VIERNES XXV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL VIERNES XXV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

SAN PÍO DE PIETRELCINA

Y Él les preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?». Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías de Dios» Lc 9,20.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 9,18-22

Una vez que Jesús estaba orando solo, en compañía de sus discípulos, les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?». Ellos le contestaron: «Unos dicen que eres Juan el Bautista, otros, que Elías y otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas». Y Él les preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?». Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías de Dios». Él les ordenó que no se lo dijeran a nadie. Y añadió: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser rechazado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«El Padre Pío de Pietrelcina, al igual que el apóstol Pablo, puso en la cumbre de su vida y de su apostolado la Cruz de su Señor como su fuerza, su sabiduría y su gloria. Inflamado de amor hacia Jesucristo, se conformó a Él por medio de la inmolación de sí mismo por la salvación del mundo. En el seguimiento y la imitación de Cristo Crucificado fue tan generoso y perfecto que hubiera podido decir “con Cristo estoy crucificado: y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal 2,19). Derramó sin parar los tesoros de la gracia que Dios le había concedido con especial generosidad a través de su ministerio, sirviendo a los hombres y mujeres que se acercaban a él, cada vez más numerosos, y engendrando una inmensa multitud de hijos e hijas espirituales» (Biografía de San Pío de Pietrelcina en página web del Vaticano).

Hoy celebramos a San Pío de Pietrelcina, sacerdote franciscano, que en 1918 recibió la gracia de la transverberación del corazón y los estigmas de Nuestro Señor Jesucristo que llevó en su cuerpo de manera visible durante cincuenta años.

Francesco Forgione nació en Pietrelcina, en la región italiana de Benevento, el 25 de mayo de 1887. Ingresó a la orden los Hermanos Menores Capuchinos el 6 de enero de 1903; fue ordenado sacerdote en la catedral de Benevento el 10 de agosto de 1910. El 28 de julio de 1916 pasó a San Giovanni Rotondo, en Apulia, sirviendo al pueblo de Dios con oración y humildad mediante la dirección espiritual de los fieles, la reconciliación de los penitentes y el cuidad esmerado a los enfermos y a los pobres.

Dios lo dotó de muchos dones, como el discernimiento extraordinario que le permitió leer los corazones y las conciencias. Por ello muchos fieles acudían a confesarse con él. Murió el 23 de setiembre de 1968; fue beatificado y canonizado por San Juan Pablo II en 1999 y 2002, respectivamente.

El texto de hoy está integrado por la “Confesión de Pedro” y el primer anuncio de su pasión, muerte y resurrección que hace Jesús. También se puede ubicar en Mateo 16,13-28, y en Marcos 8,27-9,1.

En la lectura se aprecia que había muchos rumores sobre Jesús. La gente no tenía una percepción clara sobre su identidad, aunque su fama se había extendido por toda la región. Ante este panorama, Jesús deseaba conocer de boca de sus propios discípulos si habían comprendido quién era Él. Pedro responde por todos los discípulos que Jesús es el Mesías de Dios, el Ungido.

Luego de la “Confesión de Pedro”, Jesús expone el destino que le espera, haciendo el primer anuncio de su pasión, muerte y resurrección.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

La pregunta de Jesús a sus apóstoles es también una interpelación para todos nosotros y para toda la humanidad. En la actualidad, veintiún siglos después, la pregunta sigue vigente para todos los cristianos con la finalidad de que demos razón de nuestra fe en Nuestro Señor Jesucristo, y de su proyecto de vida eterna.

La confesión de Pedro es el punto de llegada y, a la vez, el punto de partida para la etapa siguiente de la formación espiritual de los apóstoles, porque no basta profesar a Jesús de palabra, hay que profesarlo con las obras de misericordia. Así mismo, debemos tener en cuenta que Nuestro Señor Jesucristo abrazó la cruz por amor a la humanidad, para liberarnos de la esclavitud del pecado y vencer al enemigo del amor de una vez para siempre. Por ello, el seguimiento a Nuestro Señor Jesucristo no debe excluir la realidad de la cruz.

Hermanos: cada uno de nosotros está llamado a responder ¿Quién es Jesús? Las respuestas no deben considerar nuestros conocimientos sobre Él, sino que debemos abrir nuestro corazón al misterio del Amor de los amores, con el fin de llegar, como Pedro, a comprender que Nuestro Señor Jesucristo es la fuente de la misericordia y de la sanación integral de toda la humanidad, que Él es la salvación para todos.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Dios Padre, todopoderoso y eterno, que concediste a san Pío de Pietrelcina la gracia singular de participar en la cruz de tu Hijo, y por su ministerio renovaste las maravillas de tu misericordia, concédenos por su intercesión, que, compartiendo los sufrimientos de Cristo, lleguemos felizmente a la gloria de su resurrección.

Amado Jesús, te rogamos envíes tu Santo Espíritu para que realicemos una profesión de fe que se convierta en un seguimiento firme y cotidiano en nuestras familias y por donde vayamos.

Amado Jesús, que la comprensión de tu mensaje de amor y misericordia nos lleve a la realización de obras de misericordia en favor de nuestros hermanos más necesitados espiritual y materialmente.

Amado Jesús, te suplicamos abras las puertas de tu Reino a los difuntos y protege a las almas de las personas agonizantes para que lleguen a contemplar tu rostro.

¡Dulce Madre, María!, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo a través de un escrito de San Pío de Pietrelcina:

«Mediante asiduos golpes de cincel saludable y cuidadoso despojo, el divino Artífice busca preparar piedras para construir un edificio eterno, como nuestra madre, la santa Iglesia Católica, llena de ternura, canta en el himno del oficio de la dedicación de una iglesia. Y así es en verdad.

Toda alma destinada a la gloria eterna puede ser considerada una piedra constituida para levantar un edificio eterno. Al constructor que busca erigir una edificación le conviene ante todo pulir lo mejor posible las piedras que va a utilizar en la construcción. Lo consigue con el martillo y el cincel. Del mismo modo el Padre celeste actúa con las almas elegidas que, desde toda la eternidad, con suma sabiduría y providencia, han sido destinadas para la construcción de un edificio eterno. El alma, si quiere reinar con Cristo en la gloria eterna, ha de ser pulida con golpes de martillo y cincel, que el Artífice divino usa para preparar las piedras, es decir, las almas elegidas. ¿Cuáles son estos golpes de martillo y cincel? Hermanos míos: las oscuridades, los miedos, las tentaciones, las tristezas del espíritu y los miedos espirituales, que tienen un cierto olor a enfermedad, y las molestias del cuerpo.

Dad gracias a la infinita piedad del Padre eterno que, de esta manera, conduce vuestra alma a la salvación. ¿Por qué no gloriarse de estas circunstancias benévolas del mejor de todos los padres? Abrid el corazón al médico celeste de las almas y, llenos de confianza, entregaos a sus santísimos brazos: como a los elegidos, os conduce a seguir de cerca a Jesús en el monte Calvario. Con alegría y emoción observo cómo actúa la gracia en vosotros…

Si este benevolentísimo Esposo de vuestra alma se oculta, lo hace no porque quiera vengarse de vuestra maldad, tal como pensáis, sino porque pone a prueba todavía más vuestra fidelidad y constancia y, además, os cura de algunas enfermedades que no son consideradas tales por los ojos carnales, es decir, aquellas enfermedades y culpas de las que ni siquiera el justo está inmune. En efecto, dice la Escritura: “Siete veces cae el justo”.

Creedme que, si no os viera tan afligidos, me alegraría menos, porque entendería que el Señor os quiere dar menos piedras preciosas… Expulsad, como tentaciones, las dudas que os asaltan… Expulsad también las dudas que afectan a vuestra forma de vida, es decir, que no escucháis los llamamientos divinos y que os resistís a las dulces invitaciones del Esposo. Todas esas cosas no proceden del buen espíritu sino del malo. Se trata de diabólicas artes que intentan apartaros de la perfección o, al menos, entorpecer el camino hacia ella. ¡No abatáis el ánimo!

Cuando Jesús se manifieste, dadle gracias; si se oculta, dadle gracias: todas las cosas son delicadezas de su amor. Os deseo que entreguéis el espíritu con Jesús en la cruz: “Todo está cumplido”».

Queridos hermanos: confesar que Nuestro Señor Jesucristo es el Mesías de Dios, equivale a confesar toda nuestra fe; es confesar que Jesús es Dios, la encarnación de Dios, el crucificado y el resucitado. Por eso, hoy estamos llamados a hacer una profesión de fe. Pidamos la intervención del Espíritu Santo para conocer los misterios de amor de Nuestro Señor Jesucristo, y ayudar a que nuestros hermanos lo conozcan también.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.