MIÉRCOLES DE LA SEMANA V DE CUARESMA – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES DE LA SEMANA V DE CUARESMA – CICLO A

«Si se mantienen en mi palabra, serán de verdad discípulos míos; conocerán la verdad, y la verdad los hará libres» Jn 8,31-32.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 8,31-42

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos que habían creído en él: «Si se mantienen en mi palabra, serán de verdad discípulos míos; conocerán la verdad, y la verdad los hará libres». Le respondieron: «Nosotros somos descendencia de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: “Serán libres”?». Jesús les contestó: «Les aseguro que todo el que peca es esclavo del pecado. El esclavo no se queda en la casa para siempre; el hijo, en cambio, se queda para siempre. Y si el Hijo los hace libres, serán realmente libres. Ya sé que ustedes son descendencia de Abrahán; sin embargo, tratan de matarme, porque mi palabra no ha penetrado en ustedes. Yo hablo de lo que he visto junto a mi Padre, pero ustedes hacen lo que han oído a su padre».

Ellos replicaron: «Nuestro padre es Abrahán». Jesús les dijo: «Si ustedes fueran hijos de Abrahán, harían lo que hizo Abrahán. Sin embargo, tratan de matarme a mí, que les he dicho la verdad que oí de Dios, y eso no lo hizo Abrahán. Ustedes obran como su padre». Le replicaron: «Nosotros no hemos nacido de la prostitución; tenemos un solo padre: Dios». Jesús les contestó: «Si Dios fuera su padre, me amarían a mí, porque yo he salido y vengo de Dios. Pues no he venido por mi cuenta, sino que Él me envió».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Queridos amigos, no vacilen en seguir a Jesucristo. En él hallamos la verdad sobre Dios y sobre el hombre. Él nos ayuda a derrotar nuestros egoísmos, a salir de nuestras ambiciones y a vencer lo que nos oprime. El que obra el mal, el que comete pecado, es esclavo del pecado y nunca alcanzará la libertad. Sólo renunciando al odio y a nuestro corazón duro y ciego seremos libres, y una vida nueva brotará en nosotros. Convencido de que Cristo es la verdadera medida del hombre, y sabiendo que en él se encuentra la fuerza necesaria para afrontar toda prueba, deseo anunciarles abiertamente al Señor Jesús como Camino, Verdad y Vida. En él todos hallarán la plena libertad, la luz para entender con hondura la realidad y transformarla con el poder renovador del amor» (Benedicto XVI).

En la lectura de hoy, que es la continuación del pasaje evangélico de ayer, Jesús insiste en la propuesta de salvación; sin embargo, se aprecia cuán difícil resulta para muchos judíos reconocer su divinidad; pues, las principales autoridades religiosas habían perdido su rol profético y también su fidelidad a la verdad para aliarse con el cruel imperio invasor.

Jesús se refiere de manera muy clara a la esclavitud del pecado y a la libertad que nace de la fidelidad a su Palabra. Nuevamente, Jesús no admite actitudes intermedias: la persona es libre o es esclava. Así mismo, Jesús proclama contundentemente que Él es Dios, reafirmando su filiación con Dios Padre, con lo cual propone la dicotomía extrema: o somos hijos de Dios o somos hijos del enemigo del Amor. Porque la libertad proviene de la Verdad y la Verdad es Nuestro Señor Jesucristo.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Es imperativo preguntarnos a la luz de la fe: ¿qué es lo que Dios nos comunica a través de las situaciones difíciles que atravesamos algunas veces? Una de las múltiples respuestas que encontraremos es que todos estamos llamados a ser testigos y discípulos de Nuestro Señor Jesucristo a través de una conducta responsable y solidaria.

Nuestro Señor Jesucristo nos sigue invitando, de manera insistente, a ser sus discípulos; pero, muchas veces buscamos justificaciones humanas para evitar seguir su camino. Siempre estaremos ante la disyuntiva de aceptar o rechazar a Jesús. Así mismo, podemos alcanzar un estado de libertad o de esclavitud si no somos pecadores o si lo somos. Nuestro Señor Jesucristo no admite término medio: o aceptamos o rechazamos su invitación.

Estamos llamados a permanecer fieles a la verdad, a lo que es recto y justo, a defender a las personas vulnerables, aunque esto nos cueste persecución, sufrimiento, la burla o critica del mundo. No olvidemos la lección de hoy: la persecución es una prueba para la fe del creyente que triunfa solo con la gracia de Dios.

Queridos hermanos, respondamos en la intimidad de nuestro corazón: ¿reconocemos a Jesús como Hijo de Dios? ¿Reconocemos los pequeños y grandes milagros que Dios hace en nuestras vidas? ¿Estamos dispuestos a luchar por nuestras convicciones cristianas? Que esta reflexión cuaresmal sea de utilidad en nuestros intentos de acercarnos más a Jesús y de ayudar a otras personas a acercarse más a Él.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Ilumina, Dios misericordioso, el corazón de tus hijos, santificado por la penitencia, y, al infundirles el piadoso deseo de servirte, escucha compasivo a los que te suplican.

Señor Jesucristo: nosotros creemos en ti, creemos en tu Palabra; anima nuestro corazón y nuestra mente para reconocerte como enviado e Hijo de Dios y te glorifiquemos siempre con nuestras obras.

Espíritu Santo: infunde en nosotros tus dones para que nuestras vidas sean un testimonio valiente del amor de Jesucristo, en medio de los múltiples rechazos del mundo a Dios y a su Palabra.

Amado Jesús, tú que eres el autor de la vida eterna, acuérdate de los difuntos y dales parte en tu gloriosa resurrección. Otorga también la protección a los agonizantes para que lleguen a tu reino.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a la Santísima Trinidad con un escrito de Tomaso Beck y Giovanna della Croce:

«Fue una cosa inaudita que provocó un gran escándalo a los contemporáneos de Jesús, que el hijo del humilde carpintero de Nazaret dijera: “Les aseguro que antes de que Abrahán naciera, yo soy” (Jn 8,58). Los que le escuchaban comprendieron muy bien el significado de estas palabras. “Señor” era para ellos exclusivamente el Adonai. Sólo al Dios Altísimo y a su gloria se asociaba este título. No consiguieron entender el atrevimiento de Jesús al comportarse como “Señor” porque no lograron comprender que él era el Hijo de Dios.

De aquí el origen del drama que tan profundamente ha lacerado al pueblo judío. Este pueblo tal vez hubiera aceptado a un profeta. Sin embargo, por estar excesivamente arraigado en la tradición sagrada de su historia salvífica, no podía aceptar a un hombre que se apropiaba de un nombre tan glorioso, santo y eterno. Y no podía porque no había comprendido todo el alcance salvífico de este nombre, en el que había quedado encerrada, desde la misteriosa manifestación en la zarza ardiente, la promesa de una revelación continua y progresiva: ésta se llevaría a cabo únicamente en Jesús de Nazaret.

En su incapacidad para comprender que este nombre se había encarnado ahora en Jesús, que Jesús era el Yo Soy presente en medio del pueblo, tiene también su origen el drama del Hijo de Dios: el hecho de no ser reconocido por sus contemporáneos fue lo que le llevó a la muerte.

También a la Iglesia primitiva le costó trabajo aplicar este título a Jesús, hasta el punto de que expresó con él su fe en la divinidad de Cristo. En efecto, el declarar que Jesús es el Señor no expresaba únicamente el deseo de subrayar el dominio de Cristo sobre los hombres, sino también de profesar su igualdad con el Podre. Resulta conmovedor que, en las orillas del lago de Genesaret, en el centro de la “casa de Pedro”, en una habitación habilitada como capilla, se hubiera escrito infinitas veces: Kyríos Adonai… Toda la decoración de la capilla consistía en este grafito: “Cristo es el Señor”, como si se quisiera recordar a todo visitante lo esencial de su fe centrada en el señorío de Jesucristo».

Queridos hermanos, abramos el cofre de la misericordia que la Iglesia nos ofrece, y acerquémonos a Dios a través de la confesión. Identifiquemos nuestras ofensas a Dios, así como las circunstancias en las que obramos mal, con el fin de focalizar nuestros esfuerzos para superar nuestras debilidades. Invoquemos siempre al Santo Espíritu para que nos fortalezca y acompañe en este desafío.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.