DOMINGO IX DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL DOMINGO IX DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

«Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tenga vida eterna» Jn 3,16.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 3,16-18

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no mandó a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por medio de él. El que cree en él no será condenado; por el contrario, el que no cree ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«La solemnidad de hoy nos invita a dejarnos fascinar una vez más por la belleza de Dios; belleza, bondad e inagotable verdad. Pero también belleza, bondad y verdad humilde, cercana, que se hizo carne para entrar en nuestra vida, en nuestra historia, en mi historia, en la historia de cada uno de nosotros, para que cada hombre y mujer puedan encontrarla y obtener la vida eterna. Y esto es la fe: acoger a Dios-Amor, que se entrega en Cristo, que hace que nos movamos en el Espíritu Santo; dejarnos encontrar por Él y confiar en Él. Esta es la vida cristiana. Amar, encontrar a Dios, buscar a Dios; y Él nos busca primero, Él nos encuentra primero» (Papa Francisco).

Hoy celebramos la Solemnidad de la Santísima Trinidad, el hermoso misterio de amor de Dios Padre, de Dios Hijo y de Dios Espíritu Santo.

Hoy, Juan nos presenta el texto como un resumen de lo que él mismo ha vivido con Jesús. La propuesta de Juan es simple, hay que creer en Jesús, el Hijo de Dios. Hay que creerle a Él, no sólo decirlo a viva voz, si no creerle a Él y a sus mandamientos de amor para poder recibir la salvación y la vida eterna.

Dios Padre es el autor de todas las maravillas de la creación, Él se reconcilió con nosotros y nos liberó. Dios Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, que vive desde antes de la creación del mundo, fue quien llevó adelante la reconciliación pagando con su vida el rescate de nuestras almas. Dios Espíritu Santo es la presencia íntima del Padre y del Hijo en el corazón de los creyentes, es quien nos ilumina para entender la verdad. El Espíritu es la memoria, siempre actual, de la Palabra y de los gestos de Jesús.

Luego de la Ascensión de Jesús, desde el día de Pentecostés y hasta el fin de los tiempos, el Espíritu Santo continuará la acción amorosa y misericordiosa que inició Nuestro Señor Jesucristo, como enviado de Dios Padre.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

«Toma como símbolos el sol para el Padre; para el Hijo, la luz, y para el Espíritu Santo, el calor. Aunque sea un solo ser, es una trinidad lo que se percibe en él. Captar al inexplicable ¿quién lo puede hacer? … ¡gran misterio y maravilla manifestada!» (San Efrén el sirio).

La Santísima Trinidad, tres personas un solo Dios, es la más excelsa comunidad de amor que se nos revela, precisamente, a través de una de las maravillosas personas que la integran: el Espíritu Santo.

Donde está Jesús, está Dios Padre y está el Espíritu Santo; las tres personas son inseparables. Por eso Jesús dice en el evangelio de San Juan 14,23: «Si alguien me ama cumplirá mi palabra, mi Padre lo amará, vendremos a él y haremos morada en él».

A cada instante, se manifiesta la acción plena de la Santísima Trinidad en la humanidad. Dispongamos nuestros corazones para invocar su presencia en nosotros.

Hermanos, meditando el pasaje evangélico de hoy, respondamos: ¿Cómo ejercitamos nuestro amor a la Santísima Trinidad? Que las respuestas a esta pregunta sean de utilidad para comprender, con la ayuda del Espíritu Santo, el misterio de amor que encierra la Santísima Trinidad.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

¡Bendita seas Santísima Trinidad!

Dios Padre, que, al enviar al mundo la Palabra de la verdad y el Espíritu de la santificación, revelaste a los hombres tu admirable misterio, concédenos, al profesar la fe verdadera, reconocer la gloria de la eterna Trinidad y adorar la Unidad en su poder y grandeza

Padre eterno: acompáñanos con tu amor providente para que podamos amar y cuidar la creación, y compartir con todas las personas los bienes que gratuitamente nos diste.

Amado Jesús: Hijo de Dios Padre, Redentor nuestro, que pagaste con tu vida el rescate de toda la humanidad de las garras del pecado, haz que se cumpla en nosotros tu obra de salvación.

Espíritu Santo: Espíritu de la verdad, enriquece nuestra vida y al mundo con tus dones para que toda la humanidad conozca y anuncie el amor con el que Nuestro Señor Jesucristo nos amó y nos ama.

Padre eterno, concede a nuestros hermanos difuntos la gloria de la resurrección en el último día.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, Reina de los ángeles, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a la Santísima Trinidad con una homilía del Papa Francisco:

«Hoy celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad, que presenta a nuestra contemplación y adoración la vida divina del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo: una vida de comunión y de amor perfecto, origen y meta de todo el universo y de cada criatura, Dios.

En la Trinidad reconocemos también el modelo de la Iglesia, en la que estamos llamados a amarnos como Jesús nos amó. Es el amor el signo concreto que manifiesta la fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es el amor el distintivo del cristiano, como nos dijo Jesús: “En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros” (Jn 13,35). Es una contradicción pensar en cristianos que se odian. Es una contradicción. Y el diablo busca siempre esto: hacernos odiar, porque él siembra siempre la cizaña del odio; él no conoce el amor, el amor es de Dios.

Todos estamos llamados a testimoniar y anunciar el mensaje de que “Dios es amor”, de que Dios no está lejos o es insensible a nuestras vicisitudes humanas. Está cerca, está siempre a nuestro lado, camina con nosotros para compartir nuestras alegrías y nuestros dolores, nuestras esperanzas y nuestras fatigas. Nos ama tanto y hasta tal punto, que se hizo hombre, vino al mundo no para juzgarlo, sino para que el mundo se salve por medio de Jesús. Y este es el amor de Dios en Jesús, este amor que es tan difícil de comprender, pero que sentimos cuando nos acercamos a Jesús. Y Él nos perdona siempre, nos espera siempre, nos quiere mucho. Y el amor de Jesús que sentimos, es el amor de Dios.

El Espíritu Santo, don de Jesús resucitado, nos comunica la vida divina, y así nos hace entrar en el dinamismo de la Trinidad, que es un dinamismo de amor, de comunión, de servicio recíproco, de participación. Una persona que ama a los demás por la alegría misma de amar es reflejo de la Trinidad. Una familia en la que se aman y se ayudan unos a otros, es un reflejo de la Trinidad. Una parroquia en la que se quieren y comparten los bienes espirituales y materiales, es un reflejo de la Trinidad.

El amor verdadero es ilimitado, pero sabe limitarse para salir al encuentro del otro, para respetar la libertad del otro. Todos los domingos vamos a misa, juntos celebramos la Eucaristía, y la Eucaristía es como la “zarza ardiendo”, en la que humildemente habita y se comunica la Trinidad; por eso la Iglesia ha puesto la fiesta del Corpus Christi después de la de la Trinidad. El jueves próximo, según la tradición romana, celebraremos la santa misa y después haremos la procesión con el Santísimo Sacramento…

Que la Virgen María, criatura perfecta de la Trinidad, nos ayude a hacer de toda nuestra vida, en los pequeños gestos y en las elecciones más importantes, un himno de alabanza a Dios, que es amor».

Hermanos: glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas, amando al prójimo, en especial, al que tiene más necesidades espirituales y materiales. Invoquemos la luz del Espíritu Santo para que la Palabra y la Santa Eucaristía sean el alimento que fortalezca nuestro seguimiento a Jesús, el Verbo encarnado.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.