MIÉRCOLES DE LA SEMANA VIII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES DE LA SEMANA VIII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

VISITACIÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA

«Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es Santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación» Lc 1,48-49.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 1,39-56

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludo a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, salto la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: «¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú que has creído porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá». María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es Santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, a favor de Abraham y su descendencia por siempre». María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

———–

«Valentía femenina, capacidad de ir al encuentro de los demás, mano tendida en señal de ayuda, solicitud… Y sobre todo alegría, de esa que llena el corazón y da a la vida sentido y dirección nuevos. Todo esto podemos descubrirlo en el Evangelio de hoy que narra la visita de María a Santa Isabel. Texto que, junto a las palabras del Profeta Sofonías en la Primera lectura (3,14-18) y de San Pablo en la Segunda (Rm 12,9-16), dibujan una liturgia llena de alegría, que viene como soplo de aire fresco a llenar nuestra vida» (Papa Francisco).

Hoy celebramos la alegría de la Visitación de Nuestra Santísima Madre María a su prima Santa Isabel, luego de dos meses y algunos días de la celebración de la Anunciación.

La lectura relata un momento grandioso y una de las primeras manifestaciones de Jesús en nuestro mundo a través del vientre de María: el encuentro de dos madres y de los dos hijos que ambas llevaban en sus senos. Isabel representa al Antiguo Testamento que termina y María, al nuevo que empieza.

El saludo de María, lleno de ternura, hace que Juan Bautista salte de alegría dentro del vientre de su madre Isabel, quien queda llena del Espíritu Santo. La plenitud del Salvador, aún en el vientre de Nuestra Santísima Madre, desborda bendiciones y gracias para la humanidad.

Tiempo atrás, Zacarías había sido profetizado por un ángel que el hijo que le iba a nacer sería santificado desde el seno materno. Las palabras de Isabel, a su vez, son palabras de veneración a María que surgen de la revelación que ella recibe en ese momento.

En la Visitación, ellas son las primeras en reconocer y experimentar el gozo de la presencia viva de Dios entre nosotros. Y luego María proclama el cántico del Magnificat (Lc 1,46-56) que, por inspiración del Espíritu Santo, es uno de los cantos más hermosos de la Sagrada Escritura, donde María proclama la grandeza, la sabiduría y la misericordia de Dios.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

«El acto es el encuentro entre María y su prima. Estas dos mujeres se encuentran y lo hacen con alegría; ¡ese momento es toda una fiesta! Si aprendiéramos este servicio de ir al encuentro de los demás, ¡cómo cambiaría el mundo! El encuentro es otro signo cristiano. Una persona que dice ser cristiana y no es capaz de ir al encuentro de los demás no es totalmente cristiana. Tanto el servicio como el encuentro requieren salir de uno mismo: salir para servir y salir para encontrar, para abrazar a otra persona. Con ese servicio de María, con ese encuentro, se renueva la promesa del Señor, se realiza en el presente, en este presente. Y precisamente –como hemos escuchado en la primera lectura: El Señor tu Dios, en medio de ti–, el Señor está en el servicio, el Señor está en el encuentro» (Papa Francisco).

De corazón, digamos a nuestra Santísima Madre la hermosa respuesta que el Espíritu Santo inspiró a Isabel: «¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!».

Hermanos: meditando la lectura de hoy, respondamos: ¿Proclamamos nosotros las grandezas del Señor? ¿Experimentamos el gozo de la presencia del Señor en nuestras vidas? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a descubrir la alegría de los que ponen continuamente su confianza en el Señor y a proclamar, diariamente, bienaventurada a Nuestra Santísima Madre.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Dios todopoderoso y eterno, que inspiraste a la bienaventurada Virgen María, cuando llevaba en su seno a tu Hijo, visitar a Isabel, concédenos que, dóciles al soplo del Espíritu Santo, podamos siempre cantar con Ella tus maravillas.

Amado Jesús, inunda nuestras mentes con la luz de tu Espíritu y nuestros corazones se estremecerán con la Verdad y, así, nuestra existencia será un canto de amor y de fraternidad.

Amado Jesús, Hijo de Dios vivo, que con tu muerte y resurrección venciste a la muerte, que la oblación última de nuestros difuntos los lleve al gozo eterno de tu gloria.

Madre Santísima, Madre del Redentor, ayúdanos a descubrir la alegría de los que ponen continuamente su confianza en el Señor y, así, podamos también nosotros proclamar la grandeza del Señor.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Nuestra Santísima Madre con un texto del Grupo de Dombes:

«La visitación es la escena del contagio de la alegría y del don del Espíritu Santo. Apenas ha recibido el mensaje del ángel, María parte apresurada a visitar a su pariente y a vivir con ella una efusión inaugural del Espíritu profético. Su partida es también una respuesta de su fe a la gracia. Cuando Isabel recibe el saludo de Maria, el movimiento de su hijo, Juan al Bautista, es un salto de alegría, un estremecimiento de bienaventuranza (cf. Lc 6,23). La primera voz humana que profetiza en el Nuevo Testamento es una voz de mujer, del mismo modo que también las mujeres serán las primeras mensajeras de la resurrección.

La palabra profética de Isabel es, en primer lugar, una bendición. María es objeto de una bendición especial entre todas las mujeres, la bendición que hace de ella la madre del Mesías, el Bendito por excelencia. Isabel realiza también, por su parte, un acto de fe, puesto que ve ya en la madre de Jesús a la madre de su Señor. A continuación, profiere la primera bienaventuranza, la de su fe: Maria es bienaventurada porque creyó que se convertiría en la madre del Mesías».

Queridos hermanos, de la misma manera que Nuestra Santísima Madre acoge y recibe al Santo Espíritu Santo, imitemos también nosotros su docilidad y dispongamos nuestros corazones para recibir a Jesús en nuestra vida, que sea Él quien reine en nuestra vida. Que el amor de la Santísima Trinidad y el ejemplo de Nuestra Santísima Madre se manifiesten a través de nosotros, en todas nuestras acciones.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.