LUNES IX DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL LUNES IX DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

SAN BONIFACIO, OBISPO Y MÁRTIR

«La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular: es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente» Mc 12,10 y Sal 118,22.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 12,1-12

En aquel tiempo, Jesús comenzó a enseñarles en parábolas a los sumos sacerdotes, a los escribas y a los ancianos: «Un hombre plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavo fosa, construyó una torre de vigilancia, la dio a unos viñadores y se ausentó. A su debido tiempo, envió un siervo donde los viñadores para que reciba de ellos una parte de los frutos de la viña, que le correspondía. Pero ellos lo agarraron, lo apalearon y lo despidieron con las manos vacías. Les envió otro siervo; también a este lo insultaron y le hirieron en la cabeza. Envió a otro y a este lo mataron; y a otros muchos; a unos los golpeaban y a otros los mataban.

Le quedaba uno, su hijo amado. Y, por último, lo envió donde ellos diciendo: “Respetarán a mi hijo”. Pero los viñadores dijeron entre sí: “Este es el heredero. Vamos, matémosle; y la herencia será nuestra”, Agarrándolo, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña. ¿Qué hará entonces el señor de la viña? Vendrá y eliminará a los viñadores y dará la viña a otros. ¿No han leído este pasaje de la Escritura: “La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular: es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente”?». Entonces querían arrestarlo, porque comprendían que la parábola la dijo para ellos; pero tuvieron miedo de la gente. Y dejándolo, se fueron.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

———–

«Señor, te sirves de la muerte para vencer a la vida, de la pobreza para humillar a la riqueza, de la nada para ensombrecer al todo. Y nos aseguras que tu amor es más fuerte que nuestro egoísmo. Fortalecidos con estas certezas, concédenos insertar en nuestras vidas algún “a pesar de que” más. Así sabremos vislumbrar el inmenso bien que hay en nosotros, en los otros, en el mundo, un bien que es el reflejo multiforme de tu omnipresencia. Amén» (Georgio Zevini y Pier Giordano Cabra).

Hoy se celebra a San Bonifacio, obispo y mártir. Nació en el año 680. Es llamado el “Apóstol de Alemania” por haber evangelizado sus principales regiones, por haber fundado y organizado iglesias y haber creado una jerarquía bajo la jurisdicción de la Santa Sede. Sus dones de misionero y reformador generaron importantes frutos. El 5 de junio del año 754, cuando se disponía a realizar una confirmación, en la víspera de Pentecostés, una horda de paganos hostiles lo mató.

El pasaje evangélico de hoy, denominado “Parábola de los viñadores malvados”, también se encuentra en Mt 21,33-43 y en Lc 20,9-19. Más que una parábola es una alegoría muy cercana al texto griego de Is 5,1-7. Pero entre ellas hay una diferencia importante, mientras que la de Isaías se centra en la producción de la viña; la de Jesús, en cambio, se concentra en los viñadores.

La viña simboliza al pueblo de Dios, y los viñadores, a los dirigentes. El dueño de la viña es Dios quien no cesa de enviar siervos (profetas) a pedir el fruto que espera de su viña: justicia, misericordia, verdad, en suma, amor. Sin embargo, los viñadores, los dirigentes del pueblo, no sólo no envían lo que corresponde al dueño de la viña, sino que también rechazan o eliminan a los siervos enviados.

Tanto ama Dios a su viña que manda en «último término» a su Hijo amado, a Jesús. Los dirigentes lo reconocen, saben que es el heredero y deciden no sólo matarlo sino también borrarlo de la memoria del pueblo («lo arrojaron fuera de la viña»), para perpetuar su dominio. Dios interviene para salvar su viña: resucita a su Hijo amado y lo convierte en piedra angular del nuevo pueblo de Dios (Sal 118,22).

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Como manifiesta Francisco Fernández-Carvajal: «Todo pecado está relacionado íntima y misteriosamente con la Pasión de Jesús. Solo reconoceremos la maldad del pecado si, con la ayuda de la gracia, sabemos relacionarlo con el misterio de la Redención. Solo así podemos purificar de verdad el alma y crecer en contrición de nuestras faltas y pecados».

Pero la misericordia de Dios es infinita; Jesús nos ofrece el perdón mediante el sacramento de la reconciliación y nos libera de las ataduras del pecado. Este perdón es una muestra de que Nuestro Señor Jesucristo nos visita continuamente para otorgarnos sus gracias a través de los sacramentos y en todas nuestras vivencias cotidianas, y señalarnos el camino de la salvación.

Con estas reflexiones, es conveniente que nos hagamos algunas interrogantes: ¿Cuántas veces nos comportamos como los viñadores y rechazamos a Jesús, a través de su Palabra, del prójimo, de sus sacramentos, de sus ministros? ¿Sabemos identificar las veces que Dios nos envía profetas y las veces que Él mismo toca nuestra puerta para que nos acerquemos a su misericordia, bondad y amor? ¿Reconocemos y confesamos humildemente nuestros pecados y nos acogemos a la misericordia que Dios nos ofrece? Que las respuestas a estas interrogantes nos ayuden a disminuir la distancia entre nuestros corazones y el Sagrado Corazón de Jesús, y demos frutos espirituales en abundancia.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Padre eterno, concédenos la intercesión de tu mártir san Bonifacio, para que podamos defender con valentía y confirmar con nuestras obras la fe que él enseño con su palabra y rubricó en el martirio con su sangre.

Amado Jesús, inunda nuestras mentes con la luz de tu Espíritu y nuestros corazones se estremecerán con la Verdad y, así, nuestra existencia será un canto de amor y de fraternidad.

Amado Jesús, Hijo de Dios vivo, que con tu muerte y resurrección venciste a la muerte, que la oblación última de nuestros difuntos los lleve al gozo eterno de tu gloria.

Madre Santísima, Madre del Amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a la Santísima Trinidad con una homilía del Papa Francisco:

«Hoy nos movemos entre dos actitudes: el encorsetamiento de la ley, que todo lo delimita, y el soplo liberador de la profecía, que nos lleva más allá de los límites. En la vida de fe, el exceso de confianza en la norma puede ahogar el valor de la memoria y el dinamismo del Espíritu. Jesús, en el Evangelio de hoy (Mc 12,1-12), lo demuestra a escribas y fariseos –que quieren hacerlo callar– con la parábola de los viñadores homicidas…

Matar a los siervos y al hijo –imagen de los profetas y de Cristo– muestra la imagen de un pueblo encerrado en sí mismo, que no se abre a las promesas de Dios, que no espera en las promesas de Dios. Un pueblo sin memoria, sin profecía y sin esperanza. A los jefes del pueblo, en concreto, les interesa levantar una muralla de leyes, un sistema jurídico cerrado, y nada más. La memoria no les interesa. ¿La profecía? ¡Mejor que no vengan los profetas! ¿Y la esperanza? Bueno, ¡alguno la verá! Es el sistema por el que legislan: doctores de la ley, teólogos que siempre van por la casuística y no permiten la libertad del Espíritu Santo; no reconocen el don de Dios, el don del Espíritu, sino que lo encierran, porque no permiten la profecía ni la esperanza. Ése es el sistema religioso al que Jesús habla. Un sistema de corrupción, de mundanidad y de concupiscencia, como dice San Pedro en la Primera Lectura (1P 1,1-7).

En el fondo, Jesús mismo fue tentado de perder la memoria de su misión, de no dar sitio a la profecía y preferir la seguridad en lugar de la esperanza, que fue la esencia de las tres tentaciones padecidas en el desierto. Así pues, Jesús, que conoce en sí mismo la tentación, reprocha a esa gente: Vosotros recorréis medio mundo para hacer un prosélito y cuando lo halláis, lo hacéis esclavo (cfr. Mt 23,15). Ese pueblo tan organizado, esa Iglesia tan organizada… ¡hace esclavos! Y así se entiende la reacción de Pablo cuando habla de la esclavitud de la ley y de la libertad que te da la gracia (cfr. Gal 4,3ss.). Un pueblo es libre, una Iglesia es libre cuando tiene memoria, cuando deja sitio a los profetas, cuando no pierde la esperanza.

La viña bien organizada es la imagen del pueblo de Dios, la imagen de la Iglesia y también la imagen de nuestra alma, que el Padre cuida siempre con tanto amor y tanta ternura. Rebelarse a Él es, como para los viñadores homicidas, perder la memoria del don recibido de Dios, mientras que para recordar y no errar el camino es importante volver siempre a las raíces. ¿Yo tengo memoria de las maravillas que el Señor ha hecho en mi vida? ¿Tengo memoria de los dones del Señor? ¿Soy capaz de abrir el corazón a los profetas?, es decir a quien me dice: esto no va, debes ir allá; adelante, arriésgate. Eso hacen los profetas. ¿Estoy abierto a eso o estoy temeroso y prefiero encerrarme en la jaula de la ley? En definitiva, ¿tengo esperanza en las promesas de Dios, como tuvo nuestro padre Abraham, que salió de su tierra sin saber a dónde iba, solo porque esperaba en Dios? Nos vendrá bien hacernos estas tres preguntas».

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.