LECTIO DIVINA DEL MARTES XXXIV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO C
SANTA CECILIA, VIRGEN Y MÁRTIR
«Cuidado con que nadie los engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: “Yo soy”, o bien, “El momento está cerca”. No vayan tras ellos» Lc 21,8.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Lucas 21,5-11
En aquel tiempo, algunos hablaban del templo, admirados de la belleza de sus piedras y de las ofrendas que lo adornaban. Jesús les dijo: «Esto que ustedes contemplan, llegará un día que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido». Ellos le preguntaros: «Maestro: ¿cuándo será eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está por suceder?». Él contestó: «Cuidado con que nadie los engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi Nombre, diciendo: “Yo soy”, o bien, “El momento está cerca”. No vayan tras ellos. Cuando oigan noticias de guerras y de revoluciones, no tengan pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá enseguida». Luego les dijo: «Se alzará nación contra nación y reino contra reino, habrá grandes terremotos y, en diversos países, epidemias y hambre. Habrá también cosas espantosas y grandes señales en el cielo».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
———–
«Santa Cecilia, gustaba de los cánticos sagrados y se acompañaba con un instrumento cantándolos. Se preparó para el matrimonio con tres días de mortificaciones; después declaró a Valeriano su esposo, patricio pagano, que tenía a un ángel como guardián de su virginidad. Por el deseo de verlo se convirtió Valeriano, y en efecto, lo vio, llevando dos coronas, una para el mismo Valeriano y otra para su virginal esposa. Cecilia, urgida por el prefecto Almaquio, para que dijera dónde estaban sus tesoros: “Están -le dijo- en manos de los pobres”. Sufrió el martirio con su esposo y Tiburcio su cuñado» (Juan Esteban Grosez).
Santa Cecilia nació en Roma en el año 200 d.C. en una familia que la educó en el cristianismo. Practicaba la mortificación y el ayuno; en su deseo de entregarse a Dios para siempre, le consagró su virginidad. Después de que sus padres decidieron casarla con un aristócrata pagano, ella logró convertir a su esposo. Por ello, fue condenada a la hoguera, pero, al pasar un día y una noche sin que el fuego la tocara, fue decapitada. En 1594, el papa Gregorio XIII la nombró patrona de la música, ya que ella cantaba en medio del tormento.
El pasaje evangélico de hoy, denominado “la destrucción del templo” o “primeras señales del fin de los tiempos”, constituye parte del discurso escatológico de Jesús en el evangelio de San Lucas, que se encuentra también en Mateo 24,1-14 y en Marcos 13,1-13.
La belleza del templo, cuya construcción inició Herodes el Grande, despertaba una gran admiración. Ante esta situación, Jesús resalta el abismo que existe entre el seguimiento a sus enseñanzas y la caducidad de las obras humanas, por más hermosas que sean.
Jesús señala la próxima destrucción de Jerusalén y, en una proyección más distante, anuncia lo que ocurrirá al final de los tiempos. Recordemos que Jerusalén fue destruida por Tito, hijo del emperador Vespasiano, en el año 70. Así mismo, Jesús hace un llamado a testimoniar su amor, y señala que nadie se deje engañar por falsos profetas que tomarán su nombre falsamente.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
Hoy, Nuestro Señor Jesucristo, con su pasión, muerte y resurrección, nos llama a ser profetas del nuevo orden que Él proclama, un orden basado en el amor, la justicia y la paz. Guerras y desgracias habrá siempre, hasta el fin de los tiempos; por ello, Jesús advierte que no nos dejemos llevar por miedos y angustia y, más bien, estamos llamados a permanecer vigilantes y a ser valientes. Así mismo, no debemos ser, ni seguir a falsos profetas de desventuras y pánicos que buscarán confundir y sorprender a incautos anunciando el final de los tiempos, incluso, poniendo fecha sin fundamento alguno. Por ello, el mensaje de Jesús está vigente: «No vayan tras ellos».
Hermanos: meditando la lectura, respondamos: ¿Miramos el futuro de la humanidad con esperanza o nos invade el miedo? ¿Invocamos al Espíritu Santo en nuestras actividades diarias y cuando atravesamos tribulaciones? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a fortalecer nuestro espíritu con la gracia de Dios, especialmente en las tribulaciones, aliente nuestra esperanza y nos anime practicar el bien.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Padre eterno, que nos alegras cada año con la celebración de Santa Cecilia, concédenos imitar los ejemplos que piadosamente hemos recibido de tu sierva y que proclaman las maravillas de Cristo, tu Hijo, en sus servidores.
Amado Jesús, envíanos tu Santo Espíritu para alentar la fidelidad de las comunidades cristianas, fortalecer nuestra fe y dar testimonio valiente de tu amor.
Amado Jesús, en medio de tantas tormentas que desaniman al ser humano, haz que la humanidad busque la esperanza y persevere en la creación de un mundo nuevo, basado en tu amor, justicia y paz.
Espíritu Santo, te rogamos, envía tus santos dones para que siempre demos paso al discernimiento frente a la confusión, a la fortaleza frente a la decepción y a la esperanza frente al desánimo.
Padre eterno, tú que enviaste a Nuestro Señor Jesucristo al mundo para salvar a los pecadores, concede a todos los difuntos el perdón de sus faltas.
Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo a través un sermón de San Francisco de Sales:
«Nadie está exento de tentaciones, pero si somos conducidos por el Espíritu de Dios, no hay por qué temerlas, pues podemos estar seguros de que Él nos hará salir victoriosos. Pero tampoco las busquemos ni las provoquemos, pues no somos más valientes que David o que nuestro divino Maestro, que tampoco las fue a buscar…
Pero es cosa cierta que, yendo sólo al servicio de Dios, nadie puede evitar la tentación. Es, por tanto, muy necesario preparar nuestra alma para la tentación, por perfectos que seamos y estemos donde estemos hay que tener muy presente que ella nos atacará; así hay que prepararse y proveerse de las armas necesarias para combatir con valor, para lograr la victoria, ya que la corona sólo es para los que luchan y vencen.
Jamás debemos confiar en nuestras fuerzas ni en nuestro valor e ir a buscar la tentación, pensando en vencerla; pero si nos encontramos con ella, allí donde el Señor nos ha llevado, debemos mantenernos firmes en nuestra confianza en El, pues nos fortificará en los ataques del enemigo, por más furiosos que sean.
Quien va armado de la fe, nada tiene que temer y es esa la única arma necesaria para rechazar y confundir al enemigo, pues decidme, os ruego, ¿qué cosa podrá dañar al que dice el Credo? “Creo en Dios, que es nuestro Padre, y Padre todopoderoso. Al decir esas palabras estamos demostrando que no confiamos en nuestras fuerzas y que solamente en la virtud de Dios Padre Todopoderoso osamos emprender el combate y esperar la victoria.
No busquemos otras armas ni otros inventos para rechazar el consentimiento a la tentación, sino únicamente decir; “Yo creo.” Y ¿en qué creéis? En Dios, Mi Padre Todopoderoso».
Queridos hermanos, unidos en oración, dirijámonos al Señor y digámosle: Amado Señor, nos comprometemos a mantenernos firmes a tus enseñanzas, dejando de lado todo tipo de confusiones y contribuyendo a extender tu reino.
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.