VIERNES XXVI DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL VIERNES XXVI DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

SAN JERÓNIMO, PRESBÍTERO Y DOCTOR DE LA IGLESIA

«Quien a ustedes escucha a mí me escucha; quien a ustedes rechaza a mí me rechaza; y quien me rechaza, rechaza al que me ha enviado» Lc 10,16.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 10,13-16

En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de ti Corozaín; ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros realizados entre ustedes, hace tiempo que se habrían convertido, vestidas de sayal y sentadas en la ceniza. Por eso el juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a ustedes. Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Caerás hasta el abismo. Quien a ustedes escucha a mí me escucha; quien a ustedes rechaza a mí me rechaza; y quien me rechaza, rechaza al que me ha enviado».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«¿Qué podemos aprender nosotros de san Jerónimo? Me parece que sobre todo podemos aprender a amar la palabra de Dios en la sagrada Escritura. Dice san Jerónimo: «Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo». Por eso es importante que todo cristiano viva en contacto y en diálogo personal con la palabra de Dios que se nos entrega en la sagrada Escritura. Este diálogo con ella debe tener siempre dos dimensiones: por una parte, debe ser un diálogo realmente personal, porque Dios habla con cada uno de nosotros a través de la sagrada Escritura y tiene un mensaje para cada uno… Por otra parte, para no caer en el individualismo, debemos tener presente que la palabra de Dios se nos da precisamente para construir comunión, para unirnos en la verdad a lo largo de nuestro camino hacia Dios. Por tanto, aun siendo siempre una palabra personal, es también una palabra que construye a la comunidad, que construye a la Iglesia» (Papa emérito Benedicto XVI).

Hoy celebramos a San Jerónimo, doctor de la Iglesia, un santo apasionado por las Escrituras, que tenía el firme convencimiento de que la vida del ser humano debe estar siempre de acuerdo con la Palabra divina, ya que, viviéndola, se puede comprender. San Jerónimo nos enseña que la lectura orante y el diálogo con la Palabra, forman parte de la presencia de Dios entre nosotros. En este diálogo, es fundamental la invocación al Espíritu Santo y la oración.

Su nombre completo era Sofronio Eusebio Jerónimo; nació en Estridón (Yugoslavia) en el año 347 en medio de una familia cristiana, y murió el 30 de setiembre del 420 en Belén. Tras ser bautizado en el año 386, se dedicó a una vida ascética; vivió como eremita en Oriente. Estudió griego y hebreo, y transcribió códices y obras patrísticas. En el año 382, en Roma, fue elegido por el papa Dámaso, secretario y consejero; posteriormente logró la traducción latina de los textos bíblicos, “La Vulgata”.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

«Lee con mucha frecuencia las divinas Escrituras; más aún, que tus manos no dejen nunca el texto sagrado. Asimila lo que debes enseñar y mantente unido a la Palabra de la fe, que es conforme a la enseñanza, a fin de que puedas exhortar basándote en una doctrina sana y puedas refutar victoriosamente a los adversarios» (San Jerónimo).

El reproche que Jesús realiza a las ciudades de Galilea es una advertencia para el mundo actual, en especial a los países que promueven conductas contrarias a los preceptos cristianos, como la ideología de género, el aborto, la eutanasia, el libertinaje sexual, el individualismo y todas las actividades que acompañan a estos comportamientos. Así mismo, es también una exhortación a todas las comunidades cristianas que, escuchando y conociendo la Palabra de Dios, no la toman en cuenta en sus acciones.

Hermanos: respondamos a la luz de la Palabra de Dios: ¿cuáles son las razones por las que muchas personas rechazan a Nuestro Señor Jesucristo? Que las respuestas a esta pregunta nos ayuden a contribuir activamente a la evangelización de aquellas personas que están alejadas de Dios.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Padre eterno: tú que concediste a San Jerónimo una estima tierna y viva por las Sagradas Escrituras, haz que la humanidad se alimente de tu Palabra con mayor abundancia, y encuentre en ella la fuente de la verdadera vida.

Amado Jesús: concédenos a través del Espíritu Santo los dones para que nuestra fe alcance la madurez y seamos como niños ante los ojos de Dios Padre.

Amado Jesús, justo juez, acudimos a ti para implorar tu misericordia por todas las almas del purgatorio, especialmente, por aquellas que más necesitan de tu infinita misericordia.

Madre Santísima, Madre del amor bendito, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Dios a través de un texto de San Jerónimo:

«Cumplo con mi deber, obedeciendo los preceptos de Cristo, que dice: “Estudiad las Escrituras”, y también: “Buscad, y encontraréis”, para que no tenga que decirme, como a los judíos: “Estáis muy equivocados, porque no comprendéis las Escrituras ni el poder de Dios”. Pues, si, como dice el apóstol Pablo, “Cristo es el poder de Dios y la sabiduría de Dios”, y el que no conoce las Escrituras no conoce el poder de Dios ni su sabiduría, de ahí se sigue que ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo.

Por esto, quiero imitar al padre de familia que del arca va sacando lo nuevo y lo antiguo, y a la esposa que dice en el Cantar de los cantares: “He guardado para ti, mi amado, lo nuevo y lo antiguo”; y, así, expondré el libro de Isaías, haciendo ver en él no sólo al profeta, sino también al evangelista y apóstol. Él, en efecto, refiriéndose a sí mismo y a los demás evangelistas, dice: “¡Qué hermosos son los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena Nueva!”. Y Dios le habla como a un apóstol, cuando dice: “¿A quién mandaré? ¿Quién irá a ese pueblo?”. Y él responde: “Aquí estoy, mándame”.

Nadie piense que yo quiero resumir en pocas palabras el contenido de este libro, ya que él abarca todos los misterios del Señor: predice, en efecto, al Emmanuel que nacerá de la Virgen, que realizará obras y signos admirables, que morirá, será sepultado y resucitará del país de los muertos, y será el Salvador de todos los hombres.

¿Para qué voy a hablar de física, de ética, de lógica? Este libro es como un compendio de todas las Escrituras y encierra en sí cuanto es capaz de pronunciar la lengua humana y sentir el hombre mortal. El mismo libro contiene unas palabras que atestiguan su carácter misterioso y profundo: “Cualquier visión se os volverá —dice— como el texto de un libro sellado”: se lo dan a uno que sabe leer diciéndole: “Por favor, lee esto”. Y él responde: “No puedo, porque está sellado”. Y se lo dan a uno que no sabe leer, diciéndole: “Por favor, lee esto”. Y él responde: “No sé leer”.

Y, si a alguno le parece débil esta argumentación, que oiga lo que dice el Apóstol: “De los profetas, que prediquen dos o tres, los demás den su opinión. Pero en caso de que otro, mientras está sentado, recibiera una revelación, que se calle el de antes”. ¿Qué razón tienen los profetas para silenciar su boca, para callar o hablar, si el Espíritu es quien habla por boca de ellos? Por consiguiente, si recibían del Espíritu lo que decían, las cosas que comunicaban estaban llenas de sabiduría y de sentido. Lo que llegaba a oídos de los profetas no era el sonido de una voz material, sino que era Dios quien hablaba en su interior como dice uno de ellos: “El ángel que hablaba en mí”, y también: Que clama en nuestros corazones: “¡Abbá! (Padre)”, y, asimismo: “Voy a escuchar lo que dice el Señor”».

Queridos hermanos: en este día de San Jerónimo, hagamos el compromiso de que la Palabra de Dios sea una fuente de luz para nuestro camino. Que la lectura orante de la Palabra sea parte de nuestro alimento celestial de todos los días. Acudamos también a la Santa Eucaristía, a la Adoración Eucarística y recemos el Santo Rosario.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.