LECTIO DIVINA DEL DOMINGO DE LA SEMANA II DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A
«Este es el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» Jn 1,29.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Juan 1,29-34
En aquel tiempo, Juan vio a Jesús que se acercaba a él y exclamó: «Este es el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. A él me refería cuando dije: “Detrás de mí viene uno que es superior a mí, porque existía antes que yo”. Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que el pueblo de Israel lo conozca». Y Juan dio testimonio diciendo: «He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: “Aquel sobre quien veas que bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo”. Y yo le he visto, y he dado testimonio de que él es el Hijo de Dios».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«La potencia de santificación del hombre, potencia continua e inagotable, es el don del Cordero de Dios… que nos sumerge en ese Espíritu al que Juan vio mientras bautizaba… ¡Dejemos que Él actúe en nosotros con la potencia del Espíritu Santo! ¡Dejemos que Él nos guíe por los caminos de la fe, de la esperanza, de la caridad, por el camino de la santidad! ¡Dejemos que el Espíritu Santo —Espíritu de Jesucristo— renueve la faz de la tierra a través de cada uno de nosotros! De este modo, resuene en toda nuestra vida el canto de Navidad» (San Juan Pablo II).
En el pasaje evangélico de hoy, Juan Bautista, ante el pueblo elegido e inspirado por el Espíritu, proclama solemnemente a Jesús: «Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo». Pero ¿cómo quita Jesús el pecado del mundo? Lo hace asumiendo nuestra condición humana y ofreciéndose desde la cruz, en ofrenda voluntaria y de servicio de amor. Desde la cruz también nos brinda el Espíritu Santo, que purifica y perdona todos nuestros pecados.
En el texto, no se narra el bautismo de Jesús, sino que es aludido a través del testimonio de Juan Bautista. Éste ha tenido la revelación de Jesús como Mesías y testimonia válidamente que Jesús es el Hijo de Dios.
Desde la visión de Juan Bautista, el eje central es el Espíritu Santo. Se le atribuye a Jesús la función de bautizar en el Espíritu, acción que es propia de Dios. Por ello, gracias a la permanencia perfecta del Espíritu en Él, Nuestro Señor Jesucristo es el gran artífice de la donación universal del Espíritu y gestor de un pueblo santo.
Como afirma Cirilo de Alejandría: «El Espíritu, que se había alejado de la humanidad por su caída, ahora es restaurado mediante Cristo, en cuya naturaleza perfecta puede habitar el Espíritu». En este sentido, en las aguas del Jordán, con el bautismo de Jesús, se presencia el primer Pentecostés de la Iglesia.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
La lectura es una invitación para que la fe de toda persona en Nuestro Señor Jesucristo, brote o se incremente recurriendo a la oración permanente al Espíritu Santo.
Vivimos tiempos difíciles y complejos, la proliferación de ideologías que buscan destruir a la familia cristiana y a la espiritualidad esencial del ser humano, hace necesaria una reflexión y, fundamentalmente, la realización de acciones decididas para defender nuestra fe. En este sentido, es necesario que estemos preparados con las armas del Espíritu para salir airosos en estas confrontaciones diarias.
La humanidad entera tiene una alta necesidad de liberación y salvación. Por ello, toda nuestra existencia debe ser una permanente transmisión del Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo. En este sentido, conviene preguntarnos: ¿Pedimos al Espíritu Santo la gracia de leer e interpretar los acontecimientos de nuestro tiempo a la luz de la Palabra? ¿Ayudamos a las personas de nuestros tiempos a que vivan la experiencia liberadora y sanadora de Nuestro Señor Jesucristo? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a estar plenamente dispuestos a escuchar y a hacer realidad la Palabra de Dios, reconociendo que Nuestro Señor Jesucristo es el «Cordero de Dios».
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Dios todopoderoso y eterno, que gobiernas a un tiempo cielo y tierra, escucha compasivo la oración de tu pueblo, y concede tu paz a nuestros días. Haz que podamos sentir la gozosa experiencia de ser tus hijos y de reconocer en el prójimo a un hermano.
Padre eterno, haz que el Santo Padre, el papa Francisco, los obispos, sacerdotes y consagrados, guiados por el Espíritu, nos ayuden a vivir con alegría nuestra vocación cristiana.
Padre eterno, envía tu Santo Espíritu a los gobernantes del mundo, para que los asista en la construcción de una sociedad justa y fraterna.
Amado Jesús, Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, te suplicamos nos fortalezcas y dejes que el Espíritu Santo actúe en nuestras vidas.
Amado Jesús, misericordia pura, tú que estás sentado a la derecha de Dios Padre, alegra con la visión de tu rostro a nuestros hermanos difuntos.
Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede por nuestras oraciones ante la Santísima Trinidad. Amén.
- Contemplación y acción
Hermanos: contemplemos Nuestro Señor Jesucristo con un escrito de San Hipólito de Roma:
«Prestadme cuidadosamente atención: quiero acudir a la fuente de la vida, quiero contemplar esa fuente medicinal.
El Padre de la inmortalidad envió al mundo a su Hijo, Palabra inmortal que vino a los hombres para lavarlos con el agua y el Espíritu. Y, para regenerarnos con la inmortalidad del alma y del cuerpo, insufló en nosotros el Espíritu de vida y nos vistió con una armadura incorruptible.
Sí, pues, el hombre ha sido hecho inmortal por la regeneración del baño del bautismo, en virtud del agua y del Espíritu Santo; resulta también que después de la resurrección de entre los muertos será coheredero de Cristo.
Por lo cual, grito con voz de pregonero: Venid todas las tribus de los pueblos al bautismo de la inmortalidad. Esta es el agua, unida con el Espíritu, con la que se riega el paraíso, se fecunda la tierra, las plantas crecen, los animales se multiplican; y, en definitiva, el agua por la que el hombre regenerado se vivifica, con la que Cristo fue bautizado, el agua sobre la que descendió el Espíritu Santo en forma de paloma.
Y el que desciende con fe a este baño de regeneración renuncia al diablo y se entrega a Cristo, reniega del enemigo y confiesa que Cristo es Dios, se libra de la esclavitud y se reviste de la adopción, y vuelve del bautismo tan espléndido como el sol, fulgurante de rayos de justicia; y, lo que es el máximo don, se convierte en Hijo de Dios y coheredero de Cristo.
A Él la gloria y el poder, junto con el Espíritu Santo, bueno y vivificante, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén».
Hermanos: hagamos el compromiso de renovar hoy nuestra plena disposición de colaborar con la misión salvadora de Nuestro Señor Jesucristo, ayudando a que otros hermanos sean liberados del pecado. Demos testimonio del gozo que experimentamos ante la presencia y manifestación de la Santísima Trinidad en nosotros. Seamos misioneros de la Iglesia en nuestra vida cotidiana.
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.