LECTIO DIVINA DEL JUEVES XX DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO C
SAN ALBERTO HURTADO, PRESBÍTERO
«Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos» Mt 22,14.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Mateo 22,1-14
En aquel tiempo, de nuevo Jesús tomó la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó a los servidores para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar servidores, encargándoles que les dijeran: “Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Vengan a la boda”. Los invitados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; otros agarraron a los siervos y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus ejércitos, que acabaron con todos aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus siervos: “La boda está preparada, pero los invitados no se la merecían. Vayan ahora a los cruces de los caminos y a todos los que encuentren, invítenlos a la boda”.
Los siervos salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de invitados. Cuando el rey entró a saludar a los invitados, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?”. El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los sirvientes: “Átenlo de pies y manos y arrójenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes”. Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«¿Qué puede haber mejor en el cielo y en la tierra que llegar a ser hijos de Dios y coherederos de Cristo (cf. Rom 8,17)? ¡Nada en verdad! ¿Qué puede haber más insensato que desobedecer a Dios? El que cree, en efecto, que Dios existe, se hace un concepto muy grande de él, puesto que sabe que es el único Soberano, Creador y Señor de todas las cosas, que es inmortal y que su Reino no tendrá fin. Así pues, el que sabe que Dios es así, ¿cómo no se apresurará a dar su misma alma a la muerte por amor a él?» (Simón el Nuevo Teólogo).
San Alberto Hurtado nació el 22 de enero de 1901, en Viña del Mar, Chile, en el seno de una familia cristiana. Cuando tenía cuatro años su padre falleció; su madre quedó sola a cargo de Alberto y de su hermano. En 1909 ingresó al Colegio San Ignacio en donde comenzó a manifestarse su vocación por el sacerdocio. En 1923 ingresó al noviciado. Fue ordenado sacerdote en Bélgica en 1933. Volvió a Chile en 1936. En cada lugar el Padre Alberto Hurtado veía la cara de Cristo en los pobres. Fundó el Hogar de Cristo en 1944.
Tenía 51 años cuando le diagnosticaron cáncer. Pese a los fuertes dolores de su enfermedad, siguió trabajando por Cristo. El 18 de agosto de 1952 el padre Alberto Hurtado partió al encuentro con Cristo. El 16 de octubre de 1994, San Juan Pablo II beatificó al Padre Hurtado y fue canonizado el 23 de octubre de 2005 por el Papa Benedicto XVI.
En la mención dedicada a la vida del padre Hurtado durante la Misa de canonización de cinco nuevos santos, el Papa hizo notar cómo “el programa de vida de San Alberto Hurtado” fue la síntesis de: «Amarás a Dios con todo tu corazón… y a tu prójimo como a ti mismo».
Hoy meditamos la parábola del banquete de bodas que está llena de mucho simbolismo: el rey es Dios Padre, y su Hijo, Nuestro Señor Jesucristo. Los servidores del rey son sus discípulos, que son los mensajeros de la invitación, que es la Palabra. La boda es la Nueva Alianza de Dios Padre con la humanidad a través de su Hijo.
El rey, Nuestro Dios, pedía gratitud, pero su invitación a la Nueva Alianza es rechazada por los primeros invitados que, incluso, matan a algunos mensajeros. Desde entonces, Dios Padre lanza una invitación permanente a toda la humanidad.
La parábola muestra que el Reino de los cielos representa una propuesta radical que subvierte el orden del mundo, para el que la santidad es insoportable. Por ello, el texto es una invitación a llevar “traje de fiesta”, un traje de conversión, revistiéndonos espiritualmente a imagen de Dios, es decir, revistiéndonos de Cristo.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
La invitación a participar en las Bodas del Cordero es permanente y universal. La mesa del Señor está dispuesta para todos aquellos que quieran asistir correctamente. Dios Padre no se cansa de invitarnos a través de la Iglesia. Por ello, agradezcamos a Dios Padre por tan grande y hermoso llamado, y aceptemos su invitación.
Vistamos nuestro corazón con un traje de arrepentimiento, de amor y misericordia, y vayamos presurosos al encuentro de Nuestro Señor Jesucristo a través de su Palabra, de la Santa Eucaristía, de la adoración del Santísimo Sacramento y de la oración, teniendo como gran intercesora a Nuestra Santísima Madre. Vistámonos con el traje de la caridad, realizando obras de misericordia en favor de nuestros hermanos más necesitados, aquí y ahora.
Hermanos: a la luz de la Palabra, respondamos: ¿Acudimos presurosos a las múltiples invitaciones que nos hace el Señor para participar en nuestra parroquia o comunidad? ¿Podemos ser portadores también de la invitación de Dios Padre y llevarla a los hermanos que están alejados de los preceptos cristianos? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a vestirnos de gala y ser dignos participantes de la Boda del Cordero, es decir, del Reino de los cielos.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Dios y Padre nuestro, que, en San Alberto, presbítero, nos diste un signo admirable de tu amor, por su intercesión, concédenos preservar unidos en el Evangelio, acompañando con el amor de Cristo a nuestros hermanos, especialmente los abandonados y los pobres, y promover así el reino de justicia, de amor y de paz.
Amado Jesús, que nosotros, tu pueblo y ovejas de tu rebaño, te sigamos por medio de ti y hacia ti, porque tú eres el camino, la verdad y la vida.
Amado Jesús, imploramos tu misericordia para que todas las almas del purgatorio hereden la vida eterna.
Madre Santísima, Reina universal, intercede por nuestras peticiones ante la Santísima Trinidad. Amén.
- Contemplación y acción
Hermanos: contemplemos a Dios con un texto de Louis-Albert Lassus:
«¿Por qué habría de ser tan difícil creer en el amor loco de Dios y responder alegremente a su invitación a la fiesta? “Todo este, a punto; venid a la boda”. Pues bien, hemos buscado desde siempre protegernos de Dios, tomar garantías contra sus acercamientos, a veces con el pretexto de ocupaciones sensatas, de asuntos importantes, de preocupaciones mejores: “He comprado un campo y necesito ir a verlo; te ruego que me excuses. Otro dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas; te ruego que me excuses. Y otro dijo: Acabo de casarme y, por tanto, no puedo ir” (Lc 14,18); a veces, ocurre también que nos juzgamos no aptos; nos consideramos indignos: “No, no, esto no puede ser para mí; la invitación está reservada a otros, a la gente bien, a los sensatos, a las personas como es debido”. Como si no fueran precisamente los pequeños, los pobres, los que tienen acceso al conocimiento del misterio de Dios; como si no hubiera sido la despreciable gentuza de las calles y de las plazas los que llenaron la sala del banquete de la parábola… los ciegos, los lisiados, los cojos. Como si no supiéramos que el primero en entrar en el Reino siguiendo al Cordero degollado no fue Juan el Bautista, ni san José, ni el profeta Elías, ni tampoco Abrahán y Moisés, sino, sin duda, inmediatamente después de Adán y Eva (el honor les correspondía a ellos, a los “progenitores”, ciertamente), el ladrón-asesino que, colgado en la cruz que había junto a la del Salvador, olvidaba su homicidio y sus robos para no pensar más que en la misericordia de su Vecino-Dios. Y oye que le responde con tono calmado y dulce: “Hoy, antes de que se ponga el sol, estarás conmigo en el jardín de Dios”.
Tenemos la cabeza demasiado dura para comprender todo esto y el corazón todavía más duro para poder aceptarlo. Así, nos negamos, nos replegamos sobre nosotros mismos, nos cerramos al amor: “Excúsame, excúsame…”. En el fondo, se trata de falta de serenidad con nosotros mismos… Es una enorme gracia no ponernos coléricos con nosotros mismos, con los otros, y creer, en cambio, en el amor fiel y loco del Dios que viene a salvar lo que estaba perdido».
Queridos hermanos: hagamos el propósito de testimoniar a Nuestro Señor Jesucristo con nuestras acciones cotidianas, proclamando las maravillas del amor de Dios.
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.
Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.