DOMINGO DE LA SEMANA III DE CUARESMA – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL DOMINGO DE LA SEMANA III DE CUARESMA – CICLO A

«Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva» Jn 4,10.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 4,5-42

En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el pozo de Jacob, Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al pozo. Era alrededor del mediodía. Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice: «Dame de beber». Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. La samaritana le dice: «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?». Porque los judíos no tienen trato con los samaritanos. Jesús le contestó: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva». La mujer le dice: «Señor, ni siquiera tienes con qué sacar agua, y el pozo es muy hondo, ¿de dónde vas a sacar esa agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?». Jesús le contestó: «El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un manantial que brota hasta la vida eterna». La mujer le dice: «Señor, dame de esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla». Él le dice: «Anda, llama a tu marido y vuelve». La mujer le contesta: «No tengo marido». Jesús le dice: «Tienes razón, de que no tienes marido: has tenido ya cinco, y el que ahora tienes no es tu marido. En eso has dicho la verdad».

La mujer le dice: «Señor, veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto a Dios en este monte, pero ustedes los judíos dicen que el lugar donde se debe dar culto está en Jerusalén». Jesús le dice: «Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén darán ustedes culto al Padre. Ustedes dan culto a uno que no conocen; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque el Padre desea que le den culto así. Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad». La mujer le dice: «Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo». Jesús le dice: «Soy yo, el que habla contigo». En esto llegaron sus discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer, aunque ninguno le dijo: «¿Qué le preguntas o de qué le hablas?». La mujer entonces dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente: «Vengan a ver un hombre que me ha dicho todo lo que hice; ¿será este el Mesías?». Salieron del pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él. Mientras tanto sus discípulos le insistían: «Maestro, come». Él les dijo: «Yo tengo por comida un alimento que ustedes no conocen». Los discípulos comentaban entre ellos: «¿Le habrá traído alguien de comer?». Jesús les dice: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. ¿No dicen ustedes que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo les digo esto: Levanten los ojos y contemplen los campos, que están ya maduros para la cosecha; el que trabaja en la cosecha ya está recibiendo su salario y almacenando fruto para la vida eterna: de modo que el que siembra y el que cosecha se alegran. Con todo, tiene razón el proverbio: Uno siembra y otro cosecha. Yo los envié a cosechar lo que no les costó ningún trabajo. Otros fueron los que trabajaron y ustedes son los que se han beneficiado del trabajo de ellos».

En aquel pueblo muchos samaritanos creyeron en él por el testimonio que había dado la mujer: «Me ha dicho todo lo que hice». Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer: «Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Queridos hermanos y hermanas, abramos el corazón a la escucha confiada de la palabra de Dios para encontrar, como la samaritana, a Jesús que nos revela su amor y nos dice: el Mesías, tu Salvador, “soy yo: el que habla contigo”. Que María, la primera y perfecta discípula del Verbo encarnado, nos obtenga este don» (Benedicto XVI).

En el pasaje evangélico de hoy, una mujer es símbolo y encarnación de un pueblo; de esta manera, la mujer samaritana representa la conversión del pueblo samaritano.

Adicionalmente, se conoce que los judíos consideraban a los samaritanos traidores y no podían relacionarse con ellos. En este contexto se produce el diálogo entre Jesús y la samaritana. Al inicio de este, la mujer se pone al mismo nivel que Jesús: Tú judío; yo samaritana. Jesús le recuerda su ignorancia, sugiriéndole el don del agua viva. Dos veces la mujer llama a Jesús «Señor», conforme aumenta su respeto hacia Él; al final los papeles se invierten cuando ella le pide de esa agua viva.

La samaritana reconoce a Jesús como el Mesías, pues Él se lo revela. Éste es el único caso en que Jesús revela abiertamente su identidad; lo hace a una mujer que pertenecía a una raza despreciada por los judíos; escoge a una pecadora y no a una santa, porque Dios suele escoger a los últimos. De este modo, la mujer se convierte en apóstol y mensajera de la Buena Nueva para su gente.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

La mujer samaritana nos enseña tres actitudes muy importantes: en primer lugar, la humildad para reconocer su situación de pecado y a Nuestro Señor Jesucristo como el Mesías. En segundo lugar, una permanente búsqueda de Dios como actitud fundamental en su vida que encuentra en Jesús la iniciativa gratuita y paciente, siempre dispuesta a satisfacer las expectativas humanas. En tercer lugar, el apostolado de la samaritana al anunciar el Evangelio. Ella no esconde el gran descubrimiento que ha hecho, lo comunica a sus coterráneos y los invita a acercarse a Jesús. Nosotros también estamos llamados a anunciar la conversión al amor de Dios y no solo en esta Cuaresma.

Nuestro Señor Jesucristo le revela a la samaritana que, en adelante, será necesario adorar a Dios Padre en el Espíritu, es decir, a través de las oraciones que el mismo Espíritu inspirará en el corazón del creyente y en la verdad, que el mismo Jesús.

Hermanos: meditando la lectura, conviene hacernos las siguientes preguntas: ¿Somos humildes cuando nos acercamos a Nuestro Señor Jesucristo a través de nuestros hermanos más necesitados? ¿Discriminamos a algunos de nuestros hermanos? ¿Anunciamos a Nuestro Señor Jesucristo a través de nuestras vidas?  ¿Defendemos nuestra fe frente a los ataques del mundo? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a tener la osadía de acercarnos a Nuestro Señor Jesucristo y beber del agua viva que nos ofrece, sin temores y premunidos de las actitudes que nos enseña la samaritana.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Oh, Dios, autor de toda misericordia y bondad, que aceptas el ayuno, la oración y la limosna como remedio de nuestros pecados, mira con amor el reconocimiento de nuestra pequeñez y levanta con tu misericordia a los que nos sentimos abatidos por nuestra conciencia.

Padre eterno, te perdimos por todos los gobernantes de las naciones para que no endurezcan su corazón ante las necesidades de las mayorías y busquen con rectitud caminos de desarrollo para todos.

Amado Jesús, sé misericordioso con todos los difuntos y admítelos a contemplar la luz de tu rostro.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un escrito del padre Marko Rupnik:

«El padre Jacob excavó un pozo. En el desierto, todos acuden a sacar agua del pozo; por eso, antes o después, todos vuelven al pozo. También Cristo se detuvo en el pozo de Jacob precisamente cuando la mujer de Samaría vino a sacar agua y hasta le pidió que le diera de beber.

En un coloquio íntimo y sapiencial, Cristo la conduce al umbral del misterio, mostrándole que él es el verdadero pozo de un agua que quita la sed para siempre. Cuando la mujer intuye que sacando agua del pozo de Jacob ha encontrado en Cristo el agua para la vida eterna, corre a su ciudad y lleva a Cristo a toda la gente. Para vivir, se va al pozo; para vivir eternamente, se va a Cristo. Cristo encuentra a la humanidad herida y sedienta por la vida allí donde la humanidad trata de beber para salvarse, revelando que él es la salvación a la cual estamos llamados a acudir. La salvación consiste en el hecho de que Cristo lo sabe todo de nosotros y, a pesar de esto, nos considera, nos ama, nos quiere cerca».

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.