VIERNES XXX DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL VIERNES XXX DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

SEÑOR DE LOS MILAGROS

«Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna» Jn 3,16.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según San Juan 3,11-16

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: «Yo te aseguro que hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto; pero ustedes rechazan nuestro testimonio. Si no me creen cuando les hablo de la tierra, ¿cómo van a creerme cuando les hable de las cosas del cielo? Porque nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del Hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre, para que todo el que cree en Él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Señor Jesús, que hiciste la voluntad del Padre y viviste bajo su mirada, que también sea esencial para nosotros hacer tu voluntad, actuar siempre bajo tu mirada. Vivir de tu voluntad, de tu gloria. Que nuestro objetivo siempre sea hacer tu voluntad para gloria tuya. Que tu ejemplo sea nuestro pan cotidiano, nuestro alimento a cada instante, nuestro Dios y Señor» (San Carlos de Foucauld).

Hoy celebramos en el Perú la festividad del Señor de los Milagros, imagen que fue pintada por un esclavo angoleño, de la cofradía de Pachacamilla, alrededor del año 1650. En el terremoto de 1655 todas las paredes de la cofradía se cayeron, menos el muro con la imagen. A partir de ese momento se le empezó a rendir culto. Después del terremoto de 1867, Sebastián Antuñano, un benefactor, tuvo la idea de sacar en procesión una copia fiel de la pintura del Cristo Moreno. La festividad del Señor de los Milagros es la principal celebración católica del Perú y una de las procesiones más grandes del mundo.

El pasaje evangélico de hoy presenta una parte de la conversación que tuvo Jesús con Nicodemo, una autoridad judía, que ostentaba la categoría de maestro. En ella, Jesús hace referencia al conocimiento que tiene del cielo, como Hijo del hombre, remitiéndose a las escrituras, específicamente, al libro de los Nm 21,6-9, con el fin de señalar la forma cómo tiene que ser elevado el Hijo del hombre para que todos los creyentes tengamos vida eterna. De esta manera, Jesús hace alusión a la cruz.

Así mismo, la lectura expresa todo el amor y la ternura de Dios Padre hacia la humanidad, al enviar a su Hijo único con el fin de salvar al mundo y no condenarlo. Nuestro Señor Jesucristo trae consigo una nueva primavera para la humanidad entera: la vida eterna, al precio de su sangre.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

«Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el “Nombre – sobre – todo – nombre”; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre» (Flp 2,9-11).

La sagrada imagen del Señor de los Milagros, pintada por un esclavo angoleño, es la imagen de aquel que libra a la humanidad de todo tipo de esclavitud, reconociendo que la peor de todas es la esclavitud del pecado. Nuestro Señor Jesucristo nos trae la verdadera libertad.

En el día del Señor de los Milagros, el evangelio nos habla acerca del infinito amor de Dios hacia la humanidad. El objetivo fundamental de este amor es que todo aquel que crea en Jesús, se transforme por su amor y tenga vida eterna. Este amor infinito es eterno, nace en Belén y se despliega con toda su magnificencia en la pasión, crucifixión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Para participar de este amor, es necesario creer con fe.

Ante la división que actualmente existe en la humanidad, en la que algunos optan por las tinieblas, Nuestro Señor Jesucristo no viene a juzgar, sino a perdonar nuestros pecados y llevarnos a la vida eterna mediante la luz de su Palabra; por ello, busquemos siempre esa luz redentora en las palabras de Jesús.

Queridos hermanos, teniendo en nuestro corazón a la Santa Cruz, en la sagrada imagen del Señor de los Milagros, es conveniente preguntarnos: ¿Somos conscientes del amor que Dios Padre nos tiene, al enviar a su Hijo único a morir en una cruz y luego resucitar? ¿Somos instrumentos de misericordia para nuestros hermanos más necesitados? Que las respuestas a estas preguntas nos impulsen a reconocer y a vivir el infinito amor que Dios nos tiene y que nos demostró en la cruz.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Padre eterno, que, en tu Hijo Unigénito, que es para nosotros el Señor de los Milagros, nos ofreces una ayuda y protección singular; perdona y acoge a tus hijos suplicantes, para que quienes nos sentimos agobiados por los sufrimientos, experimentemos constantemente tu clemencia y la paz de tu perdón.

Gran Patriarca San José, a quien la beatísima Trinidad hizo custodio de Jesús, te rogamos por la conversión y salvación de nuestros hermanos que han equivocado el camino y siguen los dictados del mundo.

Amado Señor Jesús, a quien toda lengua proclamará: Señor para gloria de Dios Padre, recibe en tu reino, por tu inmensa misericordia, a nuestros hermanos difuntos.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con una homilía de San Juan Crisóstomo:

«¡Cristo está hoy en la cruz y nosotros celebramos fiesta! ¡Para que conozcas que la Cruz es fiesta y solemnidad espiritual! Anteriormente la cruz era cosa de condenación; pero ahora, en cambio, ha venido a ser cosa de honra. Anteriormente era señal de condenación; actualmente lo es de salvación. Ella nos ha sido causa de innumerables bienes. Ella nos libró del error; ella nos iluminó cuando estábamos en las tinieblas; ella nos reconcilió con Dios cuando ya estábamos vencidos, y de enemigos nos hizo sus amigos, y de alejados nos hizo vecinos de Dios. Ella es destrucción de la enemistad, guardiana de la paz, tesoro de bienes infinitos.

Por ella no vagamos ya en los desiertos, porque hemos conocido el camino verdadero; ya no vivimos fuera del palacio, pues hemos encontrado la puerta; no tememos los dardos encendidos del diablo, porque hemos encontrado la fuente. Por la cruz ya no estamos en viudedad, pues hemos recibido al Esposo; no tememos al lobo, pues hemos encontrado al Pastor. Por la cruz no tememos ya al tirano, pues estamos al lado del Rey.

Y por esto, al celebrar la memoria de la Cruz, hacemos fiesta por la Cruz: “¡Celebrémosla!, dice Pablo, no con la vieja levadura, sino con ázimos de pureza y de verdad” (1Co 5,8). Y luego, añadiendo la causa, prosigue así: “¡Porque nuestra Pascua, Cristo, ya ha sido inmolado!” (1Co 5,7)».

Queridos hermanos, que la sagrada imagen del Señor de los Milagros, maravilloso signo de amor, misericordia y esperanza para toda la humanidad nos impulse a buscar cada día la santa presencia del Espíritu Santo para que nos ilumine y conduzca en todas nuestras actividades diarias y adoremos siempre a Nuestro Señor Jesucristo, dándole gracias por su acción redentora.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.