DOMINGO XIX DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL DOMINGO XIX DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

«Dichosos los criados a quienes el Señor, al llegar, los encuentre despiertos; les aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo» Lc 12,37.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 12,32-48

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No temas, pequeño rebaño, porque el padre de ustedes ha tenido a bien darles el reino. Vendan sus bienes y den limosna; consíganse bolsas que no se desgasten, y acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acercan los ladrones ni destruye la polilla. Porque allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón. Tengan ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Ustedes estén como los que aguardan a que su Señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el Señor, al llegar, los encuentre despiertos; les aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos. Comprendan que, si supiera el dueño de la casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría asaltar su casa. Lo mismo ustedes estén preparados, porque a la hora que menos piensen viene el Hijo del hombre».

Pedro le preguntó: «Señor, ¿has dicho esta parábola por nosotros o por todos?». El Señor le respondió: «¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración de alimentos a sus horas? Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, lo encuentre portándose así. Les aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes. Pero si el empleado piensa: “Mi Señor tarda en llegar”, y empieza a pegarles a los criados y a las criadas, y se pone a comer y a beber y a emborracharse, llegará el Señor de aquel criado el día y a la hora que menos espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de los que no son fieles. El criado que conoce la voluntad de su señor, pero no está preparado o no hace lo que él quiere, recibirá un castigo muy severo. En cambio, el que, sin conocer esa voluntad, hace cosas reprobables, recibirá un castigo menor. A quien se le dio mucho, se le exigirá mucho; y a quien se le confió mucho, se le pedirá mucho más».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Nos conviene estar atentos y vigilantes acerca de la obra de salvación que se está realizando en nosotros. Con una admirable sutileza y con la delicadeza del arte divino, el Espíritu Santo realiza continuamente esta obra en lo más íntimo de nuestro ser… Debemos tener nuestra mirada siempre atenta y el corazón abierto de par en par para recibir esta bendición generosa del Señor» (San Bernardo de Claraval).

El pasaje evangélico de hoy está integrado por dos textos: el primero, entre los versículos 32 y 34, en el que Jesús habla del verdadero tesoro que se encuentra en el reino de los cielos. Y el segundo, entre los versículos 35 y 48, en el que a través de dos parábolas Jesús se refiere a la calidad del servicio y a la vigilancia espiritual.

Ante la pregunta de Pedro, queda claro que las dos parábolas del segundo texto están dirigidas a toda la humanidad. En cuanto, a los apóstoles y a quienes conocemos cómo llegar al reino de los cielos, el texto adquiere una importancia capital, ya que a quien más se le ha dado, más se le exigirá.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Los mensajes fundamentales del evangelio de hoy son muy actuales. En el primer texto, Nuestro Señor Jesucristo le otorga una importancia capital a la limosna que proporciona parte de la verdadera riqueza que se atesora en el cielo. La acumulación de riquezas efímeras en la tierra genera, entre otras cosas, las ataduras de la avaricia, del orgullo y del deseo irrefrenable de acaparar más bienes materiales a costa de todo, tal como lo meditamos el domingo pasado.

En el segundo texto, el servicio y la vigilancia se encuentran entrelazados; Jesús señala claramente que debemos mantener una vigilancia de los sentidos, de la mente y del espíritu para no caer en las tentaciones y estar preparados para el encuentro con Nuestro Señor Jesucristo.

Hoy, Jesús pronuncia dos “bienaventuranzas”: la primera es para los que se mantienen vigilantes; a ellos, el amo «los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo» (Lc 12,37). La segunda bienaventuranza es para los que realizaron un buen servicio; a ellos el amo los «pondrá al frente de todos sus bienes» (Lc 12,44).

Hermanos: que la reflexión de hoy nos impulse a aumentar nuestra riqueza en el reino de los cielos, a realizar siempre la voluntad de Dios y a estar preparados para el encuentro con Él.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Dios todopoderoso y eterno, a quien, instruidos por el Espíritu Santo, nos atrevemos a llamar Padre, renueva en nuestros corazones el espíritu de la adopción filial, para que merezcamos acceder a la herencia prometida.

Santísima Trinidad: Dios uno y trino, otórganos la gracia de estar siempre vigilantes para no caer en las tentaciones y hacer un uso adecuado de los bienes que nos has confiado.

Espíritu Santo: te pedimos que inspires siempre nuestras acciones para que nuestro seguimiento a Nuestro Señor Jesucristo sea diligente y leal.

Amado Jesús, ten compasión de las almas benditas del purgatorio y muéstrales la hermosura de tu bondad y misericordia. Te lo suplicamos Señor.

Madre Santísima, Reina de la Paz, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Dios con un sermón de Afraates:

«Despertémonos, por fin, del sueño y elevemos al cielo nuestros corazones junto con nuestras manos, a fin de que, cuando el Señor se acerque de improviso a la morada, nos encuentre vigilantes al venir. Seamos fieles en la oración, para no vivir en el temor. Purifiquemos nuestros corazones de la iniquidad, para ver al Altísimo en su gloria. Seamos misericordiosos como está escrito, a fin de que Dios tenga misericordia de nosotros. Reine la paz entre nosotros, a fin de que nos llamen hermanos de Cristo. Construyamos nuestro edificio sobre la roca, para que no lo derriben los vientos y las olas. Seamos vasos dignos de honor, a fin de que el Señor nos busque para su servicio. Volvámonos extraños al mundo como Cristo no fue del mundo. Participemos en su pasión, para que después podamos vivir en la resurrección. Imprimamos su signo en nuestros cuerpos, para ser liberados de la ira que va a venir; en efecto, es terrible el día en el que vendrá: ¿y quien lo podrá resistir?

Pongamos en nuestra cabeza el yelmo de la salvación, para no caer heridos en el combate. Seamos también olor suave, a fin de que nuestra fragancia se difunda a nuestro alrededor. Cuando no tengamos nada en la tierra, entonces lo poseeremos todo. Cuando nadie nos conozca, entonces tendremos muchísimos amigos. El que asume la semejanza del ángel se hace extraño a los hombres».

Queridos hermanos: asumamos el compromiso de ser caritativos y misericordiosos, porque el Señor siempre está a la puerta en el pobre y en el desvalido. Estemos vigilantes y preparados para el maravilloso encuentro con Dios.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.