MIÉRCOLES DE LA SEMANA I DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES DE LA SEMANA I DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

«Vámonos a otra parte, a los pueblos cercanos, para predicar también allí; que para eso he venido». Mc 1,38.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 1,29-39

En aquel tiempo, al salir Jesús y sus discípulos de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre; se lo dijeron a Jesús y él se acercó, la tomó de la mano y la levantó. La fiebre la dejó y ella se puso a servirles. Al anochecer, cuando ya se había puesto el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar. Se levantó de madrugada y cuando todavía estaba muy oscuro, se fue a un lugar solitario y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron a buscarlo y al encontrarlo le dijeron: «Todo el mundo te busca». Él les respondió: «Vámonos a otra parte, a los pueblos cercanos, para predicar también allí; que para eso he venido». Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando a los demonios.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón. La comunidad cristiana está integrada por hombres que, reunidos en Cristo, son guiados por el Espíritu Santo en su peregrinar hacia el reino del Padre y han recibido la buena nueva de la salvación para comunicarla a todos. La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia» (Constitución Pastoral Gaudium et Spes).

El pasaje evangélico de hoy está integrado por los textos denominados “Jesús sana y exorciza en torno a la casa de Simón y Andrés” y “Oración y misión de Jesús”, que se ubican también en Lc 4,38-44, y, el primer texto, en Mt 8,14-16.

En la lectura, las enseñanzas, curaciones y los exorcismos que lleva a cabo Jesús siguen dando testimonio de la autoridad divina que acompaña a sus palabras. Sus manos y su sola presencia eran instrumentos de divinidad; Jesús curó a todos los que acudieron a Él.

En el versículo 31, la suegra de Pedro simboliza la situación de exclusión que sufrían las mujeres ancianas y enfermas. Los discípulos, solidarios con el dolor, interceden por ella ante Jesús. Con tres verbos, Jesús indica el mejor camino para relacionarse con la persona que sufre: acercarse, entrar en contacto con él y levantarlo. De esta manera, Jesús restaura la vida para el servicio.

Así mismo, las Sagradas Escrituras atestiguan que Nuestro Señor Jesucristo tenía el hábito de la oración en lugares solitarios, donde se entregaba a la plegaria y a orar al Padre, y pedía por la humanidad en su condición de verdadero hombre.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

«¡Ojalá venga Jesús y entre en nuestra casa y, con un mandato suyo, cure la fiebre de nuestros pecados! Porque todos nosotros tenemos fiebre. Tengo fiebre, por ejemplo, cuando me dejo llevar por la ira. Existen tantas fiebres como vicios. Por ello, pidamos a los Apóstoles que intercedan ante Jesús para que venga a nosotros y nos tome de la mano; pues si Él toma nuestra mano, la fiebre huye al instante. Él es un médico egregio… Sabe tocar sabiamente las venas y escrutar los secretos de las enfermedades. No toca el oído, no toca la frente, no toca ninguna otra parte del cuerpo, sino la mano» (San Jerónimo).

Nuestro Señor Jesucristo nos muestra en esta lectura el poder total que tiene sobre las enfermedades y el mal. Quien se acerca a Él, es perdonado, sanado, liberado y recupera la dignidad de hijo de Dios. Jesús espera que quien sea sanado, levantado o liberado, se ponga al servicio de la causa del reino. Lo cual es parte de la identidad cristiana. Las sanaciones revelan que Nuestro Señor Jesucristo es solidario, que transita del discurso a la práctica liberadora.

Nuestro Señor Jesucristo anuncia el Reino de los Cielos con su ejemplo. Él fundó la Iglesia, que es el canal por el que Dios hace llegar la gracia a cada hombre que se incorpora a su Reino. Todos somos miembros de la Iglesia, unidos por la gracia del Espíritu Santo. Como decía San Agustín, la misión de Jesús es la que hoy desempeña la Iglesia. Así mismo, Nuestro Señor Jesucristo nos enseña la importancia de la oración al comenzar toda jornada misionera. Él obra prodigios en todos nosotros y, conscientes de ello, busquemos adherirnos a su proyecto.

Hermanos: meditando la lectura de hoy, intentemos responder: ¿Buscamos momentos para orar y dialogar con Dios? ¿Somos conscientes de la misión que tenemos en nuestras vidas? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a tener clara nuestra misión en la vida; así mismo, nos ayuden a orar y agradecer a Dios por los dones recibidos.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Te pedimos, Señor, que atiendas con tu bondad los deseos del pueblo que te suplica, para que vea lo que tiene que hacer y reciba la fuerza necesaria para cumplirlo.

Amado Jesús, ayúdanos a convertir nuestra plena disposición a seguirte, en testimonio viviente de tu Palabra; que nuestras vidas sirvan para glorificarte a través de nuestras acciones diarias, en especial, en favor de nuestros hermanos más necesitados.

Espíritu Santo, que tu santa luz ilumine nuestros corazones para ser sensibles al llamado que Nuestro Señor Jesucristo nos hace a través de sus enseñanzas.

Amado Jesús, por tu infinita misericordia, libera a las benditas almas del purgatorio y recíbelas en el Reino; y a las personas agonizantes, concédeles el perdón y la paz para que lleguen directamente al cielo.

Madre Santísima, Reina de los ángeles, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un escrito de Luigi Pozzoli:

«El evangelio nos da a entender que Jesús duerme bien de noche. ¿Su secreto? El diálogo con el Padre con que comienza su jornada lo explica todo. Lo que le decía al Padre no podemos saberlo. Solo podemos imaginarlo. Los rostros que encontraba en las puertas de la ciudad, los ojos llenos de esperanza, las enfermedades, las miserias, habrían ocupado, a buen seguro, un recuerdo, una palabra de intercesión, un acongojado sentimiento de piedad, en aquel diálogo. Y Jesús debía recibir del Padre el aliento para hacer visible el rostro de Dios a través de gestos de ternura, de solidaridad, de una piedad humanísima y divina.

Su jornada, tras el diálogo con el Padre, es un incesante prodigarse en favor de los otros, una ocasión continua de hacer el bien. ¿Es una jornada difícil de imitar? En realidad, no se trata de una jornada imposible. Lo que cuenta es enfrentarse a cada jornada con una gran naturalidad, conectando lo que vivimos a través de un momento de oración, con un sentido más elevado, con un destino más grande. Y se trata de comprender que el tiempo dedicado a los otros es un tiempo ganado y supone ya un testimonio en favor del Evangelio.

Todo depende del espíritu justo, un espíritu que ignore la fiebre del éxito, la búsqueda del consenso, la necesidad del reconocimiento, y sea capaz de confiarlo todo al que nos da cada mañana una nueva jornada, la bendice y la guarda en la memoria de su corazón».

Queridos hermanos: pidamos continuamente al Espíritu Santo la gracia de orar continuamente y la inspiración para cumplir nuestra misión en nuestras familias, comunidades, centros laborales, como habitantes de nuestra casa común.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.