LECTIO DIVINA DEL LUNES XII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A
SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER
«No juzguen y no serán juzgados. Porque con el criterio con que ustedes juzguen, serán juzgados, y con la medida con que midan, serán medidos». Mt 7,1-2.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Mateo 7,1-5
En aquel tiempo, dijo Jesús: «No juzguen y no serán juzgados. Porque con el juicio con que ustedes juzguen, serán juzgados, y la medida que usen, la usarán con ustedes. ¿Por qué te fijas en la paja que tiene tu hermano en el ojo y no te fijas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Deja sacarte esa paja del ojo”, teniendo una viga en el tuyo? Hipócrita, sácate primero la viga del ojo; entonces verás claro y podrás sacar la paja del ojo de tu hermano».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«Constantes, alegres, rectificando cada día un poco, como hacen los barcos en alta mar para llegar a puerto. Los santos han sido como nosotros: han tenido buena voluntad y la sinceridad de rectificar en su vida interior, en su lucha: con victorias y con derrotas, que a veces son victorias; buscando el trato con Dios, que es esperanza, que es fe, que es Amor. Nuestro Dios está contento con esa lucha nuestra, que es señal cierta de que tenemos vida interior, deseo de cristiana perfección» (San Josemaría Escrivá de Balaguer).
Hoy celebramos a Josemaría Escrivá de Balaguer. Nació en Barbastro, en Huesca, España, el 9 de enero de 1902 en una familia con profunda formación cristiana. Recibió la ordenación sacerdotal el 28 de marzo de 1925 y comienza a ejercer su ministerio en una parroquia rural y luego en Zaragoza. En Madrid, en octubre de 1928, Dios le hace ver la misión para la que le venía preparando interiormente, y funda el Opus Dei.
Durante la guerra civil ejerce su ministerio clandestinamente. En 1946 fija su residencia en Roma, desde donde se ocupa con gran intensidad de la formación de los miembros de la Obra y de impulsar su expansión por todo el mundo. Murió en junio de 1975. Fue beatificado por el papa Juan Pablo II en 1992 y canonizado el 6 de octubre de 2002.
El pasaje evangélico de hoy, denominado “El juicio a los demás”, se ubica en la parte narrativa del Sermón de la montaña, en el capítulo 7 de Mateo. A partir de aquí, las enseñanzas de Jesús se van dirigiendo a sus discípulos, hasta configurar el “Discurso misionero” en el capítulo 10.
El Sermón de la montaña ha ido desarticulando todas las estructuras y condicionamientos que rodean al pecado que esclaviza a las personas. Jesús revoluciona todo el comportamiento humano con las bienaventuranzas, así como con las seis antítesis que meditamos días atrás.
Hoy Jesús señala que antes que juzgar a los demás debemos ser autocríticos, ya que la crítica indebida es un camino seguro a la hipocresía. Jesús hace la ilustración con un proverbio que pone en alto relieve la desproporción entre la paja o pelusa en el ojo del hermano y la viga en el ojo propio.
Jesús nos recuerda que el juicio pertenece a Dios, que la medida que usemos será usada con nosotros y que todos somos imperfectos. Por eso, una mirada al espejo ayuda a ser más tolerantes y acogedores.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
Jesús nos enseña que, a menudo, pretendemos corregir a nuestro hermano sin considerar que nosotros no hemos realizado ningún esfuerzo por corregir nuestros propios defectos o vicios. El orden exige que limpiemos primero nuestro propio espíritu para poder, con un corazón más limpio, ver más claramente y ser capaces de ayudar a mejorar a nuestro hermano. Jesús señala que, pretender lo contrario, es hipocresía.
La hipocresía empieza cuando queremos exhibirnos como modelo para los demás o pretendemos corregir al hermano basándonos en una autoridad frágil y sin una base moral firme. Nuestro Señor Jesucristo insiste en que debemos esforzarnos por nuestra propia conversión para luego tratar de corregir a nuestros hermanos.
Hermanos: meditando la lectura, respondamos: ¿Somos conscientes de nuestras debilidades y nos esforzamos por superarlas invocando a la Santísima Trinidad? Que las respuestas a esta pregunta nos permitan entender que, si la presencia del reinado de Dios entre nosotros nos ha permitido experimentar el don inmenso e impagable de su perdón y misericordia, todo otro juicio que no sea el de ver al prójimo en el mismo abrazo salvador del Padre, sería tan injusto y absurdo como quien se fija en la pelusa del ojo del hermano llevando una viga en el propio.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Dios todopoderoso y eterno, que has suscitado en la Iglesia a san Josemaría, sacerdote, para proclamar la vocación universal a la santidad y al apostolado, concédenos, por su intercesión y su ejemplo, que en el ejercicio del trabajo ordinario nos configuremos a tu Hijo Jesucristo y sirvamos con ardiente amor a la obra de la Redención.
Amado Jesús, te suplicamos envíes al Santo Espíritu para que hagamos un examen de consciencia que nos permita corregir nuestros pensamientos y acciones que están alejados de tus enseñanzas.
Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo, envía tu luz sobre los gobernantes de las naciones para que sean verdaderos guías de los pueblos siguiendo las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo.
Amado Jesús, misericordia pura e infinita, concede el perdón a las almas del purgatorio y llévalas al banquete celestial. Envía a San Miguel Arcángel para que proteja a las almas de las personas agonizantes ante los ataques del enemigo.
¡Dulce Madre, María!, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.
- Contemplación y acción
Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un escrito de San Juan Crisóstomo:
«¿Queréis que os indique el camino de la conversión? Son numerosos, variados y diferentes, pero todos conducen al cielo.
El primer camino de la conversión es aborrecer nuestros pecados. Empieza tú a confesar tus pecados para ser justo. Esto porque dice el profeta: “Me dije: confesaré al Señor mis culpas. Y tú perdonaste mi falta y mi pecado”. Condena tú mismo las faltas que has cometido y esto bastará para que el Maestro te escuche. El que condena sus pecados irá con más cuidado para no recaer en ellos …
Hay un segundo camino que no es inferior al primero, y es: no guardar rencor a nuestros enemigos, dominar nuestra ira para perdonar las ofensas que nos infligen nuestros compañeros de servicio, porque así obtendremos el perdón de las ofensas contra el Maestro. Es la segunda manera de obtener la purificación de nuestras faltas. “Si perdonáis a vuestros deudores -dice el Señor- mi Padre que está en el cielo perdonará también vuestras faltas”.
¿Quieres conocer el tercer camino de la conversión? Es la oración ferviente y atenta desde el fondo del corazón … El cuarto camino es la limosna, tiene un poder considerable e indecible … Luego, la modestia y la humildad no son medios menores para destruir el pecado desde la raíz. Tenemos como testimonio de ello al publicano, que no podía proclamar sus buenas acciones, sino que, en su lugar, ofreció su humildad y depositó ante el Señor el pesado fardo de sus faltas.
Acabamos de indicar cinco caminos hacia la conversión … ¡No te quedes inactivo, sino avanza cada día por estos caminos! Son fáciles, y a pesar de tus miserias puedes ir por ellos».
Queridos hermanos: cuando sintamos la tentación de juzgar a nuestros hermanos, seamos autocríticos y oremos por la conversión de nuestros hermanos y por la nuestra, esforzándonos por alcanzarla. En el Santísimo Nombre de Jesús y de María, esforcémonos diariamente por la superación de nuestras debilidades para que seamos verdaderos discípulos de Nuestro Señor Jesucristo y no caigamos en la tentación de creernos mejores que los demás.
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.