MARTES DE LA SEMANA II DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL MARTES DE LA SEMANA II DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

SAN ANTONIO ABAD

«El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado, así que el Hijo del hombre es señor también del sábado» Mc 2,27-28.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 2,23-28

Un sábado, Jesús atravesaba unos campos de trigo, y sus discípulos iban arrancando espigas, mientras se abrían paso. Los fariseos le dijeron: «¡Mira!, ¿por qué hacen en sábado lo que no está permitido?». Él les respondió: «¿No han leído nunca lo que hizo David cuando él y sus compañeros tuvieron necesidad y sintieron hambre?; ¿cómo entró en la Casa de Dios, en tiempo del sumo sacerdote Abiatar, y comió los panes consagrados, que sólo está permitido comer a los sacerdotes, y les dio también a sus compañeros?». Y añadió: «El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado, así que el Hijo del hombre es señor también del sábado».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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Hoy celebramos a San Antonio, abad, modelo de espiritualidad ascética. Nació en Egipto por el año 250 en una familia de acaudalados campesinos.

Durante una celebración Eucarística escuchó las Palabras de Jesús: «Si quieres ser perfecto, ve y vende todo lo que tienes y dalo a los pobres». Por ello, al morir sus padres, San Antonio entregó su hermana al cuidado de las vírgenes consagradas, distribuyó sus bienes entre los pobres y se retiró al desierto donde comenzó a llevar una vida de penitencia. Organizó comunidades de oración y trabajo. En el desierto logró conciliar la vida solitaria con la dirección de un monasterio.

Tuvo muchos discípulos; trabajó en favor de la Iglesia, confortando a los confesores de la fe durante la persecución de Diocleciano y apoyando a san Atanasio en sus luchas contra los arrianos. Una colección de anécdotas, conocida como “apotegmas” demuestra su espiritualidad evangélica clara e incisiva. Murió alrededor del año 356, en el monte Colzim, próximo al mar Rojo.

«Es particularmente urgente a nuestra época recordar que el domingo, el Día del Señor, es también día de descanso en lo que se refiere al trabajo. Deseamos vivamente que esto sea reconocido como tal por la sociedad civil, de manera que sea posible estar libre de las actividades del trabajo sin estar, por otra parte, penalizado. En efecto, los cristianos, en relación con el significado del sábado en la tradición judía, siempre han visto igualmente en el Día del Señor, el día de descanso del trabajo cotidiano» (Papa emérito Benedicto XVI).

En el pasaje evangélico de hoy se narra el cuarto conflicto entre Jesús y las autoridades religiosas de la época, que trata sobre la observancia del sábado. La lectura se encuentra también en Mateo 12,1-8, y en Lucas 6,1-5. El texto se ubica luego del pasaje sobre el ayuno que meditamos ayer, y narra cuando Jesús y sus discípulos atravesaban un sembrado de trigo y algunos discípulos sintieron hambre y tomaron algunas espigas y comenzaron a comer sus granos.

Los fariseos increparon a Jesús diciéndole que dicha conducta estaba prohibida. Señalaban que las faenas de recolección era una de las treinta y nueve maneras de infringir el reposo del sábado; una ley que se volvió contra la humanidad. Jesús hace saltar dicha ley por los aires cuando defiende a sus discípulos al recordar a los acusadores que la misma Escritura mostraba un ejemplo similar, el de David y sus compañeros. De esta manera, Jesús hace una interpretación auténtica de la Ley, donde la medida es la vida del hombre.

Jesús fue, incluso, más allá, indicándoles que «el Hijo del hombre es Señor del sábado». Por ello, sus discípulos participaron de su libertad para trasgredir sin culpa la ley del sábado. En este sentido y con una maravillosa profundidad espiritual, Nuestro Señor Jesucristo nos invita a vivir “un nuevo sábado”.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Nuestro Señor Jesucristo siempre pone la vida en primer lugar; en especial, las necesidades humanas fundamentales. En el amor de Dios, todo tiene que servir para el bien de la humanidad, toda ley que no permite el desarrollo humano tiene que ser cuestionada y reformulada. Por ejemplo, en la actualidad, todas las leyes que apoyan el aborto y la eutanasia, y las que atentan contra la familia, entre otras que son contrarias al amor de Dios, deben ser descartadas.

En un mundo en el que el relativismo moral y religioso van ganando terreno, debemos asumir el desafío de la defensa de nuestra fe a través de la lectura orante de la Palabra y de una práctica caritativa del amor de Dios. Por ello, Nuestro Señor Jesucristo interpreta el espíritu de la Ley en base al amor misericordioso de Dios Padre y de su propio amor por la humanidad.

Hermanos: meditando la lectura de hoy, intentemos responder: ¿Leemos y meditamos la Palabra de Dios con frecuencia? ¿Estamos dispuestos a defender la vida humana, de extremo a extremo, con la Palabra e invocando los dones del Espíritu Santo? Que las respuestas a estas preguntas nos animen a descubrir los tesoros maravillosos de la Palabra de Dios y a vivir el encuentro con Dios vivo a través de la defensa de la vida y de las personas más vulnerables.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Oh, Dios, que concediste a San Antonio, abad, servirte en el desierto con una vida admirable, concédenos, por su intercesión, que, negándonos a nosotros mismos, te amemos siempre y sobre todas las cosas.

Amado Jesús, concédenos la gracia de superar todo prejuicio y obrar siempre con caridad y amor, en todo tiempo y lugar, en especial, en favor de nuestros hermanos que tienen mayores necesidades espirituales y materiales.

Espíritu Santo ilumina el alma de todas las personas para que practiquemos con intensidad y fidelidad las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo, en especial, la defensa de la vida y de las personas más vulnerables.

Amado Jesús, concede a los difuntos de todo tiempo y lugar tu misericordioso amor para que lleguen al banquete celestial; y no dejes que las almas de las personas moribundas se extravíen, para que lleguen a tu Reino.

Madre Santísima, Madre del Amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Dios con una oración de San Antonio, abad:

«Ruego por vosotros, noche y día, a mi Dios que les conceda los mismos dones que me ha concedido a mí por su gracia, no porque yo fuera digno de ellos…; el gran Espíritu de fuego que yo mismo he recibido. ¡Recibidlo, pues, también vosotros!

Y si queréis obtener que more en vosotros, presentad antes las fatigas del cuerpo y la humildad del corazón, elevando noche y día vuestros pensamientos al cielo. Pedid con corazón sincero este Espíritu de fuego, y les será dado…; cuando lo hayáis recibido, os revelará todos los misterios más altos… Os ruego que abandonéis vuestra voluntad carnal y mantengáis la serenidad en cada cosa, a fin de que, con el apoyo del Espíritu Santo, moren en vosotros las potencias celestes y os ayuden a cumplir la voluntad de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, a quien sea la alabanza eterna por los siglos de los siglos. Amén».

Queridos hermanos: hagamos el propósito de realizar una lectura orante de la Palabra de Dios pidiendo la ayuda del Espíritu Santo; así mismo, no dejemos de asistir a la Santa Eucaristía, de agradecer y dialogar con Nuestro Señor Jesucristo a través de la Adoración al Santísimo Sacramento, y de rezar el Santo Rosario con la dulce intercesión de Nuestra Santísima Madre María.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.