LECTIO DIVINA DEL DOMINGO DE RAMOS – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL DOMINGO DE RAMOS – CICLO A

«Desde ahora ustedes verán que el Hijo del hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y que viene sobre las nubes del cielo» Mt 26,64.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 26,14-27,66

+: Sacerdote, C: cronista, S: otros personajes

¿Qué están dispuestos a darme si se los entrego?

  1. En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les propuso:
  2. «¿Cuánto me dan si les entrego a Jesús?»
  3. Ellos acordaron darle treinta monedas de plata. Y, desde entonces, andaba buscando la ocasión propicia para entregarlo.

¿Dónde quieres que te preparemos la Pascua?

  1. El primer día de los Ázimos, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
  2. «¿Dónde quieres que te preparemos la comida pascual?»
  3. El contestó:

+ «Vayan a la ciudad, a casa de Fulano, y díganle: «El Maestro dice: Mi hora está cerca, deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos»».

  1. Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua.

Uno de ustedes me va a entregar

  1. Al atardecer, se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo:

+ «Les aseguro que uno de ustedes me va a entregar».

  1. Ellos consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro:
  2. «Señor, ¿acaso seré yo?».
  3. El respondió:

+ «El que ha mojado su pan el mismo plato que yo, ese me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de Él, pero ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; más le valdría no haber nacido».

  1. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:
  2. «¿Soy yo acaso, Maestro?».
  3. Él respondió:

+ «Tú lo has dicho.»

Esto es mi cuerpo. Esta es mi sangre

  1. Durante la cena, Jesús tomó pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:

+ «Tomen y coman: esto es mi Cuerpo».

  1. Y, cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias y se la dio, diciendo:

+ «Beban todos de ella, porque esta es mi Sangre, Sangre de la Alianza, derramada por todos para el perdón de los pecados. Les digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo en el Reino de mi Padre».

  1. Cantaron el salmo y salieron para el monte de los Olivos.

Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño

  1. Entonces Jesús les dijo:

+ «Esta noche van a caer todos por mi causa, porque está escrito: “Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño”. Pero cuando resucite, iré antes que ustedes a Galilea».

  1. Pedro replicó:
  2. «Aunque todos caigan por tu causa, yo jamás caeré».
  3. Jesús le dijo:

+ «Te aseguro que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces».

  1. Pedro le replicó:

+ «Aunque tenga que morir contigo, no te negaré».

  1. Y lo mismo decían los demás discípulos.

Empezó a entristecerse y a angustiarse

  1. Entonces Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y les dijo:

+ «Siéntense aquí, mientras yo voy allá a orar».

  1. Y llevando a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a entristecerse y a angustiarse. Entonces dijo:

+ «Me muero de tristeza: quédense aquí y velen conmigo».

  1. Y adelantándose un poco, cayó rostro en tierra y oraba diciendo:

+ «Padre mío, si es posible, que pase y se aleje de mí este cáliz. Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres».

  1. Y se aceró a los discípulos y los encontró dormidos. Dijo a Pedro:

+ «¿No han podido velar una hora conmigo? Velen y oren para no caer en la tentación, pues el espíritu es decidido, pero la carne es débil».

  1. De nuevo se apartó por segunda vez y oraba diciendo:

+ «Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad».

  1. Y, viniendo otra vez, los encontró dormidos, porque los ojos se les cerraban de sueño. Dejándolos de nuevo, por tercera vez oraba, repitiendo las mismas palabras. Luego se acercó a sus discípulos y les dijo:

+ «Ya pueden dormir y descansar. Miren está cerca la hora, y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense, vamos! Ya se acerca el que me entrega».

Echaron mano a Jesús para detenerlo

  1. Todavía estaba hablando, cuando apareció Judas, uno de los Doce, acompañado de un tumulto de gente, con espadas y palos, mandado por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El traidor les había dado esta contraseña:
  2. «Al que yo bese, ese es; deténganlo».
  3. Después se acercó a Jesús y le dijo:
  4. «Te saludo, Maestro».
  5. Y lo besó. Pero Jesús le dijo:

+ «Amigo, ¿A qué vienes?».

  1. Entonces se acercaron a Jesús y le echaron mano para detenerlo. Uno de los que estaban con Él agarró la espada, la desenvainó y de un tajo le cortó la oreja al criado del Sumo Sacerdote. Jesús le dijo:

+ «Envaina la espada; quien usa espada, a espada morirá. ¿Piensas tú que no puedo acudir a mi Padre? Él me mandaría enseguida más de doce legiones de ángeles. Pero entonces, n se cumpliría la Escritura, que dice que esto tiene que pasar».

  1. Entonces dijo Jesús a la gente:

+ «¿Han salido ustedes a prenderme con espadas y palos como un bandido? A diario me sentaba en el templo a enseñar y, sin embargo, no me detuvieron».

  1. Todo esto ocurrió para que se cumpliera lo que escribieron los profetas. En aquel momento todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.

Verán que el Hijo del hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso

  1. Los que detuvieron a Jesús lo llevaron a la casa de Caifás, el sumo sacerdote, donde se habían reunido los escribas y los ancianos. Pedro lo seguía de lejos hasta el palacio del Sumo Sacerdote; entró y se sentó con los criados, para ver en que terminaría todo aquello. Los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno buscaban un falso testimonio contra Jesús para condenarlo a muerte y no lo encontraban, a pesar de los muchos falsos testigos que comparecían. Finalmente, comparecieron dos que dijeron:
  2. «Este ha dicho: «Puedo destruir el Templo de Dios y reconstruirlo en tres días»».
  3. El Sumo Sacerdote se puso en pie y le dijo:

S: «¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que levantan contra ti?».

  1. Pero Jesús callaba. Y el Sumo Sacerdote le dijo:
  2. «Te conjuro por Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios».
  3. Jesús le respondió:

+ «Tú lo has dicho. Más aún yo les digo: Desde ahora ustedes verán que el Hijo del hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y que viene sobre las nubes del cielo».

  1. Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo:
  2. «Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acaban de oír la blasfemia. ¿Qué deciden?».
  3. Y ellos contestaron:
  4. «Es reo de muerte».
  5. Entonces le escupieron a la cara y lo abofetearon. Otros lo golpeaban, diciendo:
  6. «Adivina, Mesías, ¿quién te ha pegado?».

Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces

  1. Pedro estaba sentado afuera en el patio. Se le acercó una criada y le dijo:
  2. «También tú andabas con Jesús el Galileo».
  3. Él lo negó delante de todos, diciendo:
  4. «No sé qué quieres decir».
  5. Y al salir al portal, lo vio otra y dijo a los que estaban allí:
  6. «Este andaba con Jesús el Nazareno».
  7. Otra vez negó él con juramento:
  8. «No conozco a ese hombre».
  9. Poco después, se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro:
  10. «Seguro tú también eres uno de ellos, te delata tu acento».
  11. Entonces él se puso a echar maldiciones y a jurar diciendo:

S: «No conozco a ese hombre».

C: Y enseguida cantó un gallo. Pedro se acordó de aquellas palabras de Jesús: «Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces». Y saliendo afuera, lloró amargamente.

Entregaron a Jesús a Pilato, el gobernador

  1. Al hacerse de día, todos los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron para preparar la condena a muerte de Jesús. Y, atándolo, lo entregaron a Pilato, el gobernador.

No es lícito echarlas en el arca de las ofrendas, porque son precio de sangre

  1. Entonces, Judas, el traidor, al ver que habían condenado a Jesús, sintió remordimiento y devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos, diciendo:
  2. «He pecado, he entregado a la muerte a un inocente».
  3. Pero ellos dijeron:
  4. «¿A nosotros qué? ¡Allá tú!».
  5. Él, arrojando las monedas en el Templo, se marchó y fue y se ahorcó. Los sumos sacerdotes, recogiendo las monedas, dijeron:
  6. «No es lícito echarlas en el arca de las ofrendas, porque son precio de sangre».
  7. Y, después de discutirlo, compraron con ellas el Campo del Alfarero para cementerio de forasteros. Por eso aquel campo se llama todavía «Campo de sangre». Así se cumplió lo escrito por Jeremías, el profeta: “Y tomaron las treinta monedas de plata, precio que le pusieron los hijos de Israel y pagaron con ellas el «Campo del alfarero», como me lo había ordenado el Señor”.

¿Eres tú el rey de los judíos?

  1. Jesús fue llevado ante el gobernador, y el gobernador le preguntó:
  2. «¿Eres tú el rey de los judíos?».
  3. Jesús respondió:

+ «Tú lo dices».

  1. Y mientras lo acusaban los sumos sacerdotes y los ancianos, no contestaba nada. Entonces Pilato le preguntó:
  2. «¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti?».
  3. Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado. Por la fiesta, el gobernador solía soltar un preso, el que la gente quisiera. Tenía entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Cuando la gente acudió, les dijo Pilato:
  4. «¿A quién quieren ustedes que les ponga en libertad, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman el Mesías?».
  5. Pues sabía que lo habían entregado por envidia. Y, mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó decir:
  6. «No te metas con ese justo, porque esta noche he sufrido mucho soñando con él».
  7. Pero los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la gente que pidiera el indulto de Barrabás y la muerte de Jesús. El gobernador preguntó:
  8. «¿A cuál de los dos quieren ustedes que les ponga en libertad?».
  9. Ellos dijeron:
  10. «A Barrabás».
  11. Pilato les preguntó:
  12. «¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?».
  13. Contestaron todos:
  14. «¡Crucifícalo!».
  15. Pilato insistió:
  16. «Pues, ¿Qué mal ha hecho?».
  17. Pero ellos gritaban más fuerte:
  18. «¡Crucifícalo!».
  19. Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos en presencia de la multitud, diciendo:
  20. «Soy inocente de esta sangre. ¡Allá ustedes!».
  21. Y todo el pueblo entero contestó:
  22. «¡Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!».
  23. Entonces, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.

Salve, rey de los judíos

  1. Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la tropa. Entonces lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y, trenzando una corona de espinas se la ciñeron a la cabeza, y le pusieron una caña en su mano derecha. Y, doblando ante él la rodilla, se burlaban de él, diciendo:
  2. «Salve, rey de los judíos.»
  3. Luego le escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella la cabeza. Y, terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar.

Fueron crucificados con él a dos bandidos

  1. Al salir, encontraron con un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a que lleve la cruz. Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir «La Calavera», le dieron de beber vino mezclado con hiel. Él lo probó, pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa echándola a suertes, y luego se sentaron a custodiarlo. Encima de su cabeza colocaron un letrero con la acusación: «Este es Jesús, el rey de los judíos». Crucificaron con Él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda.

Si eres Hijo de Dios, baja de la cruz

  1. Los que pasaban, lo injuriaban y decían, moviendo la cabeza:
  2. «Tú que destruías el Templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz».
  3. Los sumos sacerdotes con los escribas y los ancianos se burlaban también, diciendo:
  4. «A otros ha salvado y Él no se puede salvar. ¿No es el rey de Israel? Que baje ahora de la cruz y le creeremos. ¿No ha confiado en Dios? Si tanto lo quiere Dios, lo libre ahora. ¿No decía que era Hijo de Dios?».
  5. Hasta los bandidos que estaban crucificados con Él lo insultaban.

Elí, Elí, lamá sabactaní

  1. Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, vinieron las tinieblas sobre toda aquella región. A media tarde, Jesús gritó:

+ «Elí, Elí, lamá sabactaní».

  1. Lo que quiere decir:

+ «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?».

  1. Al oírlo, algunos de los que se estaban por allí dijeron:
  2. «A Elías llama este».

C: Uno de ellos fue corriendo; enseguida, cogió una esponja empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio de beber. Los demás decían:

  1. «Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo».
  2. Entonces Jesús, dando de nuevo un fuerte grito, exhaló el espíritu.

Aquí todos se arrodillan, y se hace una pausa.

  1. En esto, el velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se rajaron. Las tumbas se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron. Después que Él resucitó, salieron de las tumbas, entraron en la Ciudad Santa y se aparecieron a muchos. El centurión y sus hombres que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y todo lo que pasaba, dijeron atemorizados:
  2. «¡Verdaderamente, este era Hijo de Dios!».
  3. Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para atenderlo; entre ellas, María Magdalena, María, la madre de Santiago y de José, y la madre de los Zebedeos.

José puso el cuerpo de Jesús en el sepulcro nuevo

  1. Al anochecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de Jesús. Este acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Pilato mandó que se lo entregaran. José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia, lo puso en el sepulcro nuevo que se había excavado en una roca, rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro, y se marchó. María Magdalena y la otra María se quedaron allí, sentadas frente al sepulcro.

Ahí tienen la guardia, vayan y aseguren el sepulcro lo mejor que puedan

  1. A la mañana siguiente, pasado el día de la Preparación, acudieron en grupo los sumos sacerdotes y los fariseos a Pilato y le dijeron:
  2. «Señor, nos hemos acordado que aquel impostor, estando en vida, anunció: «A los tres días resucitaré». Por eso, da orden de que vigilen el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vayan sus discípulos, roben el cuerpo y digan al pueblo: «¡Ha resucitado de entre los muertos!» El último engaño sería peor que el primero».
  3. Pilato contestó:
  4. «Ahí tienen ustedes la guardia, vayan y aseguren el sepulcro lo mejor que puedan».
  5. Ellos fueron, sellaron la piedra y con la guardia aseguraron la vigilancia del sepulcro.

Palabra del Señor.

Gloria a ti Señor Jesús.

———–

«No hace caso a lo que le hiere, no da importancia al sufrimiento, no siente los insultos, sino que más bien compadece a quienes le hacen padecer, cura al que le hiere, da la vida a quien le mata. ¡Con qué dulzura de ánimo, con qué impulso del espíritu y con qué plenitud de caridad! exclama: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”» (Elredo de Rieval).

Hoy, Domingo de Ramos, se inicia la semana central del año litúrgico. Es la única misa del año que tiene dos Evangelios: la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén y el texto de su pasión y muerte. La gente lo aclama como rey, pero su realeza no puede ser identificada con ningún poder de este mundo. En efecto, su trono, en el cual está escrito el título de rey, será la cruz. Para Jesús, la pasión fue la hora del testimonio supremo de toda su vida.

Las reacciones y hechos ocurridos fueron muy diversos, y culminan con la muerte de Nuestro Señor Jesucristo, sellada con la oración de abandono confiado del alma a Dios: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (no lo dice en este texto, sino en San Lucas).

Después de la crucifixión, el centurión que estaba frente a Jesús dice: «¡Verdaderamente, este era Hijo de Dios!». Esta expresión valiente es un gran ejemplo para nosotros. Ese hombre que tal vez no conocía a Jesús exclama desde lo más profundo de su corazón, una declaración potente y auténtica. Podemos decir que ese centurión se convierte en discípulo de Jesús, ya que nos convertimos en discípulos, no solo cuando empezamos a seguir a Jesús, sino cuando reconocemos a Jesús como Hijo de Dios.

Con la muerte de Nuestro Señor Jesucristo queda definitivamente revelado quién es Dios y qué siente por la humanidad. No olvidemos que, al lado de la cruz, se encontraba Nuestra Santísima Madre que nos enseña a ser constantes. Por ello, contemplando la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo junto a Ella, nos encontraremos en un lugar privilegiado.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Reconozcamos con humildad que, sin Dios, somos la nada absoluta. Vivamos estos momentos con fe creciente, alabemos a Dios; hagamos de nuestros corazones, templos vivientes de Nuestro Señor. Recordemos que la historia de cada uno de nosotros es la historia del llamado continuo de Dios a cada corazón, porque cada persona es predilecta de Nuestro Señor Jesucristo. Él llamó continuamente a Jerusalén, pero la ciudad le cerró las puertas. Sin embargo, el Señor respeta el misterio profundo de la libertad humana que tiene también la posibilidad trágica de rechazar la gracia divina.

Aun así, cuando fallamos, Nuestro Señor Jesucristo nos mira con los mismos ojos misericordiosos con los que miró a Pedro después de la triple negación. Ojalá que también nosotros podamos decirle: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo».

Hermanos, que cada día de nuestra vida reconozcamos a Nuestro Señor Jesucristo como Hijo de Dios delante de otras personas, con nuestras palabras y acciones, sin importar las consecuencias.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Dios todopoderoso y eterno, que hiciste que Nuestro Salvador se encarnase y soportara la cruz para que imitemos su ejemplo de humildad, concédenos, propicio, aprender las enseñanzas de la pasión y participar de la resurrección gloriosa.

Amado Jesús: que tu pasión nos estimule siempre a vivir renunciando al pecado, para que, libres de toda esclavitud, podamos celebrar santamente tu resurrección.

Amado Jesús: te pedimos que entres triunfante en nuestras vidas, nos renueves con tu amor y nos fortalezcas con tu Santo Espíritu, purificando nuestro seguimiento.

Amado Jesús, tú que eres el autor de la vida eterna, acuérdate de los difuntos y dales parte en tu gloriosa resurrección. Otorga también la protección a los agonizantes para que lleguen a tu reino.

Madre Santísima, Madre de misericordia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo en la cruz con un texto San Alfonso María de Ligorio:

«No hay medio más capaz de encender en nosotros la llama del divino amor que la consideración de la Pasión de Jesucristo. San Buenaventura dice que las llagas de Jesús, por ser llagas de amor, son flechas que hieren los corazones más duros e insensibles, y llamas que inflaman las almas más heladas. Un alma que crea y piensa en la Pasión del Señor, es imposible que le ofenda y que no lo ame, o más bien que no llegue a volverse santamente loca de amor, viendo a un Dios, que es la misma sabiduría, como fuera de sí por nuestro amor. Así es que los gentiles, como lo refiere el Apóstol, al oír predicar la Pasión de Jesús crucificado, la tenían por locura. Pues ¿cómo es posible, decían ellos, que un Dios omnipotente y felicísimo en sí, haya querido morir por estas criaturas?

¡Oh, Dios con tanto exceso amas a la humanidad! ¿Cómo es posible, os diremos también nosotros que creemos firmemente este misterio, cómo es posible que una bondad tan grande y un amor tan excesivo sean tan mal correspondidos? Se dice comúnmente que amor se paga con amor: más el vuestro. Dios mío, ¿con qué amor podría pagarse? … ¡Oh, Dios eterno e infinitamente amable! Os amo y quiero vivir solamente por Vos y para daros gusto; decidme, Señor, lo que queréis de mí, pues todo lo quiero hacer con vuestra gracia. María, esperanza mía, rogad al Señor por mí».

Queridos hermanos: en esta Semana Santa, destinemos tiempo para pedir al cielo el perdón divino y, el viernes, que en nosotros muera todo pecado, para que el domingo renazcamos en el Señor con la alegría y el júbilo de la salvación que Él nos trae. Hagamos también el propósito de meditar, durante esta Semana Santa, la Pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo. Identifiquemos de manera especial todas las actitudes positivas de todos los personajes de la lectura y proclamemos a Jesús como el rey de nuestras vidas.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.