MARTES DE LA SEMANA III DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL MARTES DE LA SEMANA III DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

SAN FRANCISCO DE SALES, OBISPO Y DOCTOR DE LA IGLESIA

«Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre». Mc 3,34-35.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 3,31-35

En aquel tiempo, llegaron la madre y los hermanos de Jesús, y desde fuera lo mandaron llamar. La gente que estaba sentada alrededor de él le dijo: «Mira, tu madre y tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan». Él les responde: «¿Quién es mi madre y mis hermanos?». Y mirando a los que estaban sentados a su alrededor, dice: «Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Rezar para tener ganas de seguir la voluntad de Dios, rezar para conocer la voluntad de Dios y rezar —una vez conocida— para sacar adelante la voluntad de Dios. Pues que el Señor nos conceda la gracia, a todos, para que un día pueda decir de nosotros lo que dijo de aquel grupo, de esa gente que le seguía y que estaban sentados a su alrededor, como acabamos de escuchar en el Evangelio: “Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre” (Mc 3,35). Hacer la voluntad de Dios nos hace ser parte de la familia de Jesús, nos hace madre, padre, hermana, hermano» (Papa Francisco).

Hoy celebramos a San Francisco de Sales. Nació en Thorans, un pueblecito de Saboya en 1567, en el castillo de Sales. Educado en las virtudes cristianas por su madre, estudió, primero con los jesuitas de París y, después, en Padua, donde se licenció en Derecho.

Contrariamente a las expectativas de su padre, que soñaba con que fuera abogado y senador, abrazó el estado eclesiástico y se dedicó a la evangelización de la región de Chablais. Tras ser nombrado obispo de Ginebra, vivió en Annecy, donde, además de una iluminada acción pastoral y de la dirección espiritual de muchas almas, escribió, entre otras, la obra “Filotea” y también “Teótimo” o “Tratado sobre el amor de Dios”, convirtiéndose en uno de los grandes maestros de la espiritualidad cristiana. Con santa Juana de Chantal fundó la Visitación. Murió en 1622, fue beatificado por el Papa Alejandro VII en el 1661, y el mismo Papa lo canonizó en el 1665. En 1878 el Papa Pío IX lo declaró “Doctor de la Iglesia”.

El pasaje evangélico de hoy, denominado “¿Quién es mi madre y mis hermanos?”, también se encuentra en Mateo 12,46-50 y en Lucas 8,19-21. El texto presenta a Jesús enseñando en una casa que estaba completamente llena de gente. En esta situación, su Madre y otros parientes deseaban hablar con Él, pero, al no poder hacerlo, le enviaron un mensaje. Jesús reacciona con firmeza, diciendo: «Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre».

De esta manera, Nuestro Señor Jesucristo señala que, por encima del parentesco de la sangre, existe un parentesco superior: el ser hijos de Dios Padre, donde el vínculo filial es la realización de la voluntad del Padre. La verdadera familia de Jesús, la familia del reino traspasa las fronteras biológicas y étnicas.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Nuestro Señor Jesucristo desea que cada uno de nosotros sea su hermano, su hermana, su madre. Jesús pone por encima de los vínculos de sangre a la familia divina que procede de Dios Padre, abriendo un horizonte ilimitado para quienes siguen los preceptos cristianos.

Por ello, si cumplimos la voluntad de Dios, estamos cercanos a Nuestro Señor Jesucristo y somos parte de su familia espiritual. Entremos, pues, en la cálida intimidad de la familia divina de Nuestro Señor Jesucristo permitiendo que la Santísima Trinidad more en nuestros corazones.

Hermanos: a la luz de la Palabra, intentemos responder: ¿Somos conscientes de que podemos formar parte de la familia divina de Nuestro Señor Jesucristo? Que las respuestas a esta pregunta nos ayuden a realizar la voluntad de Dios, cumpliendo sus preceptos y, así, sentirnos parte de la familia de Nuestro Señor Jesucristo.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Padre eterno, tú que has querido que el santo obispo Francisco de Sales se hiciera todo para todos por la salvación de las almas, concédenos, en tu bondad, a ejemplo suyo, manifestar siempre la dulzura de tu amor en el servicio a los hermanos.

Amado Jesús, fortalece con el Espíritu Santo al papa Francisco, a los obispos, a los sacerdotes, a los consagrados y consagradas, para que no desmayen en llevar a toda la humanidad los vínculos de la familiaridad divina con la Santísima Trinidad.

Amado Jesús, hermano nuestro, envía el Espíritu Santo para que, cumpliendo la voluntad de Dios Padre, seamos miembros de la familia a la que nos convocas.

Padre eterno, por tu inmenso amor y misericordia, concede a todos los difuntos de todo tiempo y lugar, la gracia de formar parte de la familia celestial; en especial, te pedimos por aquellos que partieron de este mundo sin conocerte o en un momento extremo de tribulación y abandono humano.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Con el ejemplo de Francisco de Sales, contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo, saboreemos su Palabra y pongamos en práctica sus enseñanzas. Francisco llamaba “éxtasis de la acción” a aquella acción impulsada por el amor puro que contemplamos y descubrimos en Nuestro Señor Jesucristo. Contemplemos al Señor con un escrito de San Francisco de Sales de su obra Filotea:

«Piensa en el amor con el que Jesucristo, Nuestro Señor, tanto sufrió en este mundo, de modo particular en el huerto de los Olivos y en el monte Calvario: ¡ese amor te miraba a ti!

¡Dios mío, con qué profundidad deberíamos imprimir en nosotros todo esto! ¿Acaso es posible que yo haya sido amado con tanta dulzura por el Salvador, hasta el punto de que Él haya pensado en mí personalmente, incluso en todas las pequeñas circunstancias a través de las cuales me ha atraído a Él?

Es verdaderamente maravilloso: el corazón repleto de amor de mi Dios pensaba en mí, me amaba y me procuraba mil medios de salvación, como si no hubiera tenido otra persona en el mundo en la que pensar. Pero ¿cuándo empezó a amarte? Desde que empezó a ser Dios, es decir, desde siempre…».

Hermanos: digámosle a Nuestro Señor Jesucristo: “Aquí estamos, para hacer tu voluntad porque queremos ser tus verdaderos hermanos”. Señor deseo asumir el compromiso de mantenerme vigilante y perseverante en la oración para no caer en las tentaciones y no cesar en mi determinación de servirte día a día, en cualquier circunstancia de mi vida.

Hermanos: pongamos todo de nuestra parte para hacer de nuestra vida cristiana un canto de alabanza, de adoración, de acciones de gracias y de entrega amorosa a Nuestro Señor Jesucristo.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.