JUEVES DE LA SEMANA II DE PASCUA – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL JUEVES DE LA SEMANA II DE PASCUA – CICLO A

«El que cree en el Hijo posee la vida eterna; el que no crea al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él». Jn 3,36.

 

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

 

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 3,31-36

«El que viene de lo alto está por encima de todos; pero el que viene de la tierra es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. De lo que ha visto y ha oído da testimonio, y su testimonio nadie lo acepta. El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz. Porque aquel al que Dios envió habla las palabras de Dios, porque Dios le ha concedido el Espíritu sin medida. El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano. El que cree en el Hijo posee la vida eterna; el que no crea al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él».

Palabra del Señor.

Gloria a ti Señor Jesús.

 

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«Por grandes que fueran las dificultades o las persecuciones, si nosotros fuéramos en verdad personas “pascuales”, llenas de fe pascual, y nos dejáramos guiar por el Espíritu, se nos notaría en todo momento, en las palabras y en las obras. Seríamos independientes en relación con las modas o a las corrientes ideológicas o a los intereses humanos, económicos y sociales. Nadie podría poner trabas a la Palabra, a la evangelización. Nunca se nos ha prometido que esto sería fácil. Como no lo fue para Pedro y los suyos. “Su respuesta exasperó a las autoridades y decidieron acabar con ellos”. No nos extrañen las reacciones de muchos contemporáneos nuestros ante el testimonio evangélico del Papa, o de los episcopados, o sencillamente de familias y personas cristianas que viven coherentes su fe en un barrio o en su ambiente concreto» (José Aldazabal).

El pasaje evangélico de hoy es un comentario del evangelista y se encuentra luego del testimonio final de Juan Bautista. El comentario está referido a la preeminencia de Jesús y profundiza más las diferencias entre Jesús, quien viene del cielo, y cualquier otro personaje terrenal. De esta manera, destaca la superioridad de Jesús por encima de todos, al señalar que Nuestro Señor Jesucristo es quien posee la vida eterna y quien cree en Él y le sigue, participa de esta misma vida eterna.

Así mismo, el texto es un auténtico resumen del pensamiento del evangelista Juan sobre Jesús, en el que reafirma la identidad plena entre el Padre y el Hijo; por eso, quien no obra según el amor de Dios, se excluye voluntariamente de la vida eterna. Este es el dilema radical que plantea el cuarto evangelio.

 

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

«El Señor misericordioso no ha abierto una o dos puertas, sino numerosas puertas para entrar en la Vida eterna, para que todos y cada uno, según dependa de él, pueda beneficiarse sin dificultad» (San Cirilo de Jerusalén).

El Espíritu sin medida que Dios Padre le concedió a Nuestro Señor Jesucristo llega a nosotros a través de su vida, pasión, muerte y resurrección; solo tenemos que estar dispuestos a acogerlo con fe, pidiendo su gracia, siguiendo así, un maravilloso círculo virtuoso de crecimiento espiritual.

Nuestro Señor Jesucristo nos da testimonio de que la razón y lógicas humanas no pueden comprender, sino no lo permite la gracia del Espíritu Santo. Aunque la tierra es el lugar de encuentro entre Dios y nosotros, la tierra no es nuestra última patria; la verdadera patria es la casa de Dios Padre.

Por ello, aunque el mundo nos acuse, nos juzgue y nos condene por defender la vida, la niñez y adolescencia, la familia y todos los valores cristianos, sabemos que la victoria definitiva está en el seguimiento a Nuestro Señor Jesucristo, a través de la cruz y hacia la resurrección.

Queridos hermanos, desde la intimidad de nuestro corazón, respondamos: ¿Acogemos a la Santísima Trinidad en nuestros corazones? ¿Actuamos siguiendo a Jesús, “el que viene de lo alto”? ¿Somos conscientes de la acción del Espíritu Santo en nuestras vidas? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a ser testimonio vivo del Espíritu sin medida que Dios Padre nos otorga a través de Nuestro Señor Jesucristo. ¡Bendita seas Santísima Trinidad!

¡Jesús, María y José nos aman!

 

  1. Oración

Oh, Dios, que estableciste el sacrificio pascual para la salvación del mundo, sé propicio a las súplicas de tu pueblo, para que Jesucristo, nuestro sumo sacerdote que intercede en favor nuestro, nos reconcilie por aquello que le asemeja a nosotros y nos absuelva en virtud de su igualdad contigo.

Amado Jesús, en este camino de la Pascua de Resurrección a Pentecostés, haz que tu Santo Espíritu ilumine a la humanidad con su luz para poner en práctica todo lo que nos enseñas a través de tu Palabra; y, con nuestras acciones inspiradas por el Espíritu Santo, demos testimonio de tus enseñanzas.

Amado Jesús, abre los corazones de la humanidad para acogerte como nuestro Redentor y poner en práctica tus enseñanzas, respetando la vida, la familia, la niñez y adolescencia, y cumpliendo a cabalidad los mandamientos del amor y las bienaventuranzas.

Amado Jesús, te rogamos, recibas a nuestros hermanos difuntos que esperaron tu venida en la fe y en el amor.

Madre Celestial, Madre del amor hermoso, Reina de los ángeles, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.

 

  1. Contemplación y acción

Como lo manifiesta San Agustín, el amor del Padre por su Hijo es incomparable, ya que “todo lo puso en sus manos” y le “concedió el Espíritu sin medida”, lo cual significa que el Hijo es tan grande como el Padre. Por ello, contemplemos a la Santísima Trinidad, a Dios Padre, a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo con un escrito del beato Columba Marmion:

«Jesús fue constituido jefe y rey de toda la herencia de Dios, porque por su sangre nos dio los derechos a esta herencia: “El Padre puso todo en sus manos”. Permanecemos en él por la fe y el amor, él permanece en nosotros por su gracia y sus méritos. Él nos ofrece a su Padre y su Padre nos encuentra en él…

Dios nos ofrece encontrar la fuente de toda gracia y perfección en el Hijo de su complacencia: “El que no escatimó a su Hijo… ¿no nos concederá con él toda clase de favores?” (cf. Rom 8,32). Debemos abandonarnos con toda confianza a esta voluntad todopoderosa, que es el amor mismo. No sólo fijó las leyes de nuestra perfección, es también su principio y fuente…

Donde no encuentra obstáculos a su acción, la gracia actúa soberanamente, lleva al grado más elevado de santidad y hace actuar. El Espíritu de Dios interviene poderosamente donde no es contrariado, “contristado”, como escribe san Pablo (Ef 4,30). Mismo si la voluntad de Dios es soberana y es extenso su poder e infinito su amor, Dios espera que eliminemos todo lo que dificulta su gracia. ¡Qué el alma permanezca en esa actitud de humildad y confianza que la hace esperar todo de Dios!».

Queridos hermanos, busquemos cada día la santa presencia del Espíritu Santo para que nos ilumine y conduzca en nuestras actividades cotidianas. Adoremos a la Santísima Trinidad dando gracias por todos los dones recibidos, compartiéndolos con nuestros hermanos más necesitados.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

 

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.