LECTIO DIVINA DEL SÁBADO XXIV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO C
SAN ROBERTO BELARMINO, OBISPO Y DOCTOR DE LA IGLESIA; IMPRESIÓN DE LAS LLAGAS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS
«Los de la tierra buena son los que con un corazón noble y generoso escuchan la Palabra, la guardan y dan fruto gracias a su perseverancia» Lc 8,15.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Lucas 8,4-15
En aquel tiempo se reunió alrededor de Jesús mucha gente y al pasar por los pueblos otros se iban añadiendo. Entonces les dijo esta parábola: «Salió el sembrador a sembrar su semilla. Al sembrarla, una parte de la semilla cayó al borde del camino, la pisaron y las aves del cielo se la comieron. Otra parte cayó sobre terreno pedregoso y, al crecer, y se secó por falta de humedad. Otro poco cayó entre zarzas, y las zarzas, creciendo al mismo tiempo, la ahogaron. El resto cayó en tierra buena y, crecer, dio fruto al ciento por uno». Dicho esto, exclamó: «El que tenga oídos para oír, que oiga».
Entonces los discípulos le preguntaron: «Qué significa esa parábola». Él les respondió: «A ustedes se les ha concedido conocer los secretos del Reino de Dios, pero a los demás solo en parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan. El sentido de la parábola es este: la semilla es la Palabra de Dios. Los que están al borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el diablo y arranca la Palabra de sus corazones, para que no crean ni se salven. Los del terreno pedregoso son los que, al escucharla, reciben la Palabra con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la tentación fallan. Lo que cayó entre zarzas son los que escuchan, pero los afanes, las riquezas y los placeres de la vida, los van ahogando y no maduran. Los de la tierra buena son los que con un corazón noble y generoso escuchan la Palabra, la guardan y dan fruto gracias a su perseverancia».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«Lámpara es tu Palabra para mis pasos, luz en mi sendero» (Salmo 118).
San Roberto Belarmino nació en Montepulciano (Italia) el 4 de octubre de 1542. Entró a la orden Jesuita y fue ordenado sacerdote el 25 de marzo de 1570. Se desempeño como profesor, prefecto de estudios y director espiritual en Lovaina; teniendo entre sus dirigidos a San Luis Gonzaga. También fue consultor del Santo Oficio y arzobispo de Capua. En Roma escribió la mayoría de sus obras, donde murió el 17 de septiembre de 1621, fue canonizado el 29 de junio de 1930 y declarado doctor de la Iglesia el 17 de septiembre de 1931.
El 17 septiembre todas las comunidades franciscanas celebran la impresión de las llagas de San Francisco de Asís. Pocos santos han influido tanto en la historia civil y eclesiástica de todos los tiempos como el “Pobrecillo de Asís”. Y pocos han vivido las máximas evangélicas como este hombre que se identificó tanto con Jesucristo crucificado, que mereció recibir en su cuerpo las señales de la Pasión.
Hoy meditamos la parábola del sembrador que se encuentra también en Mateo 12,1-23 y en Marcos 4,1-20. Con esta parábola, Jesús señala que la cuestión no está en la cantidad, en las manifestaciones masivas de acogida y de aprobación de su propuesta; sino que el tema central está en la calidad, no importa que sean pocos los que se comprometan en la tarea, lo importante es la radicalidad, la capacidad de entregarse por completo a la tarea de la instauración del reino. Por ello, decidió explicar detalladamente el significado de la parábola del sembrador, solo a sus discípulos.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
En el pasaje evangélico de hoy, Jesús explica cuatro diferentes actitudes que muchas veces adoptamos ante la escucha y/o lectura de la Palabra de Dios que es sembrada en nuestros corazones. Es, a la vez, una llamada de atención, ya que tres de las cuatro actitudes culminan en fracaso.
En el primer caso, la falta de interés deja inermes a las personas y a merced del enemigo del amor. En el segundo, el corazón es un campo con raíces poco profundas, donde la Palabra no puede dar fruto. En el tercero, en un corazón endurecido, es imposible que la Palabra eche raíces. Solo en el cuarto caso la semilla da fruto: cuando cae en las zonas de raíces firmes de nuestro corazón, en los campos de bondad, de libertad y de amor.
En este sentido, el texto de hoy nos invita a mirar nuestra conciencia y limpiar aquellos campos en los que no florece la Palabra de Nuestro Señor Jesucristo y prepararlos para que allí germine la bondad y el amor de Dios. La Palabra es una semilla con potenciales brotes divinos. Por ello, es vital que la escuchemos y la entendamos y, con la ayuda del Espíritu Santo, la hagamos germinar en nuestras vidas.
Hermanos, el pasaje evangélico de hoy nos invita a preguntarnos: ¿Cuál es la actitud que asumimos para leer o escuchar la Palabra de Dios? ¿Invocamos al Espíritu Santo para que nos ayude a entender y a extender la Palabra? ¿Cuál es el grado de compromiso que tenemos con las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a leer y escuchar la Palabra, luego entenderla, y después producir el fruto abundante de sus enseñanzas: el ciento por uno.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Padre eterno, oh, Dios, que dotaste a San Roberto Belarmino, obispo, de admirable sabiduría y santidad para defender la fe de tu Iglesia, concede a tu pueblo, por su intercesión, alegrarse siempre en la integridad de esta misma fe.
Dios de amor y misericordia, que marcaste con las señales de la Pasión de tu Hijo al bienaventurado Padre Francisco para encender en nuestros corazones el fuego de tu amor, concédenos, por su intercesión, configurarnos a la muerte de Cristo para vivir eternamente con Él.
Amado Jesús: sembrador generoso, gracias por tu Palabra, concédenos un corazón bueno en el que se deposite y fructifique tu Palabra.
Amado Jesús, Maestro de sabiduría, inspira con el Espíritu Santo a toda la Iglesia para que, siendo portadora eficaz de la semilla, que es tu Palabra, la haga florecer, y que sus frutos ayuden a extender el Reino de los cielos a toda la humanidad.
Padre eterno, por tu inmenso amor y misericordia, concede a todos los difuntos de todo tiempo y lugar, la gracia de disfrutar del gozo eterno; en especial a aquellos que más necesitan de tu misericordia.
Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, Madre del amor hermoso, Reina de los ángeles, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo a través de la “Leyenda Mayor” franciscana:
«Elevándose, pues, a Dios a impulsos del ardor seráfico de sus deseos y transformado por su tierna compasión en aquel que a causa de su extrema caridad quiso ser crucificado: cierta mañana de un día próximo a la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, mientras oraba en uno de los flancos del monte, vio bajar de lo más alto del cielo a un serafín que tenía seis alas tan ígneas como resplandecientes. En vuelo rapidísimo avanzó hacia el lugar donde se encontraba el varón de Dios, deteniéndose en el aire.
Apareció entonces entre las alas la efigie de un hombre crucificado, cuyas manos y pies estaban extendidos a modo de cruz y clavados a ella. Dos alas se alzaban sobre la cabeza, dos se extendían para volar y otras dos restantes cubrían todo su cuerpo.
Ante tal aparición, el santo quedó lleno de estupor y experimentó en su corazón un gozo mezclado de dolor. Se alegraba, en efecto, con aquella graciosa mirada con que se veía contemplado por Cristo bajo la imagen de un serafín; pero, al mismo tiempo, el verlo clavado en la cruz era como una espada de dolor compasivo que atravesaba su alma.
Estaba sumamente admirado ante una visión tan misteriosa, sabiendo que el dolor de la pasión de ningún modo podía avenirse con la dicha inmortal de un serafín. Por fin, el Señor le dio a entender que aquella visión le había sido presentada así por la divina Providencia para que el amigo de Cristo supiera de antemano que había de ser transformado totalmente en la imagen de Cristo crucificado, no por el martirio de la carne, sino por el incendio de su espíritu. Así sucedió, porque al desaparecer la visión dejó en su corazón un ardor maravilloso, y no fue menos maravillosa la efigie de las señales que imprimió en su carne».
Queridos hermanos: acerquémonos al buen sembrador, a Nuestro Señor Jesucristo, a través de su Palabra. Meditemos sus enseñanzas y pidamos al Espíritu Santo la inspiración para llevarla a la práctica mediante obras de misericordia.
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.
Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.