MIÉRCOLES XII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES XII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

SAN IRINEO, OBISPO Y MÁRTIR

«Un árbol bueno no puede dar frutos malos, ni un árbol malo dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, por sus frutos los conocerán» Mt 7,18-20.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 7,15-20

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuidado con los falsos profetas, que vienen a nosotros disfrazados de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conocerán. A ver, ¿acaso se cosechan uvas de espinos o higos de los cardos? Los árboles buenos dan frutos buenos, los árboles malos dan frutos malos. Un árbol bueno no puede dar frutos malos, ni un árbol malo dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, por sus frutos los conocerán».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«La claridad de Dios vivifica y, por tanto, los que ven a Dios reciben la vida. Por esto, aquel que supera nuestra capacidad, que es incomprensible, invisible, se hace visible y comprensible para los hombres, se adapta a su capacidad, para dar vida a los que lo perciben y lo ven. Vivir sin vida es algo imposible, y la subsistencia de esta vida proviene de la participación de Dios, que consiste en ver a Dios y gozar de su bondad» (San Irineo).

San Irineo de Lyon nació alrededor del año 130 en Esmirna o sus alrededores, donde fue discípulo del obispo Policarpo. En el año 177 fue enviado por la comunidad de Lyon a Roma llevando una carta de recomendación al papa Eleuterio en favor de los montanistas. A su regreso fue elegido obispo de Lyon. Murió entre los años 202 y 203. Fue un varón apostólico y el primer teólogo de la tradición. Escribió “Contra los herejes”, una obra maestra en defensa de la verdad de la Iglesia contra los ataques del gnosticismo.

El pasaje evangélico de hoy se ubica casi al final de la parte narrativa del Sermón de la montaña, en el capítulo 7 y forma parte de las recomendaciones finales que Nuestro Señor Jesucristo nos brinda en este sermón, que comprende los capítulos 5, 6 y 7 de San Mateo.

En toda la historia de la humanidad, el enemigo del Amor siempre ha tratado de presentar el fraude como verdad; por ello, Jesús advierte del cuidado que debemos tener para distinguir la verdad de la mentira mediante la identificación de los resultados del engaño, porque hay dos clases de profetas y dos clases de frutales.

Con un claro ejemplo, la advertencia de Jesús se extiende hasta la fuente de la fecundidad espiritual: mientras alguien vive en la oscuridad, sus frutos serán malos y corre el riesgo de terminar en el fuego eterno; y mientras alguien vive en la luz sus frutos serán buenos.

Es necesario que nosotros estemos unidos a la fuente de la vida que es Nuestro Señor Jesucristo y plenamente dispuestos a que fluya la savia divina a través nuestro, hacia nuestros hermanos. Si una persona da muchos frutos buenos, lo más elevado que se puede decir de dicha persona es lo que dijo Pedro de Jesús, en Hch 10,38: «Pasó por la vida haciendo el bien». Esta es la medida del camino auténtico que se dirige a la Vida.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Es importante distinguir dos aspectos de las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo: El primero se relaciona con las múltiples propuestas religiosas, políticas, económicas y de cualquier otra índole que el mundo presenta, y que debemos analizar a la luz de la Palabra y del Espíritu Santo. Y en el campo religioso, el mundo también ofrece métodos de meditación y relajación contrarios a la fe cristiana, en los que se esconde el rey de la mentira. El segundo aspecto está vinculado con la fecundidad espiritual de nuestras vidas; en este sentido, el pasaje de hoy es una invitación para analizar nuestra espiritualidad y su íntima relación con nuestras acciones. El fruto fundamental, entre muchos, es la bondad y la misericordia, sustentados en el amor.

Hermanos, meditando el pasaje evangélico de hoy, respondamos: ¿Analizamos las múltiples propuestas del mundo apoyados en los dones del Espíritu Santo y a la luz de la Palabra? ¿Cuáles son los frutos de nuestras vidas? ¿Somos misericordiosos, pacientes, serviciales y alegres en nuestra vida de seguimiento a Nuestro Señor Jesucristo? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a ser verdaderos discípulos de Nuestro Señor Jesucristo en toda circunstancia.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Oh, Dios, que otorgaste al obispo san Ireneo mantener felizmente la doctrina verdadera y la paz de la Iglesia, concédenos por su intercesión, renovados en la fe y en la caridad, fomentar siempre la unidad y la concordia.

Gracias Santísima Trinidad por los dones que nos regalas a cada instante de nuestras vidas para invitarnos a permanecer siempre en tu amor.

Dios Espíritu Santo, amor de Dios Padre y de Dios Hijo, concédenos tus santos dones para que podamos reconocer el engaño presente en el mundo y seamos testigos de Nuestro Señor Jesucristo. Fortalece y concede eficacia a nuestros esfuerzos de ser misericordiosos, pacientes, serviciales, alegres, en suma, de ser verdaderos seguidores de Nuestro Señor Jesucristo. Tengamos presente que la misericordia y las demás virtudes proceden del amor.

Amado Jesús, misericordia pura e infinita, concede el perdón a las almas del purgatorio y llévalas al banquete celestial. Envía a San Miguel Arcángel para que proteja a las almas de las personas agonizantes ante los ataques del enemigo.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Dios con un texto de San Irineo:

«Aquel que obra todo en todos es invisible e inefable en su ser y en su grandeza, con respecto a todos los seres creados por él, mas no por esto deja de ser conocido, porque todos sabemos, por medio de su Verbo, que es un solo Dios Padre, que lo abarca todo y que da el ser a todo; este conocimiento viene atestiguado por el evangelio, cuando dice: A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

Así pues, el Hijo nos ha dado a conocer al Padre desde el principio; ya que desde el principio está con el Padre; él, en efecto, ha manifestado al género humano el sentido de las visiones proféticas, de la distribución de los diversos carismas, con sus ministerios; y en qué consiste la glorificación del Padre, y lo ha hecho de un modo consecuente y ordenado, a su debido tiempo y con provecho; porque donde hay orden allí hay armonía, y donde hay armonía allí todo sucede a su debido tiempo, y donde todo sucede a su debido tiempo allí hay provecho.

Por esto, el Verbo se ha constituido en distribuidor de la gracia del Padre en provecho de los hombres, en cuyo favor ha puesto por obra los inescrutables designios de Dios, mostrando a Dios a los hombres, presentando al hombre a Dios; salvaguardando la invisibilidad del Padre, para que el hombre tuviera siempre un concepto muy elevado de Dios y un objetivo hacia el cual tender, pero haciendo también visible a Dios para los hombres, realizando así los designios eternos del Padre, no fuera que el hombre, privado totalmente de Dios, dejara de existir; porque la gloria de Dios consiste en que el hombre viva, y la vida del hombre consiste en la visión de Dios. En efecto, si la revelación de Dios a través de la creación es causa de vida para todos los seres que viven en la tierra, mucho más lo será la manifestación del Padre por medio del Verbo para los que ven a Dios».

Hermanos: hagamos el compromiso de continuar reflexionando la Palabra de Dios, porque la Palabra es fuente de fecundidad para seguir a Nuestro Señor Jesucristo. Hoy, repitamos continuamente el versículo Mt 7,20: «Por sus frutos los reconocerán». Tengamos siempre presente que la adoración al Santísimo Sacramento, la asistencia a la Santa Eucaristía, el Sacramento de la Penitencia y el rezo del Santo Rosario son también parte de la fortaleza que necesitamos en nuestras vidas.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.