LUNES XX DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL LUNES XX DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

SOLEMNIDAD DE LA ASUNCIÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA

«¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!». Lc 1,42.

 

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

 

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 1,39-56

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró a casa de Zacarías y saludo a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, salto la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: «¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú que has creído porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá». María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él, hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia, como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia por siempre». María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

 

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«Cuida de nosotros, oh bondadosa Señora y Madre del buen Dios; dígnate proteger y dirigir todas nuestras cosas; sosiega el ímpetu de nuestras pasiones y condúcenos al puerto tranquilo de la divina voluntad, a la eterna bienaventuranza en que gozaremos de la luminosa presencia y de la suavidad y dulzura del Verbo en ti encarnado, al cual, junto con el Padre, se tribute la gloria, el honor, el poder y la grandeza, en unión con el Espíritu Santísimo vivificante, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén» (San Juan Damasceno).

Queridos hermanos: hoy celebramos la Gloria de la Asunción de Nuestra Santísima Madre la Virgen María. El Papa Pío XII, el 1° de noviembre de 1950 con la bula Muneficentissimus Deus, definió como dogma de fe que «la Inmaculada Madre de Dios, la siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial». Los coros de los ángeles no podían contener su alegría y sus voces se oían en todos los confines de la creación. ¡Qué pregón tan glorioso! Se alegran los ángeles y alaban al Hijo de Dios.

San Juan Damasceno, refiriéndose a las exequias de Nuestra Santísima Madre, dijo: «Todos los que se hallaban presentes quedaron envueltos por el resplandor y la gloria del Espíritu Santo, y llenos de gran respeto y reverencia, y colmados de un inextinguible amor, fijaban espiritualmente su mirada en la Virgen María. No quedó ninguno de los espíritus celestiales que no se hiciese presente. No pusieron ellos ningún reparo en bajar a la tierra desde lo alto, con el fin de prestar dichos honores a la Madre de Dios».

 

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Hoy, en la Solemnidad de la Asunción de Nuestra Santísima Madre al cielo, tenemos la ocasión privilegiada para fortalecer nuestras convicciones cristianas. De corazón, digamos a nuestra Santísima Madre, asunta en cuerpo y alma al cielo, la hermosa respuesta que el Espíritu Santo inspiró a Isabel: «¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!».

Hermanos: meditando la lectura de hoy, respondamos: ¿Reconocemos la presencia de Nuestro Señor Jesucristo y de Nuestra Santísima Madre en nuestras vidas? ¿Nos dirigimos confiados a Nuestra Santísima Madre como gran intercesora ante la Santísima Trinidad? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a descubrir el gozo de los que ponen continuamente su confianza en el Señor.

¡Jesús, María y José nos aman!

 

  1. Oración

Padre eterno, Dios todopoderoso, que has elevado en cuerpo y alma a la gloria del cielo a la inmaculada Virgen María, Madre de tu Hijo, concédenos que, aspirando siempre a las realidades divinas, lleguemos a participar con ella de su misma gloria.

Amado Jesús, tú que no quieres excluir a nadie de tu acción redentora, concede tu divina e infinita misericordia a todas las almas del purgatorio, especialmente, a todas aquellas que más la necesitan.

Madre Santísima, Madre de Jesús y de la Iglesia, que has vivido la presencia desbordante del Espíritu Santo, abre nuestro corazón y nuestra mente para que seamos dóciles a la Palabra. Tú que estás presente en cuerpo y alma tan cerca de la Santísima Trinidad, intercede por nuestras peticiones. Amén.

 

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Nuestra Santísima Madre con un texto de la Liturgia latina:

«Oh, Virgen, Templo de la Trinidad, el Dios de bondad se fijó en tu humildad; te envió a un mensajero para anunciarte lo que iba a nacer de ti. El ángel te trajo el saludo de la gracia… te explica, y consientes, y en seguida el Rey de gloria se encarna en ti. Por este gozo, te rogamos, que nos hagas dignos de este gran Rey…

Tu segundo gozo: cuando diste a luz al Sol, tú la estrella… este alumbramiento no produce en ti cambio ni pena. Como la flor que no pierde su esplendor dando su perfume, tu virginidad no se perdió cuando el Creador se dignó nacer de ti. María, madre de bondad, sé para nosotros el camino recto que nos conduce a tu Hijo…

Una estrella te anuncia el tercer gozo: aquella que ves posarse sobre tu hijo, para que los magos lo adoren y le ofrezcan las variadas riquezas de la tierra… María, estrella del mundo, purifícanos del pecado.

El cuarto gozo, lo tuviste cuando Cristo resucitó de entre los muertos: la esperanza renace, la muerte es aniquilada. ¡Cuánta parte tienes en estas maravillas, llena de gracia! (Lc 1,28) El enemigo es vencido… el hombre es liberado y se eleva hasta los cielos. Madre del Creador, dígnate rogar con perseverancia: que por este gozo pascual, después de los trabajos de esta vida, seamos admitidos en los coros celestiales.

Tu quinto gozo: cuando viste a tu hijo ascender al cielo, la gloria de la que fue rodeado te reveló más que nunca a aquel del que eras la madre, tu propio Creador. Ascendiendo a los cielos, mostró el camino por donde el hombre asciende a los atrios celestes… Por este nuevo gozo, María, haznos ascender al cielo para gozar contigo y con tu hijo de la felicidad eterna…

Es el divino Paráclito quien, bajo la forma de lenguas de fuego, fortificando… e inflamando a los apóstoles, te produce el sexto gozo: para curar al hombre, al que la lengua había perdido y purificar su alma del pecado. Por el gozo de esta visita, ruega a tu hijo, Virgen María, que se borre en nosotros toda mancha hasta el día del juicio.

Cristo te proporcionó el séptimo gozo, cuando te llamó de este mundo a su reino celeste, cuando te elevó sobre el trono donde recibes honores incomparables. Una gloria que te rodea más que a ningún otro habitante del cielo… Oh Virgen, madre de bondad, haznos sentir los efectos de tu ternura… Por este gozo, purifícanos, condúcenos a la alegría eterna. Llévanos contigo al gozo del paraíso. Amén».

Hermanos, que la Asunción de Nuestra Santísima Madre nos llene de alegría plena y nos aliente a seguir en el camino para llegar al cielo. Por ello, confesémonos con frecuencia, asistamos a la Santa Eucaristía y a la Adoración del Santísimo Sacramento, pidiendo siempre la intercesión de Nuestra Santísima Madre.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

 

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.