Sábado de la semana XXV de Tiempo ordinario 24 de septiembre de 2022 – CICLO C: NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED.

LECTIO DIVINA DEL SÁBADO XXV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED

«Oigan bien esto y no lo olviden: al Hijo del Hombre lo van a entregar en manos de los hombres» Lc 9,44.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 9,43b-45

En aquel tiempo, entre la admiración general por lo que hacía, Jesús dijo a sus discípulos: «Oigan bien esto y no lo olviden: al Hijo del hombre lo van a entregar en manos de los hombres». Pero ellos no entendían este lenguaje; les resultaba tan oscuro que no podían comprenderlo. Y les daba miedo preguntarle acerca de esto.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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Alegrémonos todos en el Señor al celebrar este día la fiesta en honor de Santa María, Virgen de la Merced, que significa “misericordia”, “liberación”. Los ángeles se alegran y alaban al Hijo de Dios. Esta advocación se remonta al siglo XIII cuando la Virgen se le aparece a San Pedro Nolasco y lo anima a seguir liberando a los cristianos esclavos. En esa época los moros saqueaban y se llevaban a los cristianos como esclavos a África. En esa terrible condición, muchos perdían la fe al pensar que Dios los había abandonado.

Pedro Nolasco, ante esta situación, vendió su patrimonio para liberar a los cautivos. Formó un grupo para organizar expediciones y negociar redenciones. Cuando se acabó el dinero, pidieron limosna. Sin embargo, las ayudas también se terminaron. Nolasco pide a Dios que le ayude. En respuesta, la Virgen se le aparece y le solicita que funde una congregación para redimir cautivos.

Nolasco le preguntó: «¡Oh, Virgen María, madre de gracia, madre de misericordia! ¿Quién podrá creer que tú me mandas?» Y María respondió: «No dudes en nada, porque es voluntad de Dios que se funde una orden de ese tipo en honor mío; será una orden cuyos hermanos y profesos, a imitación de mi hijo Jesucristo, estarán puestos para ruina y redención de muchos cristianos y serán signo de contradicción para muchos». Ante este deseo, se funda la orden de los Mercedarios en 1218 en Barcelona, España, y San Pedro Nolasco fue nombrado Superior General por el Papa Gregorio IX.

En el año 1696, el Papa Inocencio XII fijó el 24 de septiembre como la Fiesta de la Virgen de la Merced para toda la Iglesia.

Nuestro Señor Jesucristo realizó los siguientes anuncios de su pasión y muerte: el primero se encuentra en Mateo 16,21-23, Marcos 8,31-35 y en Lucas 9,21-24. El segundo en Mateo 17,22-23, en Marcos 9,30-32 y en Lucas 9,44-45. Y el tercero en Mateo 20,17-19, en Marcos 10,32-34 y en Lucas 18,31-34.

El pasaje evangélico de hoy presenta el segundo anuncio de su Pasión y muerte. Sus discípulos no entendieron que el camino de Jesús era de entrega total; en su razonamiento, no podían aceptar que el Mesías sea siervo de la humanidad. Aunque vislumbraban algo inquietante, prefieren seguir en su ignorancia por temor a preguntarle. Ellos imaginaban un mesías con glorias humanas, que liberaría a Israel de la dominación política y militar romana. Necesitaban el tiempo y la gracia del Espíritu Santo para dar el salto espiritual de la comprensión divina.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Madre Santísima, Virgen de la Merced: encomendamos a tu corazón inmaculado a todo el género humano; condúcelo al conocimiento del único y verdadero Salvador, Jesucristo; aleja de la humanidad los males del pecado y concédele la paz en la verdad, en la justicia, en la libertad y en el amor.

Meditemos con San Pío de Pietrelcina: «No sabes lo que la obediencia es capaz de producir por un sí, por un simple sí. “Que se haga en mí según tu palabra” … Y María se convierte en Madre de Dios. Diciendo su sí, se declara esclava del Señor y conserva intacta su virginidad, tan estimada por ella misma y por Dios. Por este sí de María, el mundo obtiene la salvación, la humanidad es rescatada. Entonces procuremos nosotros también cumplir la voluntad de Dios y digamos sí todos los días al Señor. Que María haga florecer en tu alma nuevas virtudes y que te guarde. Ella es el mar que hay que atravesar para llegar a las costas esplendorosas de la eternidad. Permanece pues con ella. A ejemplo de María, apóyate en la cruz de Cristo. Encontrarás gran alivio y fortaleza. María permanecía de pie bajo la cruz, junto a su Hijo crucificado. En ningún momento Jesús la amó tanto como en aquel trance de sufrimientos intolerables».

Hermanos, a la luz de Nuestra Santísima Madre, corredentora y esplendor de la nueva vida, respondamos: ¿Tenemos la disponibilidad de María para ser instrumentos de la misericordia de Dios? ¿Invocamos al Espíritu Santo en la realización de nuestras actividades cotidianas? ¿Acudimos a Nuestra Santísima Madre para acercarnos más a Jesús? Que las respuestas a estas preguntas nos permitan reconocer en nuestra vida las manifestaciones divinas de la Santísima Trinidad y de Nuestra Santísima Madre, y podamos responderles con amor, obediencia y agradecimiento. Hermanos: pidamos al Espíritu Santo que nos ayude a santificar nuestras realidades terrenas.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Padre eterno, que en tu admirable providencia quisiste que la Madre de tu único Hijo experimentase las angustias y los sufrimientos humanos; por la intercesión de María, consuelo de afligidos y libertadora de cautivos, concede a los que sufren cualquier modo de esclavitud la verdadera libertad de los hijos de Dios.

Padre Eterno, que tu Hijo, el Verbo Encarnado, more en nosotros a través de la Palabra convertida en acción santificadora y que sepamos reconocer al Espíritu Santo en toda circunstancia de nuestras vidas y, de manera especial, en los sacramentos. Renueva en la Iglesia la disponibilidad Mariana para acoger tus mandatos.

Amado Jesús, te suplicamos abras las puertas de tu Reino a los difuntos y protege a las almas de las personas agonizantes para que lleguen a contemplar tu rostro.

¡Dulce Madre, María!, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestra Santísima Madre, la Virgen de la Merced, con un escrito de Ricardo de San Lorenzo:

«Aunque ahora reina en el cielo, es ella la que obtiene siempre para todos los fieles la misericordia. Ya leemos en el evangelio que intercedió ante su Hijo en favor de los hombres: “Hijo, no tienen vino” (Jn 2,2). Como si hubiera querido decir: Hijo, los hombres, hambrientos y sedientos, necesitan tu misericordia y tu amor, para que de ahora en adelante el vino de la gracia lleve alegría a los que hasta ahora había entristecido el sabor insípido de la observancia legal.

Cristo, por las oraciones y los méritos de su madre, sigue cambiando todavía el agua de los pecados en el vino de la gracia, y el agua de las miserias en el vino de los consuelos. Esta madre intercede, en efecto, por nosotros con gemidos inenarrables: ella es la que nos obtiene, por su bondad, llorar nuestras culpas e impetrar con la oración el perdón».

Hermanos, que el amor de la Santísima Trinidad y el ejemplo de Nuestra Santísima Madre se manifiesten a través de nosotros, con la realización de obras de misericordia y la meditación de la Palabra, infundiendo un espíritu cristiano a la sociedad actual.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.