MIÉRCOLES DE LA SEMANA II DE PASCUA – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES DE LA SEMANA II DE PASCUA – CICLO A

«Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tenga vida eterna». Jn 3,16.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 3,16-21

Dijo Jesús: «Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por medio de Él. El que cree en Él, no es condenado, por el contrario, el que no cree ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra mal, detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que obra el bien conforme a la verdad, se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios».

Palabra del Señor.

Gloria a ti Señor Jesús.

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«Amar en toda situación requiere una confianza en Dios, una confianza en la vida, una fe y una esperanza. La fe y la esperanza se podría decir que son las alas del amor, sin las cuales no puede alzar el vuelo. La experiencia muestra que cuando la fe o la esperanza disminuye, el amor también sufre. La conclusión es pues la siguiente: el único medio de conquistar la libertad es crecer en la fe, la esperanza y el amor». (Jacques Philippe).

El pasaje evangélico de hoy también forma parte del diálogo de Jesús con Nicodemo que meditamos los dos días anteriores. El texto expresa todo el amor y la ternura de Dios Padre que se manifiesta a través de su hijo, Nuestro Señor Jesucristo, y que revela una oferta universal de vida y de salvación.

La finalidad de este ofrecimiento, en palabras de Jesús, es: «para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tenga vida eterna». Así mismo, Jesús expresa de manera categórica que el comportamiento humano puede estar seducido por las tinieblas o inspirado por la luz divina; señalando las consecuencias eternas de las conductas humanas.

Por ello, detengámonos un momento y contemplemos la mirada amorosa de Dios; estemos muy atentos para captar la sorprendente locura de un Dios enamorado de la humanidad.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

«Es preciso que aborrezcas tu obra y que ames en ti la obra de Dios. Cuando empiezas a desterrar lo que hiciste, entonces empiezan tus obras buenas, porque repruebas las tuyas malas. El principio de las obras buenas es la confesión de las malas. Practicas la verdad y vienes a la luz. ¿Qué es practicar la verdad? No halagarte, ni acariciarte, ni adularte tú a ti mismo, ni decir que eres justo, cuando eres inicuo. Así es como tú empiezas a practicar la verdad, así es como vienes a la Luz» (San Agustín).

El Evangelio de San Juan es claro y contundente: Dios es amor y su amor hacia la humanidad es infinito y tiene por objetivo fundamental que todo aquel que crea en Jesús, se transforme y tenga vida eterna. Este amor, además de infinito, es eterno; nace en Belén y se despliega con toda su magnificencia en la pasión, crucifixión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

Pese al rechazo del mundo, Dios mantiene su oferta de amor gratuito e inmerecido; nos ama tal como somos, respetando además nuestra libertad. Por ello, Nuestro Señor Jesucristo no viene a juzgar sino a perdonar nuestros pecados y llevarnos a la vida eterna mediante la luz de su Palabra.

Busquemos, pues, esa luz redentora en las palabras de Jesús, rechazando todas las propuestas del mundo que provienen de las tinieblas, especialmente de las ideologías disfrazadas de bondad que promueven la muerte y exaltan las pasiones humanas.

Queridos hermanos, desde la intimidad de nuestro corazón, respondamos: ¿Somos conscientes del amor que Dios Padre nos tiene, al enviar a su Hijo único a morir en una cruz y luego resucitar? ¿Es la Palabra de Dios fuente de vida para nosotros? Que las respuestas a estas preguntas nos impulsen a pedir la gracia al cielo, y a reconocer y vivir el infinito amor que Dios nos tiene.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Al celebrar un año más los misterios en los que la humanidad recibió la esperanza de la resurrección recuperando la dignidad original, invocamos, Señor, tu compasión, para que percibamos siempre en el amor lo que hemos celebrado con fe.

Padre eterno, tú que conoces las necesidades de cada persona y de la humanidad entera, asístenos. Te rogamos otorgues la salud a los enfermos, y la paz y tranquilidad a todos los pueblos del mundo.

Padre eterno, envía tu Santo Espíritu y renueva la faz de la tierra, regenera el espíritu de los pueblos para que volvamos los ojos a las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo, dejando de lado todas las conductas mundanas que te ofenden.

Amado Jesús, te rogamos, recibas a nuestros hermanos difuntos que esperaron tu venida en la fe y en el amor.

Madre Celestial, Madre del amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Dios con un texto de fray Juan Tauler:

«Ningún concepto puede expresar adecuadamente a Dios pues su excelencia trasciende toda forma, toda esencia, toda bondad. Es más excelso que toda altura, y todas las criaturas se encuentran por debajo de Él como una pura nada frente a un ser perfecto.

Dios es puro Ser; está en todo ser y no obstante no es ninguno entre ellos. Cuando Dios quiso crear todo el universo, no tenía ante sí sino la nada. De eso sólo creó el “algo”, es decir, todas las cosas, sacándolas de la nada.

En todo lo que es bueno, está Dios; las cosas son y son buenas por Él, en cuanto que Dios está en ellas. Dios fluye en sí mismo en su inefable Deidad, en la Trinidad de sus Personas que poseen la misma y única Divinidad».

Queridos hermanos, busquemos siempre la santa presencia del Espíritu Santo para que nos ilumine y conduzca en todas nuestras actividades. No dejemos nunca de asistir a la Santa Eucaristía, aunque sea virtualmente, hasta que podamos reencontrarnos en el templo. Y no dejemos de orar.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.