LECTIO DIVINA DEL MARTES DE LA SEMANA VII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A
«Quien quiera ser el primero que sea el último de todos y el servidor de todos». Mc 9,35.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Marcos 9,30-37
En aquel tiempo, Jesús atravesaba la Galilea junto a sus discípulos; y no quería que nadie lo supiera, porque iba instruyendo a sus discípulos. Y les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y después de muerto, a los tres días, resucitará». Pero ellos no entendían lo que les decía, y les daba miedo preguntarle. Llegaron a Cafarnaún, y una vez en casa, les preguntó: «¿De qué discutían por el camino?». Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los doce y les dijo: «Quien quiera ser el primero que sea el último de todos y el servidor de todos». Y, tomando un niño, lo puso delante de ellos, lo abrazó, y les dijo: «El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino a aquel que me ha enviado».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«¡Qué hermoso es el árbol de nuestra alma! Cuando está bien plantado se adorna con la humildad del Cordero sin mancha, que nos ha dado la vida, y se ilumina con el sol de la gracia y la misericordia, que todos nuestros méritos no podrían obtener. Dios se humilló hasta el hombre al darnos al tierno Verbo. El Verbo, el Hijo de Dios, se abajó con su paciencia hasta la muerte vergonzosa de la Cruz. Nuestras acciones y virtudes únicamente adquieren méritos por su humildad y por la virtud de su preciosa sangre vertida con tanto amor» (Santa Catalina de Siena).
El pasaje evangélico de hoy lo integran dos textos: “El segundo anuncio de la pasión y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo” y el segmento “Quién es el más importante”. El primero de ellos se ubica también en Mateo 17,22 y en Lucas 9,43b-45. El segundo se encuentra también en Mateo 18,1-5 y en Lucas 9,46-48.
En los días previos y hoy también, el evangelio de San Marcos describe lo difícil que fue para Jesús instruir a sus discípulos y hacerles entender quién era realmente Él y cuál era su misión. Para los apóstoles se hacía difícil entender la pasión y muerte después de haber presenciado los milagros de Jesús contra las fuerzas de la naturaleza y los males generados por el pecado de los hombres.
Pero Jesús sabía perfectamente que imponer un reino en base al poder absoluto nunca llegaría a cambiar el corazón de los hombres. Comprendía que era necesario que el hombre aprendiera a amar a su Dios como él amó a los hombres. Era necesario sensibilizar al hombre haciéndole ver hasta dónde podía llegar el amor de Dios Padre entregando a su Hijo unigénito para la redención de la humanidad.
Nuestro Señor Jesucristo entendió que era preciso dar a todos los hombres la oportunidad de acceder a la misericordia infinita de nuestro Dios, haciéndole entender la capacidad de ese infinito y misericordioso amor.
La segunda parte del pasaje evangélico trata sobre la verdadera vocación del apóstol y de todo hombre con respecto a su prójimo, por encima de las posiciones y jerarquías, sustentada en el amor que recibimos de Dios Padre. Él les resume esta misión poniendo como ejemplo nuestra actitud ante un niño, que representa la población más frágil e indefensa de la sociedad. Si los tratamos con amor y solicitud, así estaremos tratando a Jesús.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
La vocación del servicio a los demás es uno de los pilares de nuestra doctrina cristiana. Llegamos a la plenitud de nuestra vida cuando nos negamos a nosotros mismos y nos entregamos a los demás. Quien tiene más, es aquel que ha dado más a sus hermanos.
Y la enseñanza que les hace es doble. En primer lugar, con la sentencia: que el primero, sea el último. Pero también hace la enseñanza con una parábola en acción. La grandeza a la que ha de aspirarse es a hacer las cosas por Dios. Así, abrazó a un niño, poniéndolo «en medio de ellos» como símbolo de lo pequeño y desvalido. Pero eso lo que es pequeño, si se le protege en su nombre, se le hace a Él y al Padre que lo envió.
Hermanos: este texto cuestiona las fibras más íntimas de nuestro corazón, ya que Jesús manifiesta que, quien quiera ser el primero, debe ser el servidor de todos, porque el poder nace del servicio. En este sentido, intentemos responder: ¿Comprendemos la inmensidad del amor de Nuestro Señor Jesucristo en el Árbol de la Cruz? ¿Nuestras acciones están motivadas por la búsqueda del éxito y de los honores y privilegios humanos o nuestra vida tiene un sentido cristiano? ¿Cómo reaccionamos ante las personas que, con cualidades menores o similares a las nuestras, desempeñan cargos más importantes? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a servir a Dios con humildad.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Amado Jesús, purifica nuestro corazón y nuestros deseos, y con el poder de tu Santo Espíritu, danos la luz para vencer toda tentación de honores humanos y te sirvamos con humildad, comprendiendo que el verdadero poder del amor está en servir a los demás.
Amado Jesús, tú que dijiste «Vengan a mí los que están cansados y agobiados, que yo los aliviaré», sé el bálsamo que sane las heridas de nuestra soberbia y otórganos la fortaleza para enfrentar, sin desánimos, el rechazo y la incomprensión de tantas personas.
Amado Jesús, te suplicamos abras las puertas de tu Reino a los difuntos y protege a las almas de las personas agonizantes para que lleguen a contemplar tu rostro.
Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, Reina de los ángeles, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un escrito de Matta el Meskin:
«He aquí al más grande: es un niño. Todavía no empaña ninguna mentira lo inocencia de su mirada, no frena ningún cálculo la inocencia de su corazón. Se ofrece, se confía, tiene necesidad: dame la mano, cógeme en brazos. Es pequeño, es el símbolo de todos los “pequeños” según el Evangelio, de los últimos que cuentan, que tienen voz en el capítulo, que determinan algo. Sin embargo, es este pequeño, este último, el que define al primero y al más grande: “El que quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”. El último es el siervo: frente a las invitaciones halagadoras, o las promesas seductoras de programas de vida que garantizan un camino sobre un lecho de rosas, el sabor amargo de las palabras que no querríamos oír, que desmienten todos los arribismos humanos e invierten los sistemas normales de la convivencia, nos indican el único camino del discípulo.
Es la cruz, es verdad. Es decir, es el amor, siempre. Es el servicio, que significa responder a la necesidad, ajena con una entrega continua que dispensa todas las energías sin cálculo, sin esperar recompensa, por puro amor. Es acoger a todos, sin excluir a nadie, pero invirtiendo el criterio de elección y de predilección, que se dirige de una manera instintiva hacia quienes ya poseen, a los que ya cuentan, a los que son agradables, simpáticos y amables. La elección del pobre multiplica el amor en proporción a la necesidad y lo dilata de uno manera desmesurada como manto cálido para cubrir el frío de todas las indigencias, de las penas, de las insuficiencias, de las peticiones que no tienen voz. Un manto que cubre los miembros del pobre, del último, del siervo, porque que “el que acoge a un niño como este en mi nombre, a mí me acoge”».
Queridos hermanos: hagamos el compromiso de leer, meditar, orar y convertir en acción evangelizadora la Palabra de Dios, en especial, la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Instituyamos en nuestras vidas un servicio en nuestras comunidades en favor de las personas más necesitadas. Acompañemos este compromiso con la asistencia frecuente a la Santa Eucaristía, a la Adoración Eucarística y no dejemos de rezar el Santo Rosario.
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.