SÁBADO XXVI DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL SÁBADO XXVI DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

SANTA TERESA DEL NIÑO JESÚS, VIRGEN Y DOCTORA DE LA IGLESIA

«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a los sencillos. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien» Lc 10,21.

 

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

 

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 10,17-24

En aquel tiempo, los setenta y dos volvieron muy contentos y dijeron a Jesús: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre». Él les contestó: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Miren, les he dado potestad para poder pisar serpientes y escorpiones y para dominar todo poder del enemigo. Y nada les hará daño alguno. Sin embargo, no estén alegres porque se les someta los espíritus; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo». Y, en aquel momento, lleno de la alegría del Espíritu Santo, exclamó: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a los sencillos. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar». Volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: «¡Bienaventurados los ojos que ven lo que ustedes ven! Porque les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven, y no lo vieron; y oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

 

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«Jesús ha querido darme luz acerca de este misterio. Puso ante mis ojos el libro de la naturaleza y comprendí que todas las flores que él ha creado son hermosas y que el esplendor de la rosa y la blancura del lirio no le quitan a la humilde violeta su perfume ni a la margarita su encantadora sencillez… Comprendí que, si todas las flores quisieran ser rosas, la naturaleza perdería su gala primaveral y los campos ya no se verían esmaltados de florecillas… Eso mismo sucede en el mundo de las almas, que es el jardín de Jesús. Él ha querido crear grandes santos que pueden compararse a los lirios y a las rosas; pero ha creado también otros más pequeños, y éstos han de conformarse con ser margaritas o violetas destinadas a recrear los ojos de Dios cuando mira a sus pies. La perfección consiste en hacer su voluntad, en ser lo que él quiere que seamos…» (Santa Teresa del Niño Jesús).

Hoy celebramos a Santa Teresa del Niño Jesús, virgen y doctora de la Iglesia, fiel testimonio de confianza filial en Dios. Para ella, el amor tiene un rostro: Jesús. Teresa es uno de los “pequeños” del evangelio que se deja transportar por Jesús a las profundidades del misterio de su amor.

Nació en Alenzón en 1873. En 1877, después de la muerte de su mamá se traslada con su familia a Lisieux. A los 14 años tomó la decisión de consagrarse a Dios, para lo cual pidió la autorización del papa León XIII, e ingresó en 1888 al monasterio de las carmelitas descalzas de Lisieux, donde hizo su profesión religiosa a los 17 años. Murió en 1897, fue beatificada en 1923 y canonizada en 1925 por Pío XI. Escribió más de 200 cartas, 62 poemas, 21 oraciones y 8 recreaciones piadosas.

En el pasaje de hoy Jesús pronuncia jubilosamente una hermosa plegaria de agradecimiento y alabanza a Dios Padre después del regreso de los setenta y dos discípulos, quienes expresaban su alegría por los resultados que obtuvieron en la misión que Jesús les encomendó. Esta plegaria también se ubica en Mateo 11,25-27.

Jesús culmina la plegaria presentándose a sí mismo como el Hijo de Dios Padre y en total comunión con Él. Así mismo, Jesús manifiesta a sus discípulos lo bienaventurados que son por lo que ven y oyen.

 

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Santa Teresa del Niño Jesús es un bello ejemplo de abandono en el Señor, ella siguió el camino del amor, de la sencillez y de la confianza total en el amor misericordioso de Nuestro Señor Jesucristo.

La alegría es una de las características de los enviados de Nuestro Señor Jesucristo, una alegría que nos debe contagiar a nosotros pero que no depende de lo que podemos, de lo que tenemos, ni de lo que hacemos, sino de nuestra identidad divina, ya que nuestro nombre está inscrito en el cielo. Así mismo, en la lectura se encuentra una plegaria de agradecimiento y alabanza que Jesús dirige a Dios Padre, en la que sobresale la virtud de la humildad de los “pequeños”, quienes logran comprender y aceptar los misterios del amor de Nuestro Señor Jesucristo, dejando de lado todo interés personal.

Mientras que el mundo promueve conductas que elevan la autosuficiencia de las personas, el egoísmo y la soberbia, Nuestro Señor Jesucristo nos enseña que la humildad es la llave maestra para aceptar y acercarse al amor y a la misericordia de Dios.

Hermanos: a la luz de la Palabra de Dios, respondamos: ¿Cuáles son las situaciones que nos alejan de la virtud de la humildad? ¿Cuál es el sustento de nuestra alegría? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a profundizar con fe y humildad en las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo, con el fin de ponerlas en práctica en la misión que cada uno de nosotros tiene inscrita en el corazón.

¡Jesús, María y José nos aman!

 

  1. Oración

Padre eterno: tú que preparas tu reino para los humildes y los sencillos, concédenos seguir confiadamente el camino de Santa Teresa del Niño Jesús para que, con su intercesión, podamos tener un corazón abierto al perdón y a la fraternidad.

Amado Jesús, otórganos la virtud de la humildad para comprender tus enseñanzas y ponerlas en práctica en nuestras familias, amistades, centros de trabajo y estudios, comunidades y por donde vayamos.

Amado Jesús, acudimos a ti para implorar tu misericordia por todas las almas del purgatorio, especialmente, por aquellas que más la necesitan.

Madre Santísima, Madre del amor bendito, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

 

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Dios a través de un escrito del papa emérito Benedicto XVI:

«En el Evangelio Teresa descubre sobre todo la misericordia de Jesús, hasta el punto de afirmar: “A mí me ha dado su misericordia infinita, y a través de ella contemplo y adoro las demás perfecciones divinas… Entonces todas se me presentan radiantes de amor; incluso la justicia (y quizás más aún que todas las demás), me parece revestida de amor” (MS A,84r). Así se expresa también en las últimas líneas de la Historia de un alma: “Sólo tengo que poner los ojos en el santo Evangelio para respirar los perfumes de la vida de Jesús y saber hacia dónde correr… No me abalanzo al primer puesto, sino al último… Sí, estoy segura de que, aunque tuviera sobre la conciencia todos los pecados que pueden cometerse, iría, con el corazón roto de arrepentimiento, a echarme en brazos de Jesús, pues sé cómo ama al hijo pródigo que vuelve a él” (MS C,36v-37r). “Confianza y amor” son, por tanto, el punto final del relato de su vida, dos palabras que, como faros, iluminaron todo su camino de santidad para poder guiar a los demás por su mismo “caminito de confianza y de amor”, de la infancia espiritual (cf. MS C,2v-3r; Carta 226). Confianza como la del niño que se abandona en las manos de Dios, inseparable del compromiso fuerte, radical, del verdadero amor, que es don total de sí mismo, para siempre, como dice la santa contemplando a María: “Amar es darlo todo, darse incluso a sí mismo” (Poesía Por qué te amo, María: p 54/22). Así Teresa nos indica a todos que la vida cristiana consiste en vivir plenamente la gracia del Bautismo en el don total de sí al amor del Padre, para vivir como Cristo, en el fuego del Espíritu Santo, su mismo amor por todos los demás».

Queridos hermanos: en este día de Santa Teresa del Niño Jesús, hagamos el compromiso de pedir al Espíritu Santo las gracias de la humildad, la misericordia y el amor fraterno, realizando obras de misericordia y viendo en cada hermano necesitado, el rostro de Jesús. Pidamos su intercesión para que, con la dulce compañía de Nuestra Santísima Madre, Dios nos otorgue la virtud de la humildad.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

 

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.