LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES XXIII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO C
«Bienaventurados ustedes, cuando los hombres los odien, y los excluyan, y los insulten, y desprecien su nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alégrense ese día y salten de gozo, porque su recompensa será grande en el cielo» Lc 6,22-23.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Lucas 6,20-26
En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo: «Bienaventurados los pobres, porque de ustedes es el reino de Dios. Bienaventurados los que ahora tienen hambre, porque quedarán saciados. Bienaventurados los que ahora lloran, porque reirán. Bienaventurados ustedes, cuando los hombres los odien, y los excluyan, y los insulten, y desprecien su nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alégrense ese día y salten de gozo, porque su recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían sus padres con los profetas. Pero ¡ay de ustedes, los ricos, porque ya tienen su consuelo! ¡Ay de ustedes, los que ahora están saciados, porque tendrán hambre! ¡Ay de los que ahora ríen, porque harán duelo y llorarán! ¡Ay si todo el mundo habla bien de ustedes! Eso es lo que hacían sus padres con los falsos profetas».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«En aquel monte humilde … Jesús hizo ver que el mundo no tiene fin ni confín y escribió en la carne de los corazones – no en piedra como lo hizo Yavé – el canto del hombre nuevo, el himno de la soberana excelencia» (Giovanni Papini).
En el pasaje evangélico de hoy, Lucas presenta la síntesis de las bienaventuranzas que se encuentran también en Mateo 5,1-12, y que forman parte del “Sermón de la montaña”. Mientras Mateo presenta ocho bienaventuranzas, Lucas sintetiza las bienaventuranzas en cuatro aspectos: la pobreza, el hambre, el llanto o tristeza y la persecución; aunque es importante mencionar que es creíble que Jesús haya pronunciado un número mayor de bienaventuranzas.
En ambos evangelios la bienaventuranza de los pobres es la primera y da título a todas las demás. Como dijo San Agustín «en esta bienaventuranza se corona la pobreza interior, ese aniquilamiento radical, ese vacío interno que se llama humildad. Es la que atraviesa todas las pruebas».
Las bienaventuranzas mencionadas en el texto de hoy van acompañadas de cuatro “ayes” o imprecaciones a quienes no cumplen los mandamientos del amor de Dios.
Las bienaventuranzas son los valores más elevados del Reino de Dios y constituyen la carta magna del nuevo programa divino, ya que son el trazo más bello del rostro de Jesús. Son el corazón del evangelio.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
En la lectura de hoy, cuando Nuestro Señor Jesucristo levanta los ojos a sus discípulos, se dirige también a nosotros con el fin de elevar nuestros pensamientos y espíritu hacia él. Las bienaventuranzas, tanto en Mateo, como en Lucas, son el trazo más hermoso del rostro y del amor de Nuestro Señor Jesucristo; asombran, sorprenden y sacuden nuestra conciencia.
Las cuatro imprecaciones son serias advertencias si es que no usamos los bienes espirituales y materiales para el cumplimiento de nuestra misión.
Hermanos: ¿Cuantas veces nuestra Iglesia y nosotros mismos somos atacados por defender los mandamientos del amor aplicados a la vida del nonato, de los enfermos y ancianos, de la familia, tan atacada por la ideología de género? Cuando estemos presentes ante una situación como la descrita, recordemos que la persecución es prenda de tesoros en el cielo; pero, además, es necesario que estemos preparados para defender nuestra fe.
Meditando la lectura, intentemos responder: ¿Cómo actuamos con las personas más pobres, con aquellas que tienen hambre de Dios, con quienes lloran? ¿Cómo actuamos cuando somos atacados por nuestras creencias cristianas, especialmente cuando defendemos la vida y la familia? Que las respuestas a estas preguntas sean de utilidad para conocer más sobre la Palabra de Dios, sobre la defensa de la vida, de la familia y de otros aspectos fundamentales de la fe.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Amado Jesús, concédenos el santo orgullo de pertenecerte, de seguirte a ti, que diste la vida por toda la humanidad; que nada nos aparte jamás de la plena certeza de que solo en ti, contigo y por ti, somos y seremos dichosos.
Espíritu Santo: concede a toda la Iglesia, a los consagrados y consagrados, a los laicos y a todos los que buscan al Señor, la sabiduría para vivir el Evangelio y así alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
Amado Jesús, te pedimos concedas tu misericordia a los difuntos de todo tiempo y lugar para que lleguen al Reino de los cielos, y protege, del enemigo, a las almas de las personas agonizantes.
Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, Madre del Verbo, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con la lectura de un escrito del padre Jacques Philippe:
«Las Bienaventuranzas son una llamada a la conversión personal, una transformación interior que concierne ante todo a la persona. Pero implican también una dimensión comunitaria…
Las Bienaventuranzas hacen posible toda vida compartida. Sin humildad, misericordia, mansedumbre… ninguna comunidad de vida se sostiene. Añadiría que no pueden ser vividas verdaderamente más que en el marco de una vida en común (¿cómo reconocerse pobre sin la confrontación con otros?, ¿cómo practicar la mansedumbre, la paciencia y la humildad sin la convivencia estrecha con otros?). La vida común es el lugar privilegiado para vivirlas, para adquirir la experiencia de su verdad y su fecundidad. No sorprende que muchas comunidades religiosas e instituciones de vida evangélica se refieran en sus reglas a las Bienaventuranzas.
Habría también mucho que decir sobre el matrimonio y la familia como lugar privilegiado para comprenderlas y practicarlas. La familia es la primera y más esencial de todas las comunidades cristianas, y ¿dónde se puede hacer mejor la experiencia de la propia pobreza y de la del otro, sino en la vida compartida de los cónyuges y de los miembros de una misma familia?
Las Bienaventuranzas muestran todo su sentido, su belleza y su irradiación, cuando se convierten en la regla de vida de una comunidad. Los “pobres del Señor” … siempre han sentido la necesidad de unirse, de vivir como hermanos, de animarse mutuamente, de compartir, de encontrarse para celebrar juntos el amor y la fidelidad del Señor. Se reconocen apenas se ven, se sienten miembros de la misma familia espiritual. Se podrían mencionar un cierto número de realidades históricas: los grupos piadosos de los Anawim (pobres de Yahweh) en la historia de Israel, cuya piedad, aspiraciones y actitudes del corazón se reflejan en muchos salmos; la Iglesia de Jerusalén descrita en los Hechos de los Apóstoles, el movimiento franciscano de los comienzos; algunas comunidades nuevas suscitadas hoy en la Iglesia por el Espíritu Santo…
Siempre hubo en la Iglesia esos lugares privilegiados para testimoniar de modo visible y luminoso el esplendor de este mensaje evangélico, y es de desear que haya cada vez más, y que sean muchas las familias que escuchen esta llamada, hoy más fuerte que nunca, para modelarse según el espíritu evangélico y no según el espíritu mundano».
Queridos hermanos: hagamos el compromiso de preparar nuestro corazón y mente para defender nuestra fe. Con nuestras obras, seamos fieles portadores de la Palabra de Nuestro Señor Jesucristo hacia los destinatarios de las bienaventuranzas. Ayudemos a las personas que aún no conocen a Dios, a acercarse a Él y que experimenten su acción sanadora y liberadora.
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.
Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.