LUNES XXIV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL LUNES XXIV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

SANTÍSIMO NOMBRE DE MARÍA

«Señor, no te molestes; no soy yo digno de que entres en mi casa, por eso no me he atrevido a venir personalmente. Pero basta una palabra tuya y mi criado quedará sano» Lc 7,6-7.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 7,1-10

En aquel tiempo, cuando terminó Jesús de hablar a la gente, entró en Cafarnaún. Un centurión tenía enfermo, a punto de morir, a un criado a quién estimaba mucho. Al oír hablar de Jesús, le envió algunos ancianos judíos para rogarle que fuera a curar a su criado. Ellos, presentándose a Jesús, le rogaban encarecidamente: «Merece que se lo concedas, porque tiene afecto a nuestro pueblo y nos ha construido la sinagoga». Jesús se fue con ellos. No estaba lejos de la casa, cuando el centurión le envió algunos amigos a decirle: «Señor, no te molestes; no soy yo digno de que entres en mi casa, por eso no me he atrevido a venir personalmente. Pero basta una palabra tuya y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: “ve” y va; al otro: “ven” y viene; y a mi criado: “haz esto”, y lo hace». Al oír esto, Jesús se admiró de él y volviéndose a la gente que lo seguía, dijo: «Les digo que ni en Israel he encontrada tanta fe». Y al volver a casa, los enviados encontraron al criado sano.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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Hoy celebramos el Santísimo Nombre de María, cuya fiesta se origina el 12 de septiembre de 1683 cuando el polaco Sobietski llegó con sus tropas a Viena y con su victoria, salvó a Europa de un plan de conquista islámico por parte del sultán Mehmet IV.

Aunque el ejército turco superaba en cuatro veces el tamaño del ejército defensor, Sobietski sabía que el futuro de Europa y de la cristiandad estaban en juego. El 12 de septiembre, muy temprano en la mañana, Sobieski fue a Misa y puso su ejército en manos de Dios.

Sobietski dio todo el crédito de la victoria a Dios. En agradecimiento a Nuestra Santísima Madre por la victoria lograda, el Papa Inocencio XI extendió la fiesta del Dulce Nombre de María a la Iglesia Universal, el 12 de septiembre.

En el libro “El secreto admirable del Santísimo Rosario”, San Luis María Grignion de Montfort cuenta que la Virgen, llevando sobre el pecho la salutación angélica escrita en letras de oro, se le apareció a Santa Matilde y le dijo: “El nombre de María, que significa Señora de la luz, indica que Dios me colmó de sabiduría y luz, como astros brillantes, para iluminar los cielos y la tierra”.

El texto de hoy relata un episodio protagonizado por Jesús en Cafarnaún, cuando recibe el mensaje de un centurión romano, pidiéndole que cure a su siervo. Los centuriones pertenecían al imperio romano y tenían responsabilidades militares y políticas. Eran considerados paganos y los judíos creían que, si interactuaban con ellos, quedaban impuros.

Aun cuando ninguno de los dos interlocutores se conoce, Jesús y el centurión, el diálogo es cercano porque el centurión, con fe, reconoce la divinidad de Jesús y su dominio sobrenatural sobre la creación. Y Jesús se queda admirado de la nobleza y humildad de este centurión, y lo elogia diciendo que en ninguna persona de Israel había encontrado una fe tan grande; y, con su palabra eficaz, Jesús acorta la distancia.

Las palabras del centurión se han convertido en una de las más hermosas oraciones litúrgicas con que los fieles se preparan para comulgar: «Señor no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme».

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

¡Si tuviéramos esa fe inquebrantable del centurión en Jesús! Es realmente admirable y nos llena de asombro. A la vez, es un maravilloso ejemplo que debemos cultivar con nuestra plena disponibilidad de servicio, y pidiendo al Espíritu Santo la gracia para alcanzar dicha fe.

Es también una lección ya que a veces rechazamos a personas que no forman parte de nuestra comunidad e incluso de nuestro credo, pero que, sin embargo, son ejemplo de actitud y fe inquebrantable. Por ello, que la lectura de hoy sea un llamado para que confiemos nuestros planes a Nuestro Señor Jesucristo y nos abandonemos en Él, para conseguir la sanación de nuestro espíritu y la paz de nuestro corazón. Recordemos que la esencia de la fe es la humildad, aquella que nace en el reconocimiento de nuestra pequeñez ante la inmensidad de la bondad y el amor divino.

Queridos hermanos, meditando la palabra de hoy, es conveniente que nos preguntemos: ¿Cómo está nuestra confianza y fe en Nuestro Señor Jesucristo? Que las respuestas a esta pregunta nos impulsen a confiar plenamente en Jesús, pidiendo la gracia de aumentar nuestra fe y liberarnos de la inseguridad.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Padre eterno, Dios Todopoderoso, te pedimos que a todos los que celebran el Santísimo Nombre de Santa María Virgen, ella les conceda los beneficios de tu misericordia en el Santísimo Nombre de Nuestro Señor Jesucristo.

Amado Jesús, acepta nuestro deseo de acercarnos más a tu sagrado corazón, te suplicamos nos envíes tu Espíritu Santo para que nos ayude a aumentar nuestra fe en tu bondad, y dar testimonio tuyo a través de nuestras vidas.

Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo, otórgale a la Iglesia la fe del centurión que transformó su confianza y humildad en un prodigio de amor y de fe.

Amado Señor Jesús, te suplicamos recibas en tu reino, por tu inmensa misericordia, a nuestros hermanos difuntos.

¡Dulce Madre, María!, Madre celestial, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un sermón de Manuel Garrido Bonaño:

«San Ambrosio afirma que la fe del centurión representa al pueblo pagano, que se hallaba aprisionado por las cadenas de la esclavitud al mundo, enfermo de pasiones mortales, y que había de ser sanado por la bondad del Señor. En la curación del siervo del centurión, Jesús se contenta con la palabra y responde así al elogio de la eficacia de la palabra pronunciada por el centurión, cuando éste último invita a Cristo a servirse únicamente de su palabra para realizar la curación. La Iglesia ha recogido las palabras del centurión en la Misa, antes de la comunión, para expresar su fe en Cristo, realmente presente en la Eucaristía.

Todos los días nos pide Dios que tengamos fe en su Palabra, que nos llega a través de la Iglesia. La fe lo ilumina todo con nueva luz y manifiesta el plan divino sobre la entera vocación del hombre. Dice San León Magno: “No es la sabiduría terrena la que descubre la fe, ni la opinión humana la que puede conseguirla: el mismo Hijo único del Padre es quien la ha enseñado y el Espíritu Santo quien la instruye”».

Queridos hermanos: pidamos diariamente la intervención del Espíritu Santo para que nos conceda la gracia de incrementar nuestra fe. Acompañemos estas peticiones con la oración frecuente y la meditación diaria de la Palabra, con el fin de conocer más a Nuestro Señor Jesucristo. Así mismo, que la Santa Eucaristía sea nuestro alimento del alma.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.