MARTES IX DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL MARTES IX DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

«Al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios». Mc 12,17.

 

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

 

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 12,13-17

En aquel tiempo, enviaron a Jesús unos fariseos y herodianos, para atraparlo con alguna pregunta. Se acercaron y le dijeron: «Maestro, sabemos que eres sincero y que no te cuidas de nadie; porque no miras la apariencia de las personas, sino que enseñas según la verdad el camino de Dios: ¿Es lícito pagar el tributo al César o no? ¿Pagamos o no pagamos?». Jesús, dándose cuenta de la hipocresía de ellos, les replicó: «¿Por qué me ponen a prueba? Tráiganme un denario, para que lo vea». Ellos le trajeron y Él les preguntó: «¿De quién es esta imagen y esta inscripción?». Ellos le contestaron: «Del César». Jesús les dijo: «Al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios». Y ello se quedaron admirados de su respuesta.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

 

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«Las cosas humanas tienen su esfera, su legitimidad. Los problemas técnicos piden soluciones técnicas. Pero las cosas de Dios tienen también su esfera y es prioritaria. No es bueno identificar los dos niveles. Aunque tampoco haya que contraponerlos. No es bueno ni servirse de lo religioso para los intereses políticos, ni de lo político para los religiosos. No se trata de sacralizarlo todo en aras de la fe. Pero tampoco de olvidar los valores éticos y cristianos en aras de un supuesto progreso ajeno al plan de Dios. También nosotros podríamos caer en la trampa de la moneda, dando insensiblemente, contagiados por el mundo, más importancia de la debida a lo referente al bienestar material, por encima del espiritual. Un cristiano es, por una parte, ciudadano pleno, comprometido en los varios niveles de la vida económica, profesional y política. Pero es también un creyente, y en su escala de valores, sobre todo en casos de conflicto, da preeminencia a “las cosas de Dios”» (José Aldazabal).

El pasaje evangélico de hoy, denominado “Sobre el tributo al césar”, se encuentra también en Mt 22,15-22 y en Lc 20,20-26. En la escena se identifica a los fariseos, conocidos por su fanatismo religioso, y a los herodianos que colaboraban con el imperio romano. Ambos grupos eran adversarios declarados de Jesús.

Por ello, la pregunta que formulan tiene rasgos de hipocresía y de engaño mortal. Si Jesús responde que sí, queda mal con los judíos y, si responde que no, los romanos lo acusarán de revoltoso. Jesús, que sabe de sus intenciones, les pide una moneda del imperio romano de aquel entonces; la cual llevaba una imagen del emperador Tiberio y una leyenda que afirmaba su divinidad.

Jesús pide devolver al César lo que es del César, reconociendo la autonomía del poder civil, pero rechazando su divinización. De esta manera, Jesús toma el controvertido tema del pago de tributos para afirmar el primado de Dios, sin desatender las obligaciones civiles.

 

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Nuestro Señor Jesucristo se opone a cualquier proyecto teocrático o dictatorial impuesto por gobernantes que se consideran una suerte de dioses o señores de mundo. Cuando Jesús afirma «A Dios lo que es de Dios», significa que Dios no se identifica con ningún proyecto político en particular, sino con todos aquellos que optan por la vida y se ponen al servicio de las necesidades de las personas.

En este sentido, tenemos el deber de defender que la opción preferencial por los pobres, la defensa de la vida desde su concepción, la defensa de la familia ante la ideología de género, la defensa de los valores cristianos ante la promoción de los pecados capitales, disfrazados de libertad, y tantas otras, son acciones de la Iglesia que se desprenden del Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo y que no tienen las motivaciones políticas del mundo.

Por ello, al igual que Nuestro Señor Jesucristo, todo cristiano debe ser libre interiormente. En esa libertad, no se somete a las tendencias e ideologías mundanas y, mejor aún, valora las ideas, los hechos y las personas con los parámetros del Evangelio.

Hermanos, meditemos a la luz del evangelio y respondamos: ¿Colaboramos con nuestras autoridades en las acciones para mejorar el bienestar de las personas? ¿Asumimos una actitud pasiva o activa en la elección de personas idóneas para dirigir los destinos de nuestras naciones? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden siempre a ser ciudadanos honestos y buenos cristianos.

¡Jesús, María y José nos aman!

 

  1. Oración

Amado Jesús, ilumina con tu Santo Espíritu a todos los gobernantes del mundo para que siempre busquen el bienestar de las personas y dejen de lado las motivaciones personalistas y partidarias.

Santo Espíritu, ilumina nuestros pensamientos y acciones para que seamos buenos cristianos y ciudadanos honestos, respetuosos de las autoridades y con plena disponibilidad para trabajar siempre por el bienestar de las personas y así, contribuir a la construcción del Reino de los cielos.

Amado Jesús, Hijo de Dios vivo, que con tu muerte y resurrección venciste a la muerte, que la oblación última de nuestros difuntos los lleve al gozo eterno de tu gloria.

Madre Santísima: intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

 

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un texto del padre André Louf:

«La verdadera pregunta para Jesús, la única que le importa no es lo que es preciso pagar al césar, sino lo que es preciso pagar a Dios. Se da al césar lo que lleva su imagen, se da a Dios lo que ha sido acuñado a imagen de Dios.

Ahora bien, los judíos todavía no se habían dado cuenta de que era él, antes y después de cualquier otro, la verdadera imagen de Dios: este Jesús al que intentan poner en una situación embarazosa. No han visto la impronta de Dios en su humanidad. En su cuerpo de hombre, en su rostro, que debió de ser de una inolvidable belleza y nobleza. Jesús es el esplendor de la gloria de Dios. En Jesús, Dios se puso a nuestro alcance y se ofreció a nosotros. Él es el Señor, y no hay otro.

El césar no le hace competencia. El césar no podría sustituir a Jesús, ni ningún otro poder, ni el dinero, ni las riquezas: los ídolos a los que el creyente ha renunciado. Sabe en quién ha puesto su confianza, a quién se ha abandonado: a Jesús, metal precioso de humanidad, acuñado como efigie de Dios; a Jesús, que le amó y fue el primero en entregarse por él (Gál 2,20).

Algún día todo creyente tendrá que hacer esta elección: entre el césar y Jesús. En alguna ocasión esta elección está clara, pero con mucha mayor frecuencia resulta oscura y sutil. Sin embargo, ningún cristiano puede evitarla por completo, porque de estos dos -Dios y el dinero- no es posible más que amar a uno odiar al otro: fue el mismo Jesús quien lo afirmó (Lc 16,13). Y tanto más porque el que elige, opta en favor o en contra de sí mismo.

En efecto, también él ha sido acuñado con una imagen, no la del césar, sino la de Dios, precisamente como Jesús. Si opta por la imagen del césar, acabará por asemejarse al césar, y la imagen de Dios se irá deteriorando poco a poco en él. Si opta por Jesús, se irá regenerando progresivamente su imagen en él y se hará enteramente conforme a él (2 Cor 3,18). Aparecerá en su rostro un destello de la gloria de Dios. Al pertenecer a Dios, será dado enteramente a Dios».

Queridos hermanos: incorporemos en nuestras intenciones y oraciones diarias a los gobernantes del mundo, de nuestro país y de todo territorio, para que Dios Espíritu Santo los ilumine en su labor. Asumamos también el compromiso de colaborar más activamente con nuestras autoridades y participar cristianamente en los procesos de búsqueda y elección de personas para la conducción de los destinos de nuestros pueblos. Pidamos a Nuestra Santísima Madre que interceda por todos los medios de comunicación, para que sean reflejo del amor de Dios y promuevan siempre una cultura de paz. Así como por todos los difuntos de todo tiempo y lugar, para que ella, en su amor, interceda ante Jesús, su Hijo, por la salvación de todas las almas.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

 

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.