con nuestras vidas. Que las obras de misericordia que hagamos, en el Santísimo Nombre de Jesús, estén orientadas siempre a ampliar la familia divina.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.