LECTIO DIVINA DEL DOMINGO DE LA SEMANA III DE ADVIENTO – CICLO A
«Les aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista, y, sin embargo, el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él». Mt 11,11.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Mateo 11,1-11
En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, mandó a dos de sus discípulos a preguntarle: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?». Jesús les respondió: «Vayan y cuéntenle a Juan lo que están viendo y oyendo: los ciegos ven, y los cojos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!». Cuando ellos se fueron, Jesús se puso a hablar con la gente sobre Juan: «¿Qué salieron ustedes a ver en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? ¿O qué fueron a ver? ¿Un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salieron?, ¿a ver a un profeta? Sí, les digo, y mucho más que a un profeta; él es de quien está escrito: “Yo envío mi mensajero delante de ti, para que prepare el camino ante ti”. Les aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista, y, sin embargo, el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«Este tercer domingo de Adviento se caracteriza por la alegría: la alegría de quien espera al Señor que «está cerca», el Dios con nosotros anunciado por los profetas. Es la «gran alegría» de la Navidad que hoy gustamos anticipadamente; una alegría que «será de todo el pueblo», porque el Salvador ha venido y vendrá de nuevo a visitarnos desde las alturas, como el sol que nace de lo alto» (San Juan Pablo II).
Hoy, en este “domingo de gaudete” o de la alegría, meditamos un texto que forma parte del pasaje denominado “Embajada de Juan Bautista y Jesús habla sobre Juan”, que se ubica también en Lucas 7,18-35.
Este pasaje tiene dos segmentos bien definidos: el primero narra que Juan terminó como todos los verdaderos profetas, en la cárcel; lo cual se interpreta como la ley cumplida. Desde su encierro envía una embajada de dos discípulos suyos a preguntar sobre la verdadera identidad de Jesús, quien responde sanando y liberando, estableciendo un nuevo tiempo de gracia y liberación, y enunciando una nueva bienaventuranza: «¡Dichoso el que no se escandalice de mí!».
En el segundo segmento, Jesús da testimonio de Juan Bautista, considerándolo como el más grande de los nacidos de mujer, afirmando inmediatamente que, con la venida del reino de los cielos, Juan es el más pequeño.
En este “domingo de gaudete”, que toda nuestra fuerza expresiva manifieste a los cuatro vientos la alegría de la próxima Navidad, adhiriéndonos sin condiciones al llamado de Juan Bautista. Una alegría de Adviento siempre nueva, aquella que trae la justicia y la paz.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
La lectura es una invitación de Nuestro Señor Jesucristo a descubrir su identidad divina y a reconocerlo como el Mesías que tenía que venir como Salvador del mundo.
Testimoniar nuestra adhesión total a Él significa realizar obras de misericordia en favor de nuestros hermanos más necesitados. Es experimentar nuevos horizontes, descubriendo la “buena noticia” de la salvación.
Hermanos, a la luz de la Palabra, intentemos responder: ¿Quién es Jesús para nosotros? ¿Cómo damos testimonio de Nuestro Señor Jesucristo en nuestra vida cotidiana? Que las respuestas a estas preguntas nos permitan reconocer a Nuestro Señor Jesucristo y a dar testimonio valiente a través del ejercicio de la Palabra de Dios.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Oh, Dios, que contemplas cómo tu pueblo espera con fidelidad la fiesta del nacimiento del Señor, concédenos llegar a la alegría de tan gran acontecimiento de salvación y celebrarlo siempre con solemnidad y júbilo desbordante.
Amado Jesús, te pedimos por la Iglesia, para que todos los sacerdotes, diáconos, consagrados y todos los fieles, seamos verdaderos discípulos tuyos, extendiendo el reino de los cielos a todos los confines del orbe.
Amado Jesús, es a ti a quien esperamos. Tu presencia en nuestras vidas nos hace fuertes. Envíanos tu luz y tu verdad. Ven Señor Jesús, ven que te esperamos.
Amado Jesús, misericordia pura, ten piedad de las benditas almas del purgatorio, purifícalas y ábreles las puertas de la mansión celestial.
Madre Santísima, Madre Inmaculada, Madre de la Divina Gracia, Madre Admirable, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con una homilía de San Juan Pablo II:
«De esta apremiante invitación a la alegría, que caracteriza la liturgia de hoy, recibe su nombre el tercer domingo de Adviento, llamado tradicionalmente domingo “Gaudete”. En efecto, ésta es la primera palabra en latín de la misa de hoy: “Gaudete”, es decir, alegraos porque el Señor está cerca.
El texto evangélico nos ayuda a comprender el motivo de nuestra alegría, subrayando el gran misterio de salvación que se realiza en Navidad. El evangelista san Mateo nos habla de Jesús, “el que ha de venir” (Mt 11,3), que se manifiesta como el Mesías esperado mediante su obra salvífica: “Los ciegos ven y los cojos andan, …y se anuncia a los pobres la buena nueva” (Mt 11,5). Viene a consolar, a devolver la serenidad y la esperanza a los que sufren, a los que están cansados y desmoralizados en su vida.
También en nuestros días son numerosos los que están envueltos en las tinieblas de la ignorancia y no han recibido la luz de la fe; son numerosos los cojos, que tienen dificultades para avanzar por los caminos del bien; son numerosos los que se sienten defraudados y desalentados; son numerosos los que están afectados por la lepra del mal y del pecado y esperan la salvación. A todos ellos se dirige la “buena nueva” del Evangelio, encomendada a la comunidad cristiana. La Iglesia, en el umbral del tercer milenio, proclama con vigor que Cristo es el verdadero liberador del hombre, el que lleva de nuevo a toda la humanidad al abrazo paterno y misericordioso de Dios… Deseo de corazón que todos los cristianos sientan la urgencia de transmitir a los demás, especialmente a los jóvenes, los valores evangélicos que favorecen la instauración de la “civilización del amor” …
María, que esperó en silencio y orando el nacimiento del Redentor, nos ayude a hacer que nuestro corazón sea una morada para acogerlo dignamente. Amén».
Hermanos: hagamos el compromiso de realizar diariamente obras de misericordia materiales y espirituales. Así mismo, meditemos diariamente la Palabra y recemos el Santo Rosario. Que la Santa Eucaristía sea nuestro alimento del alma.
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.