MARTES DE LA SEMANA II DE ADVIENTO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL MARTES DE LA SEMANA II DE ADVIENTO – CICLO A

«Y si la encuentra, les aseguro que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado» Mt 18,13.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 18,12-14

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «¿Que les parece? Supongan que un hombre tiene cien ovejas: si una de ellas se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, les aseguro que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado. Así también, el Padre de ustedes que está en el cielo, no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Miremos a nuestro pastor, Cristo. Miremos su amor por los hombres y su ternura para conducirnos a pastos abundantes. Se alegra con las ovejas que están a su alrededor y busca a las que están descarriadas. Ni montañas ni bosques son obstáculo, él baja a los valles tenebrosos (Sal 22,4) para llegar al lugar donde está la oveja perdida… Habiéndola encontrado enferma, no la desprecia, sino que la cuida; tomándola sobre sus hombros, cura con su propio cansancio a la oveja fatigada. Su cansancio lo llena de alegría, porque ha encontrado la oveja perdida, y esto le cura su pena: «¿Quién de vosotros, dice él, si tiene cien ovejas y pierde una, no abandona las otras noventa y nueve en el desierto para irse en busca de la que está perdida, hasta que la encuentre?». La pérdida de una sola oveja, enturbia la alegría del rebaño reunido, pero la alegría de encontrarla cambia esta tristeza: «cuando la ha encontrado, reúne a sus amigos y vecinos y les dice: Alegraos conmigo, porque he encontrado mi oveja perdida» (Lc 15,6). Por eso Cristo, que es este pastor, dijo: «Yo soy el buen pastor» (Jn 10,11)» (Basilio de Seleucia).

El pasaje evangélico de hoy narra la parábola de la oveja perdida que aborda la esencia del amor de Dios, del pastor que sale en busca de la oveja extraviada; así mismo, de la paternidad de Dios que sale al encuentro de lo perdido con una oferta de amor misericordioso para quienes viven sus peores circunstancias.

La parábola resalta el valor único de cada persona y muestra a la humanidad que la fraternidad se construye desde la paternidad de Dios: cuando van en busca de la persona extraviada están cumpliendo la voluntad del Padre que «no quiere que se pierda ninguno de estos pequeños».

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

«En Cristo lo tenemos todo. Somos todos del Señor y Cristo es todo para nosotros: si deseas sanar tus heridas, él es médico; si estás angustiado por la sed de la fiebre, él es fuente; si te encuentras oprimido por la culpa, él es justicia; si tienes necesidad de ayuda, él es poder; si tienes miedo de la muerte, él es vida; si deseas el paraíso, él es vía; si aborreces las tinieblas, él es luz; si andas en busca de comida, él es alimento» (San Ambrosio).

Nuestro Señor Jesucristo nos brinda un maravilloso ejemplo de la conducta que hay que asumir ante los caídos o los que se hallan en peligro de caer, distraídos en medio de los enredos del mundo. La vida extraviada necesita que alguien la valore y no dejarla que se extinga. Dios no da a nadie por perdido y siempre espera.

Por ello, todos estamos llamados a convertirnos en el “buen pastor”, para los hermanos extraviados, un pastor que sale de casa en busca de aquel que ya no encuentra el camino de regreso. Un pastor que no cuestiona, sino que da el primer paso, incluso mil, infinitos pasos de amor.

Hermanos: meditando el texto, intentemos responder: ¿Acudimos a Nuestro Señor Jesucristo como fuente de la misericordia infinita? ¿Nos acercamos sin juicios y sin rencor, a nuestros hermanos extraviados? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a ser testigos fraternos de la alegría celestial por los hermanos que se convierten, acogiéndolos con amor y misericordia.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Padre eterno, concédenos, por el don del Espíritu Santo, un amor apasionado por la salvación de todos los hermanos, para que nadie quede excluido de la alegría y del banquete eterno en el Reino de los cielos.

Amado Jesús, te suplicamos, ilumines a nuestros difuntos que yacen en tiniebla y en sombra de muerte, y ábreles las puertas de tu reino.

Madre Santísima, Inmaculada Concepción, Madre del amor bendito, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Dios con una homilía de San Ambrosio de Milán:

«En su Evangelio, el mismo Señor Jesús aseguró que el pastor deja las noventa y nueve ovejas y va en busca de la descarriada. Es la oveja centésima, de la que se dice que se había descarriado: que la misma perfección y plenitud del número te instruya y te informe. No sin razón se le da la preferencia sobre las demás, pues es más valioso un consciente retomo del mal que un casi total desconocimiento de los mismos vicios. Pues el haber enmendado el alma enfangada en el vicio, liberándola de las trabas de la concupiscencia, no solo es indicio de una virtud consumada, sino signo eficaz de la presencia de la divina gracia. Ahora bien, enmendar el futuro es incumbencia de la atención humana; condonar el pretérito es competencia del divino poder.

Una vez encontrada la oveja, el pastor la carga sobre sus hombros. Considera atentamente el misterio: la oveja cansada halla el reposo, pues la extenuada condición humana no puede recuperar las fuerzas sino en el sacramento de la pasión del Señor y de la sangre de Jesucristo, que lleva a hombros el principado; de hecho, en la cruz cargó con nuestras enfermedades para aniquilar en ella los pecados de todos. Con razón se alegran los ángeles, porque el que antes erró, ya no yerra, se ha olvidado ya de su error.

Me extravié como oveja perdida: busca a tu siervo que no olvida tus mandatos. Busca a tu siervo, pues la oveja descarriada ha de ser buscada por el pastor, para que no perezca. Ahora bien, el que se extravió puede volver al camino, puede ser reconducido al camino. Ven, pues, Señor Jesús, busca a tu siervo, busca a tu oveja extenuada; ven, pastor, guía a José como a un rebaño. Se extravió una oveja tuya mientras tú te detenías, mientras discurrías por los montes. Deja tus noventa y nueve ovejas y ven en busca de la descarriada. Ven, pero no con la vara, sino con la caridad y la mansedumbre del Espíritu.

Búscame, pues yo te busco. Búscame, hállame, recíbeme, llévame. Puedes hallar al que tú buscas; te dignas recibir al que hubiera encontrado y cargar sobre tus hombros al que hubieras acogido. No te es enojosa esta piadosa carga, no te es oneroso transportar la justicia. Ven, pues, Señor, porque si es verdad que me extravié, sin embargo, no olvidé tus mandatos; tengo mi esperanza puesta en la medicina. Ven, Señor, pues eres el único capaz de reconducir a la oveja extraviada, y a los que dejes, no les causarás tristeza, y a tu regreso ellos mismos mostrarán a los pecadores su alegría. Ven a traer la salvación a la tierra y alegría al cielo.

Ven, pues, y busca a tu oveja no ya por mediación de tus siervos o por medio de mercenarios, sino personalmente. Recíbeme en la carne, que decayó en Adán. Recíbeme como hijo no de Sara, sino de Maria, para que sea virgen libre de toda mancha de pecado por la gracia. Llévame sobre la cruz, que es salvación para los extraviados: sólo en ella encuentran descanso los fatigados, sólo en ella tienen vida todos los que mueren».

Queridos hermanos: en este tiempo de Adviento, hagamos el compromiso de no alejar ni apartar a nuestros hermanos extraviados y, más bien, anunciarles alegremente el Evangelio de Nuestro Señor.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.