LECTIO DIVINA DEL MARTES EN TIEMPO DE NAVIDAD – CICLO A
SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS
«He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él» Jn 1,32.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Juan 1,29-34
Al día siguiente, Juan Bautista, al ver a Jesús que venía hacia él, exclamó: «Este es el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. A él me refería yo cuando dije: “Después de mí viene uno que es superior a mí, porque existía antes que yo”. Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que él sea manifestado a Israel». Y Juan dio testimonio diciendo: «He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: “Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo”. Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el “Nombre sobre todo nombre”; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre» (Filipenses 2,9-10).
Hoy, en Tiempo de Navidad, celebramos el Santísimo Nombre de Jesús. Como afirma San Bernardino de Siena, «El nombre de Jesús es fundamento de la fe, mediante el cual somos constituidos hijos de Dios… El nombre de Jesús es el brillo de los predicadores, porque de Él les viene la claridad luminosa, la validez de su mensaje y la aceptación de su palabra por los demás».
Reverenciamos el Santísimo Nombre de Jesús meditando la segunda parte del texto denominado “Testimonio de Juan Bautista” que también se encuentra en Marcos 1,9-11, y en Lucas 3,21. A diferencia del tono de confrontación del texto de ayer, entre Juan Bautista y los sacerdotes y levitas, en el pasaje de hoy aparece Jesús que, sin pronunciar palabra, con su presencia le otorga a este episodio un toque se paz y serenidad.
Luego, de manera solemne, Juan Bautista revela la verdadera identidad de Jesús cuando afirma: «Este es el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo». Juan también da testimonio de que Jesús está ungido por el Espíritu Santo y que fue enviado por Dios Padre; de esta manera, Juan revela el misterio trinitario. Asimismo, el testimonio de Juan revela con claridad dos etapas: la del bautismo con agua que realizaba el precursor, en el versículo 31, y la del bautismo con el Espíritu que iba a realizar Jesús, en el versículo 33.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
«Le pondrás por nombre Jesús, pues salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt 1,21).
Las Sagradas Escrituras nos enseñan que el Nombre de Jesús, invocado con confianza, es una ayuda en nuestras necesidades corporales y espirituales según la misma promesa de Cristo, tal como lo podemos apreciar en Juan 16,23: «lo que pidan al Padre se los dará en mi nombre». Así mismo, es la fortaleza que acompaña a todo consagrado, tal como lo leemos en Marcos 16,17-18: «En mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien».
El Nombre de Jesús recuerda al pecador el accionar misericordioso del padre del hijo pródigo y la obra bondadosa del buen samaritano. El Nombre de Jesús nos protege de Satanás y de sus engaños, ya que el demonio teme el Santísimo Nombre de Jesús porque fue vencido por Él en la Cruz. En el nombre de Jesús obtenemos toda bendición y toda gracia en el tiempo y en la eternidad. Es por esta razón que en algunas oraciones de la santa misa se concluye todas las plegarias con las palabras: «Por Jesucristo Nuestro Señor».
Así se cumple la palabra de San Pablo, según la Carta a los Filipenses 2,10: «Al nombre de Jesús, toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra y en el abismo».
Hermanos: a la luz de la Palabra, intentemos responder: ¿Cuál es el lugar que Jesús ocupa en nuestras vidas? ¿Ayudamos a otras personas a acercarse a Nuestro Señor Jesucristo? Que las respuestas a estas interrogantes nos permitan eliminar de nuestro corazón, pensamiento y acción todos los obstáculos que nos impiden una comunión plena con Nuestro Señor Jesucristo, siendo fieles colaboradores de sus planes de salvación.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Al venerar el Santísimo Nombre de Jesús, te rogamos, Señor, que, después de gustar su dulzura en esta vida, seamos colmados del gozo eterno en la patria del cielo.
Amado Jesús, esplendor de luz y verdad, haz que nosotros podamos seguirte siempre, en cualquier circunstancia, en nuestras alegrías y tribulaciones, incluso hasta la cruz.
Espíritu Santo, dulce huésped del alma, muéstranos el camino que nos conduce a Nuestro Señor Jesucristo y a Dios Padre.
Amado Jesús, tú que estás sentado a la derecha de Dios Padre, alegra con la visión de tu rostro a nuestros hermanos difuntos.
Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede por nuestras oraciones ante la Santísima Trinidad.
- Contemplación y acción
Hermanos: contemplemos a la Santísima Trinidad con un escrito de Romano Guardini:
«Reino de Dios significa que Dios reina. Y ¿cómo reina Dios? Preguntémonos: en el fondo, ¿qué es lo que impera realmente sobre nosotros? En primer lugar, los hombres. También las cosas señorean sobre mí. Las cosas que ambiciono, las cosas que me estorban, las cosas que encuentro en mi camino…
¿Qué ocurriría si Dios reinase verdaderamente en mí? Mi corazón, mi voluntad lo experimentarían como Aquel que da a todo evento humano significado pleno …
Yo percibiría con temor sagrado que mi persona es nada excepto por el modo en que Dios me llamó y en el que debo responder a su llamada. De aquí me vendría el don supremo: la santa comunidad de amor entre Dios y mi sola persona. Pero el nuestro es un reino del hombre, reino de cosas, reino de intereses terrenos que ocultan a Dios y solo al margen le hacen sitio.
¿Cómo es posible que el árbol a cuyo encuentro voy me sea más real que Él? ¿Cómo es posible que Dios sea para mí sólo una mera palabra y no me invada, omnipotente, el corazón y la consciencia?
Y ahora Jesús, proclama que después del reino de los hombres y de las cosas ha de venir el reino de Dios. El poder de Dios irrumpe y quiere asumir el dominio; quiere perdonar, santificar, iluminar, no por la violencia física, sino por la fe. Los hombres deberían apartar su atención de las cosas y dirigirla hacia Dios, así como tener confianza en lo que Jesús les dice con su palabra y actitud: entonces llegaría el reino de Dios».
Hermanos: en el Santísimo Nombre de Jesús, hagamos realidad la Palabra en nuestra vida cotidiana, agradeciendo diariamente al cielo por todos los dones recibidos. Pidamos al Espíritu Santo que fortalezca nuestro seguimiento a Jesús, convirtiéndonos en verdaderos cristianos, fraternos y creyentes en el reino de Dios.
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.