LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES EN TIEMPO DE NAVIDAD – CICLO A
En aquel tiempo, estaba Juan Bautista con dos de sus discípulos, y fijándose en Jesús que pasaba, dice: «Este es el Cordero de Dios» Jn 1,35-36.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Juan 1,35-42
En aquel tiempo, estaba Juan Bautista con dos de sus discípulos, y fijándose en Jesús que pasaba, dice: «Este es el Cordero de Dios». Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: «¿Qué buscan?». Ellos le contestaron: «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?». Él les dijo: «Vengan y lo verán». Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día, serían las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo)». Y lo llevó a Jesús. Jesús mirándolo le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que significa Pedro».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
———–
«Jesús, a quien los hombres no conocían, se da a conocer y amar pasando entre nosotros. Vino en el seno de la Virgen. Luego, pasó del seno de su madre al pesebre y del pesebre a la cruz, de la cruz al sepulcro, del sepulcro ascendió al cielo… Nuestro corazón también, si aprende a desear a Cristo como Juan, reconocerá a Jesús cuando pase. Si le seguimos, llegaremos como los discípulos al lugar donde mora Jesús: en el misterio de su divinidad» (Ruperto de Deutz).
El pasaje evangélico de hoy forma parte del texto denominado “Jesús llama a sus primeros discípulos” y se encuentra a continuación del Testimonio de Juan Bautista que meditamos los dos días anteriores.
Recordemos que, en su testimonio y de manera solemne, Juan Bautista revela la verdadera identidad de Jesús cuando afirma: «Este es el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo». Al día siguiente, cuando Juan Bautista ve pasar nuevamente a Jesús, vuelve a dar un segundo testimonio sobre el Maestro: «Este es el cordero de Dios». Esta expresión provoca que dos de los discípulos de Juan sigan a Jesús.
Los discípulos recién llamados por Jesús convocan a su vez a otros mediante su testimonio de fe mesiánica. La fe en Jesús los contagia, es fecunda, no la pueden encerrar. Ellos manifiestan el gozo ante el descubrimiento de Jesús como Mesías.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
«Jesús, que no es de este mundo, sino que viene del Padre, toma la iniciativa en la vida de todo hombre. Él pasa siempre entre nosotros, esperando que alguno recoja el testimonio de quien lo anuncia. En la vida de cada uno de nosotros hay un día, un encuentro que ha marcado un cambio radical de nuestra existencia: la llamada personal e imprevisible de Dios con vistas a nuestra misión. Con frecuencia Él, para llamarnos, se sirve de otros «Juan Bautista», que pueden ser los padres, un amigo, un sacerdote, un libro, un retiro espiritual u otra cosa, pero es Él quien nos llama a seguirlo para construir un mundo nuevo. El peligro es que pase en vano por nosotros, por no haberlo escuchado atentamente» (Zevini-Cabra).
El texto de hoy tiene características fundamentales: la primera es el llamado de Jesús que siempre toma la iniciativa. La segunda es la aceptación de ser discípulo de Nuestro Señor Jesucristo, que significa dejarse mirar por Él y aceptar aquel diálogo profundo con el Señor que transforma la vida.
La tercera es la fecundidad del llamado de Jesús sustentada en la fe; quienes aceptan el llamado de Jesús se convierten en misioneros sea cual sea el estado de sus vidas, ya que replican el llamado en sus familias, amistades y por donde vayan. Y la cuarta es el gozo que acompaña la aceptación del llamado y el tránsito por la misión, al haber encontrado la perla preciosa.
Hermanos: a la luz de la Palabra, intentemos responder: ¿Cómo es nuestro seguimiento a Nuestro Señor Jesucristo? ¿Transmitimos a otros hermanos nuestra fe a través del testimonio sobre el encuentro con Jesús? Que las respuestas a estas interrogantes nos ayuden a vivir la experiencia luminosa del encuentro personal y comunitario con Nuestro Señor Jesucristo.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Padre eterno, que fundaste la salvación del género humano en la encarnación de tu Palabra, concede a tu pueblo la alegría del encuentro con tu Unigénito, tal como se la concediste a los discípulos de Nuestro Señor Jesucristo.
Amado Jesús, te suplicamos nos envíes tu Santo Espíritu para poner en práctica tus enseñanzas, obrando con justicia y amor fraterno.
Amado Jesús, Hijo de Dios, que has venido a nosotros para hacer nuevas todas las cosas, danos tu amor para que hablemos de tu amor a todos mediante nuestras acciones y todo tipo de expresión que nos inspire tu Santo Espíritu.
Amado Jesús, misericordia infinita, acoge a todos los difuntos de todo tiempo y lugar, y concédeles el perdón y la vida eterna.
Madre Santísima, te agradecemos por acoger en tu seno al Hijo de Dios y te pedimos que intercedas ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un escrito de Père Charles Singer:
«“Maestro, ¿dónde vives?”. Enséñame los caminos que conducen a mí mismo, revélame el refugio profundo que tu amor gratuito ha querido construirse en lo íntimo de mi ser. Haz que, recorriendo hacia atrás uno tras otro los senderos de mi vida consciente, reencuentre siempre en sus orígenes tu gracia misericordiosa que previene mis iniciativas y me ofrece mis verdaderos valores…
El Señor está presente también en las pequeñas ocasiones en que nos ofrece hacer el bien o aceptar el sufrimiento; está presente en estas modestas moradas como las hostias consagradas; bajo las especies de la contrariedad fortuita, del visitante inoportuno, de la enfermedad fastidiosa o del trabajo ingrato, de un sacrificio que se nos pide, de una obediencia mediocre. Bajo estas especies está presente moralmente, como está presente corporalmente bajos las especies eucarísticas. Y mi vida transcurre próxima a estas moradas; y el curso tortuoso de mis jornadas lo encuentro en cada momento. Pero yo soy demasiado ciego para advertirlo y descuido las ocasiones de hacer el bien o de aceptar el sufrimiento, como se descuidan las casas deshabitadas o los tugurios en ruinas junto a la carretera.
“Venid y ved”. Señor, ábreme los ojos: que yo aprenda a conocerte en cada una de tus presencias humildes y aprenda a encontrarte en la prosa santificante de mi deber cotidiano. Porque tú habitas justo aquí. Y es en este deber humilde, sea cual sea, donde estoy seguro de encontrarte, no solo de paso y furtivamente, sino de modo estable y permanente…».
Hermanos: hagamos el compromiso de pedirle diariamente al Espíritu Santo la capacidad de identificar la presencia de Nuestro Señor Jesucristo en las vivencias diarias de la vida. Transmitamos nuestra fe comprometiéndonos a hablar de Nuestro Señor Jesucristo, el día de hoy, con al menos una persona.
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.