LUNES XXII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL LUNES XXII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

MARTIRIO DE SAN JUAN BAUTISTA

«Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz» Lc 1,78-79.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 6,17-29

En aquel tiempo, Herodes había mandado a prender a Juan y lo había metido en la cárcel, encadenado. El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano. Herodías aborrecía a Juan y quería quitarlo de en medio; no acababa de conseguirlo, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre honrado y santo, y lo defendía. Cuando lo escuchaba, quedaba desconcertado, y lo escuchaba con gusto. La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea. La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los invitados. El rey le dijo a la joven: «Pídeme lo que quieras, que te lo doy» Y le juró: «Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino». Ella salió a preguntarle a su madre: «¿Qué le pido?». La madre le contestó: «La cabeza de Juan, el Bautista». Entró ella enseguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió: «Quiero que ahora mismo me des en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista». El rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los convidados, no quiso desairarla. Enseguida le mandó a un verdugo que trajera la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre. Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo enterraron.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«La memoria del justo debe ser exaltada, pero a ti, Juan el Precursor, te basta con el testimonio del Señor. En verdad, tú eres el más venerable de los profetas, porque has sido digno de bautizar en las aguas aquel que los demás profetas tan sólo habían anunciado. Por eso, después de haber luchado por la verdad, te has ido al dominio de los muertos a anunciar a Dios aparecido en la carne, aquel que quita el pecado del mundo (Jn 1,29) y nos da su gran compasión. El glorioso martirio del Precursor ha sido una etapa en la obra de la salvación, porque incluso en la estancia de los muertos ha anunciado la venida del Salvador» (Liturgia bizantina).

Hoy conmemoramos el martirio de Juan Bautista, el precursor de Nuestro Señor Jesucristo, que murió decapitado por anunciar la verdad. El pasaje evangélico de hoy describe cómo murió Juan Bautista como resultado de una venganza por denunciar las inmoralidades de Herodes.

Recordemos que Juan Bautista era hijo de Zacarías y de la prima de la Virgen María, Santa Isabel, y que saltó de gozo en el vientre de su madre cuando Nuestra Santísima Madre visitó a Isabel.

Juan Bautista es un ejemplo de entrega a la proclamación de la verdad, que, en clara referencia a Jesús, dijo: «Entre ustedes hay alguien a quien no conocen, que viene detrás de mí; y no soy digno de desatarle la correa de su sandalia». Lo que le sucedió a Juan Bautista se considera como una prefiguración de lo que le sucedería a Jesús más adelante.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Juan Bautista era la voz que clamaba en el desierto y por más que fue asesinado, jamás se pudo detener la obra de Dios. Él fue víctima de la corrupción, el mal que agobia a muchos países del mundo como consecuencia de la fragilidad espiritual de una importante proporción de personas que gestionan la administración pública y privada.

La causa central de la corrupción está en la fragilidad espiritualidad de las personas; por ello, el tratamiento de dicho problema tiene que ser espiritual. En tal sentido, todos estamos llamados a participar en la eliminación de este flagelo.

Hermanos: a la luz de la Palabra, respondamos: ¿Cómo actuamos frente a las situaciones de corrupción que ocurren en nuestro país y en nuestro entorno? Que las respuestas a esta pregunta permitan que, con la gracia de Dios, participemos más activamente en la lucha contra la corrupción y en la defensa de las causas justas.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Padre eterno, tú que quisiste que san Juan Bautista fuese el precursor de tu Hijo en su nacimiento y en su muerte, concédenos la gracia que, así como él murió mártir de la verdad y la justicia, nosotros luchemos valerosamente por la confesión de tu verdad.

Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo, ilumina las mentes de las autoridades de los gobiernos para que siempre actúen con justicia y sean fieles testigos de las enseñanzas de Jesús.

Amado Jesús, misericordia pura, mira con bondad y perdón a las almas del purgatorio, y permíteles alcanzar la vida eterna en el cielo.

Madre Santísima, Madre de la Iglesia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos al santo precursor de Nuestro Señor Jesucristo con una homilía de Beda el Venerable:

«El santo Precursor del nacimiento, de la predicación y de la muerte del Señor mostró en el momento de la lucha suprema una fortaleza digna de atraer la mirada de Dios ya que, como dice la Escritura, “aunque padeció tormentos a la vista de los hombres, su esperanza está llena de inmortalidad”. Con razón celebramos gozosamente el día de su natalicio, que él ha solemnizado con su martirio y adornado con el fulgor carmesí de su sangre; con razón veneramos con gozo espiritual la memoria de aquel que selló con su martirio el testimonio que había dado del Señor.

No hay duda de que el bienaventurado Juan sufrió prisiones y cadenas y dio su vida en testimonio de nuestro Redentor, de quien fue precursor. Su perseguidor no lo forzó a negar a Cristo, pero sí trató de obligarlo a que callara la verdad; ello es suficiente para afirmar que murió por Cristo.

Cristo, en efecto, dice: “Yo soy la verdad”; por consiguiente, si Juan derramó su sangre por la verdad, la derramó por Cristo; y él, que precedió a Cristo en su nacimiento, en su predicación y en su bautismo, anunció también con su martirio, anterior al de Cristo, la pasión futura del Señor.

Este hombre tan eximio terminó, pues, su vida derramando su sangre, después de un largo y penoso cautiverio. Él que había evangelizado la libertad de una paz que viene de arriba, fue encarcelado por unos hombres malvados; fue encerrado en la oscuridad de un calabozo aquel que vino a dar testimonio de la luz y a quien Cristo, la luz en persona, dio el título de “lámpara que arde y brilla”; fue bautizado en su propia sangre aquel a quien fue dado bautizar al Redentor del mundo, oír la voz del Padre que resonaba sobre Cristo y ver la gracia del Espíritu Santo que descendía sobre él. Mas, a él, todos aquellos tormentos temporales no le resultaban penosos, sino más bien leves y agradables, ya que los sufría por causa de la verdad y sabía que habían de merecerle un premio y un gozo sin fin.

La muerte —que de todas maneras había de acaecerle por ley natural— era para él algo apetecible, teniendo en cuenta que la sufría por la confesión del nombre de Cristo y que con ella alcanzaría la palma de la vida eterna. Bien lo dice el Apóstol: A vosotros se os ha concedido la gracia de estar del lado de Cristo, no sólo creyendo en él, sino sufriendo por él. El mismo Apóstol explica, en otro lugar, por qué sea un don el hecho de sufrir por Cristo: Los sufrimientos de este tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que un día se nos descubrirá».

Queridos hermanos: invocando diariamente la inspiración y el auxilio del Espíritu Santo, hagamos el propósito de rezar y de actuar decidida y valerosamente frente a los actos corrupción y de injusticia que ocurren contra las personas más débiles y vulnerables.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.