MIÉRCOLES DE LA SEMANA III DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES DE LA SEMANA III DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

CONVERSIÓN DE SAN PABLO

«Vayan al mundo entero y proclamen el Evangelio a toda la creación» Mc 16,15.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 16,15-18

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: «Vayan al mundo entero y proclamen el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado. A los que crean, los acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos y quedarán sanos».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Pablo es una figura excelsa, casi inimitable, pero en cualquier caso estimulante, que se nos presenta como un ejemplo de entrega total al Señor y a la Iglesia… Pablo brilla como una estrella de primera magnitud en la historia de la Iglesia y no solo en la historia de los orígenes… Que el Señor nos ayude a poner en práctica la exhortación que nos dejó el apóstol en sus cartas: “Sed mis imitadores, como yo lo soy de Cristo” (1 Co 11, 1)» (Benedicto XVI).

Hoy celebramos la fiesta de la Conversión de San Pablo; aquella extraordinaria transfiguración de encarnizado enemigo de los cristianos, a fiel apóstol de Nuestro Señor Jesucristo. En el camino a Damasco, San Pablo se rindió plenamente a la llamada de Jesús.

Aunque Pablo no fue parte de los doce, es un verdadero y auténtico apóstol de Nuestro Señor Jesucristo. Un apóstol por vocación, porque después de su conversión, ser misionero era el único modo de vivir para Pablo. Pablo afirmaba con vehemencia que el evangelio que predicaba no lo había aprendido o recibido de los hombres sino por revelación divina. La pasión que sentía por Cristo salía de todo parámetro humano.

El pasaje evangélico de hoy, denominado “Misión de los discípulos”, es el texto de la misión apostólica por antonomasia, que también se encuentra en Lucas 24,44-49, en Juan 20,22 y en Hechos 1,7. Los signos que Jesús otorga a sus apóstoles también son otorgados a las siguientes generaciones apostólicas y a sus seguidores. Son las señales y milagros que acompañan el anuncio de la Buena Nueva y que representan un tesoro para la Iglesia, ya que, muchas veces, muestran la santidad de quienes los realizan.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

La conversión de San Pablo nos permite identificar las siguientes lecciones: primero que la misericordia de Dios llega, por lo general, cuando nos encontramos en las peores situaciones, es decir, cuando hemos tocado fondo. Segundo, Dios interviene en nuestras vidas de manera inesperada y en cualquier lugar. Tercero, al igual que Pablo, todos tenemos un caballo del cual podemos ser derribados por Nuestro Señor Jesucristo. Y cuarto, las respuestas con fe y humildad son las que más agradan a Nuestro Señor Jesucristo.

Así mismo, es preciso destacar que después del encuentro de Pablo con Nuestro Señor Jesucristo, se produce el diálogo entre la criatura y su liberador, en el que la fe es el componente esencial. La fe se convierte en obediencia y abandono total de la persona en Dios. Finalmente, esta fe se transforma en misión. Pablo es un claro ejemplo de ello. Quien ha recibido la redención de los pecados y la salvación en Nuestro Señor Jesucristo, se siente irresistiblemente impulsado a entregarla a los demás.

Orlando Córdoba Reyes manifiesta: «Pablo se considera a sí mismo “diácono de Cristo Jesús” (2 Cor 11,23; Col 1,7; 1 Tim 4,6), “diácono del evangelio” (Col 1,23), “diácono de la justicia” (2 Cor 11,15), “diácono del Espíritu” (2 Cor 3,8). Es decir: sirviendo en nombre de Cristo, Pablo ofrece a los hombres el alimento y los medios de subsistencia para su vida: la Buena noticia que es el evangelio, la salvación que justifica y transforma, y el don del Espíritu, fuente de toda vida y santidad, que se derrama por el ministerio del apóstol. Así se configura con Cristo, que ha venido a “servir a todos” (Mc 10,45)».

Y Juan Crisóstomo decía: «No se equivocaría quien llamase al alma de Pablo prado de virtudes y paraíso espiritual, pues se hallaba floreciente de gracia y, al mismo tiempo, manifestaba la sabiduría de un alma digna de la gracia. En efecto, desde que se convirtió en instrumento elegido y se purificó convenientemente, sobre él se derramó copiosamente el don del Espíritu Santo. De allí nacieron para nosotros unos ríos maravillosos; no sólo cuatro, como eran los manantiales del paraíso, sino muchos más. Esos ríos fluyen cada día, pero no riegan la tierra, sino las almas de los hombres, incitándoles a producir como fruto la virtud».

Hermanos: meditando la lectura de hoy, intentemos responder: ¿Qué nos dice San Pablo hoy? ¿Seguimos a Jesús en nuestras actividades diarias? ¿Agradecemos a Dios por tanta bondad? ¿Somos conscientes que nuestras capacidades humanas son un don de Dios? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden, tomando como ejemplo a Pablo, a predicar con nuestra vida y valentía a Nuestro Señor Jesucristo; y seamos capaces de decirle: «Señor, ¿qué quieres que haga?» Hch 20,10.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Padre eterno, tú que has instruido al mundo entero con la predicación de San Pablo, apóstol, concede a cuantos celebramos hoy su conversión, avanzar hacia ti, siguiendo su ejemplo, y ser en el mundo testigos de tu verdad.

Amado Jesús, te pedimos por el Santo Padre, por los obispos, sacerdotes, diáconos, consagrados y consagradas, laicos y misioneros; fortalécelos con tu Santo Espíritu para que lleven tu Palabra y ejemplo a todos los confines de la tierra.

Amado Jesús, concede a los difuntos de todo tiempo y lugar tu misericordia para que lleguen al cielo, y protege, del enemigo, a las almas de las personas agonizantes.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos al Amor de los amores, al Señor de señores, al Rey de reyes, con el Himno al amor, ubicado en la primera carta del apóstol San Pablo a los Corintios 13,1-10.13:

«Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo estruendoso.

Aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera una fe como para mover montañas, si no tengo amor, no soy nada. Aunque repartiera todos mis bienes y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, de nada me sirve.

El amor es paciente, es servicial, el amor no es envidioso ni busca aparentar, no es orgulloso ni actúa con bajeza, no busca su interés, no se irrita, sino que deja atrás las ofensas y las perdona, nunca se alegra de la injusticia, y siempre se alegra de la verdad. Todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.

El amor nunca terminará… Ahora nos quedan tres cosas: la fe, la esperanza, el amor. Pero la más grande de todas es el amor».

Señor, confiados en tu paciencia y misericordia, deseamos asumir el compromiso de contrastar nuestras vidas con tus mandamientos de amor, y con este bello himno al amor que inspiraste a San Pablo. Deseamos ser tus discípulos, que tu Santo Espíritu nos fortalezca y acompañe siempre, te lo pedimos Señor.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.