LECTIO DIVINA DEL MARTES XXVII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO C
SAN FRANCISCO DE ASÍS
«Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo» Jn 11,27.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Lucas 10,38-42
En aquel tiempo, entró Jesús en un pueblo, y una mujer llamada Marta, lo recibió en su casa. Esta tenía una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. En cambio, Marta estaba atareada con todo el trabajo de la casa; hasta que se paró y dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me ayude». Pero el Señor le contestó: «Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas, solo una es necesaria. María ha escogido la mejor parte y no se la quitarán».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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Paz y bien a todos.
«¿Cuál es el testimonio que nos da hoy Francisco? ¿Qué nos dice, no con las palabras –esto es fácil– sino con la vida? La primera cosa que nos dice, la realidad fundamental que nos atestigua es ésta: ser cristianos es una relación viva con la Persona de Jesús, es revestirse de él, es asimilarse a él. ¿Dónde inicia el camino de Francisco hacia Cristo? Comienza con la mirada de Jesús en la cruz. Dejarse mirar por él en el momento en el que da la vida por nosotros y nos atrae a sí. Francisco lo experimentó de modo particular en la iglesita de San Damián, rezando delante del crucifijo… En aquel crucifijo Jesús no aparece muerto, sino vivo. La sangre desciende de las heridas de las manos, los pies y el costado, pero esa sangre expresa vida. Jesús no tiene los ojos cerrados, sino abiertos, de par en par: una mirada que habla al corazón. Y el Crucifijo no nos habla de derrota, de fracaso; paradójicamente nos habla de una muerte que es vida, que genera vida, porque nos habla de amor, porque él es el Amor de Dios encarnado, y el Amor no muere, más aún, vence el mal y la muerte. El que se deja mirar por Jesús crucificado es re-creado, llega a ser una “nueva criatura”. Aquí comienza todo: es la experiencia de la Gracia que transforma, que seamos amados sin méritos, aun siendo pecadores. Por eso Francisco puede decir, como san Pablo: “En cuanto a mí, Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo” (Ga 6,14). Nos dirigimos a ti, Francisco, y te pedimos: enséñanos a permanecer ante el Crucificado, a dejarnos mirar por él, a dejarnos perdonar, recrear por su amor» (Papa Francisco).
Hoy celebramos a San Francisco de Asís, el “Poverello” de Asís, el Hermano universal, testimonio de conversión y de amor a Dios, a todas las criaturas y a toda la creación. San Francisco de Asís vivió bajo el signo de la primera bienaventuranza que es una consigna de inagotable fecundidad, porque la gracia, la misericordia y el perdón están en las manos de sus destinatarios, los pobres.
Las palabras de Nuestro Señor Jesucristo que escandalizaron y encantaron a los oyentes de las montañas galileas, fueron recogidas por Francisco, contempladas y vividas de nuevo.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
«Francisco, cual lucero del alba en medio de la niebla matinal, irradiando claros fulgores con el brillo rutilante de su vida y doctrina, orientó hacia la luz a los que estaban sentados en tinieblas y en sombras de muerte; y como arco iris que reluce entre nubes de gloria, mostrando en sí la señal de la alianza del Señor, anunció a los hombres la buena noticia de la paz y de la salvación, siendo él mismo, ángel de verdadera paz, destinado por Dios -a imitación y semejanza del Precursor- a predicar la penitencia con el ejemplo y la palabra, preparando en el desierto el camino de la altísima pobreza». San Buenaventura.
En el pasaje de hoy, el tema central es la hospitalidad; específicamente, tener a Jesús como huésped en nuestros corazones y en nuestras vidas. Así mismo, Nuestro Señor Jesucristo muestra su amor y ternura en la intimidad de una familia.
Las dos actitudes, la de María y de Marta, son complementarias. Jesús nos enseña que debemos vivir una profunda unión entre la vida contemplativa y activa. Los afanes de la vida, muchas veces, nos van alejando de la lectura de la Palabra, de la contemplación y de la acción evangelizadora. Estemos alertas a estas situaciones, ya que el mundo promueve, precisamente, este alejamiento.
Hermanos: a la luz de la Palabra, respondamos de corazón: ¿En nuestra vida, otorgamos tiempo a la escucha de la Palabra de Dios y a la acción evangelizadora a través de nuestras propias vidas? Que las respuestas a esta pregunta nos permitan complementar la lectura con fe de la palabra con la acción, inspirada por el Espíritu Santo.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Padre eterno, que concediste a San Francisco de Asís ser configurado a Cristo en la pobreza y humildad, concédenos, caminando por sus sendas, poder seguir a tu Hijo y unirnos a ti con amor jubiloso.
Como San Francisco de Asís, cada uno de nosotros queremos pedirte con todo el corazón: «Te ruego, Señor mío Jesucristo, Padre de toda misericordia, que no te acuerdes de nuestras ingratitudes, sino ten presente la inagotable clemencia que has manifestado en la tierra, para que sea siempre lugar y morada de los que de veras te conocen y glorifican tu nombre, bendito y gloriosísimo, por los siglos de los siglos. Amén».
Espíritu Santo: fortalece al papa Francisco, a los obispos, sacerdotes, diáconos y consagrados, para que, en unión íntima con Nuestro Señor Jesucristo y encendidos por la fe, la esperanza y el amor, puedan convertir en acción la Palabra y afrontar con alegría las fatigas de su ministerio.
Amado Jesús, justo juez, acudimos a ti para implorar tu misericordia por todas las almas del purgatorio, especialmente, por aquellas que más necesitan de tu infinita misericordia.
Madre Santísima, Madre del amor bendito, Reina de los ángeles, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Hermanos: contemplemos a Dios con el «Cántico de las criaturas» de Francisco de Asís:
«Altísimo y omnipotente buen Señor, tuyas son las alabanzas, la gloria, el honor y toda bendición. A ti solo, Altísimo, te corresponde y ningún hombre es digno de nombrarte. Loado seas, mi Señor, en todas tus criaturas, especialmente por el hermano sol, por quien nos das el día y nos iluminas. Y es bello y radiante con gran esplendor, de ti, Altísimo, lleva significación.
Loado seas, mi Señor, por la hermana luna y las estrellas, en el cielo las formaste preciosas y bellas. Loado seas, mi Señor, por el hermano viento y por el aire y la nube y el cielo sereno y todo tiempo, por todos ellos a tus criaturas das sustento.
Loado seas, mi Señor, por el hermano fuego, por el cual iluminas la noche, y es bello, alegre y vigoroso y fuerte. Loado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sostiene y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas.
Loado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor, y sufren enfermedad y tribulación; bienaventurados los que las sufran en paz, porque de ti, Altísimo, coronados serán. Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la muerte corporal, de la cual ningún hombre viviente puede escapar. ¡Ay de aquellos que mueran en pecado mortal! Bienaventurados a los que encontrará en tu santísima voluntad porque la muerte segunda no les hará mal. Alaben y bendigan a mi Señor y denle gracias y sírvanle con gran humildad».
Queridos hermanos: hagamos el propósito de leer e interiorizar diariamente la Palabra de Dios y convertirla en acción evangelizadora a través de nuestra vida, en nuestra interacción con nuestros familiares, amigos, compañeros de trabajo, de estudios; en nuestras comunidades y por donde vayamos. Así mismo, dejemos que Nuestro Señor Jesucristo actúe en nuestras vidas a través de su Santo Espíritu.
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.
Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.