DOMINGO XXI DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL DOMINGO XXI DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

«Y vendrán muchos de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios» Lc 13,29.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 13,22-30

En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y pueblos enseñando. Uno le preguntó: «Señor, ¿serán pocos los que se salven?». Jesús les dijo: «Esfuércense en entrar por la puerta estrecha. Les digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, se quedarán afuera y llamarán a la puerta, diciendo: “Señor, ábrenos”; y él les contestará: “No sé quiénes son ustedes”. Entonces comenzarán a decir: “Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas”. Pero él contestará: “No sé quiénes son ustedes. Aléjense de mí, malvados”. Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando vean a Abrahán, Isaac y Jacob y todos los profetas en el reino de Dios, mientras ustedes habrán sido echados fuera. Y vendrán muchos de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Miren: hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Obliguémonos a la humildad, aunque nuestro corazón no quiera; obliguémonos a la mansedumbre, a la caridad, orando y suplicando incesantemente a Dios con fe, esperanza y caridad, esperando que él envíe su Espíritu a nuestros corazones. Y el mismo Espíritu orará en nosotros para enseñarnos la verdadera oración que ahora no poseemos, aunque nos hagamos violencia; la verdadera humildad, que ahora no podemos tener en nosotros ni siquiera obligándonos; entrañas de misericordia y bondad. Y nos enseñará a cumplir todos los mandamientos del Señor verdaderamente, sin fatiga ni violencia, porque el Espíritu mismo es capaz de colmarnos de sus frutos» (Pseudo-Macario).

El pasaje evangélico de hoy, denominado “La puerta estrecha” tiene dos segmentos: el primero, entre los versículos 22 al 24 se encuentra también en Mateo 7,13-14; y el segmento, situado entre los versículos 25-30, se ubica también en Mateo 7,22-23.

En el texto, Jesús, camino a Jerusalén y ante una pregunta referida a cuántos se salvarán, señala con claridad y severidad que cada uno es responsable de su salvación; por ello, exhorta a que, conscientes de nuestras capacidades, tomemos con seriedad esta oportunidad celestial.

Irónicamente, Jesús señala que el lugar que no ocupen sus coterráneos en el banquete celestial, lo ocuparán extranjeros que vendrán desde los cuatro puntos cardinales, porque acogerán sus enseñanzas y las pondrán en práctica. El Señor no quiere excluir a nadie.

La puerta estrecha es la puerta de la última oportunidad para los que llegan a última hora, serán tan numerosos que las dificultades para entrar al cielo serán mayores.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

El camino de la fe es exigente. Ir por el camino de la salvación requiere de una fe firme y decidida, a pesar de las dificultades que encontremos y de las caídas que experimentemos.

Estar cerca de Nuestro Señor Jesucristo, comer y andar con Él, no garantiza un puesto en el banquete del cielo; es necesaria la práctica del mandamiento del amor. En Mateo 7,21, Nuestro Señor Jesucristo dice: «No todo el que dice: ¡Señor, Señor!, entrará en el reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre del cielo».

El llamado de Nuestro Señor Jesucristo es universal, ofrece la promesa de la salvación para toda la humanidad. Es una realidad futura que es viable para todos, porque todos tenemos vocación celestial. No perdamos las oportunidades que el Señor nos presenta diariamente para seguirle y estar cerca de Él; no esperemos la última hora para hacerlo.

Hermanos: meditando la lectura de hoy, intentemos responder: ¿Estamos decididos a ser transformados por Nuestro Señor Jesucristo para alcanzar la salvación? ¿Estamos dispuestos a participar activamente en la misión de ayudar a la salvación de los hermanos que se encuentran alejados de los preceptos cristianos? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a no desmayar en nuestros esfuerzos para alcanzar la salvación, de la mano de Nuestra Santísima Madre.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Oh, Dios, que unes los corazones de tus fieles en un mismo deseo, concede a tu pueblo amar lo que prescribes y esperar lo que prometes, para que, en medio de las vicisitudes del mundo, nuestros ánimos se afirmen allí donde están los gozos verdaderos.

Amado Jesús, nos presentamos ante ti, decididos a seguirte, poniendo en tus manos todas las capacidades que tú nos has dado. Envía tu Santo Espíritu y otórganos, amado Jesús, las gracias para pasar por la puerta estrecha de la cruz y podamos compartir contigo la gloria de la resurrección.

Amado Jesús, por tu infinita misericordia, mira con bondad a las almas del purgatorio y permíteles participar del banquete celestial.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con uno de los escritos de San Anselmo:

«¡Qué gran dicha poseer el reino de Dios! ¡Qué gozo para ti, corazón humano, pobre corazón, si tú rebosaras de una dicha semejante!

Y, sin embargo, si alguno a quien amaras como a ti mismo, participara de una idéntica dicha, tu gozo sería doble, porque no te gozarías por él menos que por ti. Y si dos o tres, o muchos más, poseyeran esta misma felicidad, experimentarías en ti mismo tanto gozo por cada uno, como por ti mismo, porque amarías a cada uno como a ti mismo.

Así pues, en esa plenitud de amor, que unirá a los innumerables bienaventurados y en la que nadie amará al otro, menos que a sí mismo, cada uno gozará de la dicha de los demás tanto, como de la suya propia. Y el corazón del hombre, apenas capaz de contener su propio gozo, se sumergirá en el océano de alegrías inmensas y numerosas.

Ahora bien, sabéis que se goza de la felicidad de alguien en la misma medida en que se le ama; así, en esa perfecta bienaventuranza en la que cada uno amará a Dios incomparablemente más que a sí mismo y que a todos los demás, la felicidad infinita de Dios será para cada uno fuente de gozo incomparable».

Queridos hermanos: esforcémonos para entrar por la puerta que Nuestro Señor Jesucristo abrió de par en par, que nuestra decisión de seguir a Nuestro Señor Jesucristo sea firme e inquebrantable. Dejemos que el Espíritu Santo nos prepare para estar fuertes en medio de las dificultades que se presentan en nuestras vidas. Contribuyamos a que nuestros hermanos que están alejados de Nuestro Señor se acerquen a su misericordia y perdón.

Que el Pan de los ángeles sea nuestro alimento en la Santa Eucaristía; que la Adoración Eucarística fortalezca nuestro diálogo íntimo con Jesús y nuestras obras de misericordia sean siempre el firme testimonio de nuestro seguimiento a Nuestro Señor Jesucristo. No dejemos nunca de pedir la amorosa intercesión de Nuestra Santísima Madre.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.