SÁBADO DE LA SEMANA IV DE PASCUA – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL SÁBADO DE LA SEMANA IV DE PASCUA – CICLO A

«Les aseguro: el que cree en mí, también hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre; y lo que pidan en mi nombre, yo se los daré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo». Jn 14,12-13.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 14,7-14

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si me conocieran a mí, conocerían también a mi Padre. Ahora ya lo conocen y lo han visto». Felipe le dice: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta». Jesús le contesta: «Hace tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Lo que yo les digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre que permanece en mí, Él mismo hace sus obras. Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, crean a las obras. Les aseguro: el que cree en mí, también hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre; y lo que pidan en mi nombre, yo se los daré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si ustedes piden algo en mi nombre, se lo daré».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Así, pues, prometió que Él mismo haría aquellas obras mayores. No se alce el siervo sobre su Señor, ni el discípulo sobre su Maestro. Dice que ellos harán obras mayores que las suyas, pero haciéndolas Él en ellos y por ellos, y no ellos por sí mismos. A Él se dirige la alabanza…Y ¿cuáles son esas obras mayores? ¿Acaso que su sombra, al pasar, sanaba los enfermos? Pues es mayor milagro sanar con la sombra que con el contacto de la fimbria de su vestido. Esto lo hizo Él mismo; aquello por ellos, pero ambas cosas las hizo Él, pues es el gran Mediador» (San Agustín).

El pasaje evangélico de hoy se encuentra a continuación de la lectura de ayer. Forma parte del segmento del capítulo 14 denominado “Jesús, camino hacia el padre” y que se extiende hasta el versículo 31, en el que Jesús desarrolla un conjunto de enseñanzas dirigidas a las primeras comunidades cristianas.

Se observa que algunos discípulos siguen sin comprender las palabras de Jesús; específicamente, aquellas referidas a la íntima comunión entre Jesús y Dios Padre, que es uno de los temas en los que Nuestro Señor Jesucristo insiste continuamente. En el texto, Jesús realiza una fuerte exhortación a creer en Él; ya que, creer y conocer a Jesús es el camino para creer y conocer a Dios Padre.

Al final del texto de hoy, Jesús revela la plena unidad entre Él y Dios Padre, y hace una promesa extendiendo dicha unidad a todos nosotros. Por ello, lo que pidamos en su Santísimo Nombre, Él nos lo concederá, siempre y cuando creamos y lo que pidamos esté en los planes de santidad que Dios tiene para cada uno de nosotros. Esta promesa cobra un sentido extraordinario, ya que se convierte en la oración apostólica de quienes continuemos la obra de Nuestro Señor Jesucristo.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Jesús nos sigue revelando, a cada instante, su íntima unión con Dios y quiere que toda la humanidad participe de dicha unión. Para lograr esta gracia de íntima unión con la Santísima Trinidad, es necesario conocer, creer y confiar en Jesús. Jesús es el gran mediador entre nosotros y Dios Padre.

Hermanos, meditando la lectura de hoy, intentemos responder: ¿Conocemos a Jesús, nuestro Redentor? ¿Cuál es el conocimiento que tenemos de Dios Padre? ¿Realizamos nuestras acciones y obras de misericordia en el Santísimo Nombre de Jesús? Que las respuestas a estas preguntas nos permitan conocer los maravillosos misterios que encierra la Santísima Trinidad y ser participantes activos de la historia de la salvación, en nuestras familias, comunidades, uniéndonos libremente a Jesús, el gran mediador.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Oh, Dios, que en la solemnidad de la Pascua has dado al mundo los auxilios del cielo, continúa dispensando el perdón a tu Iglesia, para que lo realizado en el tiempo nos sirva para la vida eterna.

Amado Jesús, tú, que nos llamas a cada instante, otórganos la gracia de aumentar nuestra fe y seguirte a través del servicio a nuestro prójimo, realizando obras de misericordia en tu Santísimo Nombre.

Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo, aumenta nuestra fe y otórganos los dones para conocer los misterios de amor que encierra la Santísima Trinidad. Santo Espíritu, fortalece al papa Francisco, a los obispos, sacerdotes, diáconos, consagrados y consagradas para que continúen la obra de Nuestro Señor Jesucristo y cumplir la misión de glorificar a Dios Padre.

Amado Jesús, justo juez, sol de justicia, muéstrate compasivo y misericordioso con todos los difuntos de todo tiempo y lugar, y admítelos en la asamblea de tus santos.

Madre Celestial, Madre del amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un texto de San Francisco de Asís:

«Dice el Señor Jesús a sus discípulos: Yo soy el camino, la verdad y la vida; ninguno viene al Padre sino por mí. Si me conocierais a mí, conoceréis también a mi Padre; y desde ahora lo conocéis y lo habéis visto. Le dice Felipe: Señor, muéstranos al Padre y nos basta. Le dice Jesús: Tanto tiempo con vosotros, ¿y no me habéis conocido? Felipe, el que me ve a mí, ve también a mi Padre (Jn 14,6-9). El Padre habita en una luz inaccesible (cf. 1Tim 6,15), y Dios es espíritu (Jn 4,24), y a Dios nadie lo vio jamás (Jn 1,18). Y no puede ser visto sino en espíritu, porque el espíritu es el que vivifica; la carne no le aprovecha a nadie (Jn 6,63). Ni siquiera el Hijo puede ser visto por nadie en cuanto igual al Padre, de forma distinta que el Padre, de forma distinta que el Espíritu Santo.

Por eso, hijos de los hombres, ¿Hasta cuándo seréis duros de corazón? (Sal 4,3). ¿Por qué no reconocéis la verdad y creéis en el Hijo de Dios? (cf. Jn 9,35). Mirad que diariamente se humilla (cf. Flp 2,8), como cuando vino desde el trono real, (Sab 18,15) al seno de la Virgen. Él mismo viene diariamente a nosotros en humilde apariencia. Cada día baja del seno del Padre al altar, en manos del sacerdote. Y como se mostró a los santos apóstoles en carne verdadera, así también ahora se muestra a nosotros en el pan sagrado.

Y lo mismo que ellos con los ojos del cuerpo veían solamente su carne, mas con los ojos espirituales creían que Él era Dios, así también nosotros, al ver el pan y el vino con los ojos del cuerpo, veamos y creamos firmemente que es su santísimo cuerpo y sangre vivo y verdadero. Y de ese modo está siempre el Señor con sus fieles, como El mismo dijo: Mirad que yo estoy con vosotros hasta la consumación de los siglos (cf. Mt 28,20)».

Hermanos, oremos en el Santísimo Nombre de Jesús, porque toda petición así armoniza con todo lo que Cristo ha revelado respecto a sí mismo. Su Santísimo Nombre es su autorrevelación en sus obras de la redención. Así, el Padre será glorificado en el Hijo y los atributos esplendorosos de Dios brillarán en toda su hermosura en estas obras y por medio de ellas. Tengamos fe en la extraordinaria promesa de Nuestro Señor Jesucristo.

Por ello, hagamos un propósito de fe: meditemos y contemplemos a las tres personas divinas de la Santísima Trinidad a través de la lectura diaria de la Palabra. Oremos con la Palabra y, pidiendo la inspiración del Espíritu Santo, realicemos todas nuestras acciones y obras de misericordia en el Santísimo Nombre de Jesús.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.