MARTES XIV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL MARTES XIV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

SAN BENITO, ABAD

«La cosecha es abundante pero los trabajadores son pocos; rueguen, pues, al Dueño de la cosecha que mande trabajadores para la cosecha» Mt 9,37-38.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 9,32-28

En aquel tiempo, presentaron a Jesús un mudo endemoniado y expulsando el demonio, el mudo comenzó a hablar. Y la gente decía admirada: «Nunca se ha visto en Israel cosa igual». En cambio, los fariseos decían: «Este expulsa los demonios con el poder del príncipe de los demonios». Jesús recorría todas las ciudades y pueblos, enseñando en sus sinagogas, anunciando el Evangelio del reino y curando todas las enfermedades y todas las dolencias. Al ver a la gente, sintió compasión de ellos, porque estaban cansados y abandonados, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «La cosecha es abundante pero los trabajadores son pocos; rueguen, pues, al Dueño de la cosecha que mande trabajadores para la cosecha».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

———–

«Creemos que Dios está presente en todas partes, y que en todo lugar miran los ojos del Señor a los buenos, y a los malos; pero más particularmente debemos estar persuadidos de esto cuando asistimos al Oficio divino. Por tanto, nos hemos de acordar siempre de lo que dice el Profeta: “Servid al Señor con temor”; y en otro lugar: “Cantad sabiamente”; y: “En presencia de los ángeles te alabaré”. Consideremos pues con que respeto debemos estar delante la Majestad de Dios, y de sus Ángeles, y asistamos de tal modo a cantar, que concuerde nuestra mente con nuestros labios» (San Benito Abad).

Sin duda, la figura de San Benito es una de las más significativas en la historia de la Iglesia, ya que es considerado el patriarca del monacato occidental. Nació en la provincia de Nurcia en una familia honorable; se conoce que desde niño poseía la cordura y sabiduría de un anciano. Estudió en Roma, pero, al no satisfacerle la vida del mundo, se hizo ermitaño en Subiaco. Fue hermano de santa Escolástica.

Organizó doce pequeñas comunidades monacales, tomando el monasterio de Montecassino bajo su dirección. Escribió su gran obra, la Regla, inspirada en la tradición monástica, que será fundamental para la vida religiosa de occidente, pues, fue seguida por miles de monasterios; aun hoy, la siguen los monjes benedictinos, cistercienses, trapenses, calmaldulenses, entre otros. Su tránsito fue el 21 de marzo de 547, en Montecassino. Fue canonizado por Honorio III en 1220.

El pasaje evangélico de hoy representa el tránsito entre la parte narrativa del Sermón de la montaña y el discurso de Jesús sobre la misión apostólica, que es el segundo discurso de Jesús en el evangelio de Mateo ubicado en el capítulo 10 y que empezaremos a meditar mañana.

En el texto de hoy se distinguen tres segmentos: el primero narra brevemente el exorcismo de un mudo; el segundo se refiere al recorrido itinerante de Jesús por ciudades y pueblos donde, compadecido y acogiendo tiernamente a los necesitados, anunciaba el reino de Dios, aliviaba, sanaba a las personas y expulsaba demonios. El tercer segmento apertura el envío misionero de los apóstoles: Jesús pide a sus discípulos orar para que Dios Padre envíe más obreros a trabajar para el reino de Dios. Esta parte también se ubica en Lucas 10,2.

La llegada del Mesías era vista como un tiempo de cosecha porque la verdad, que es Jesús, libera y, con su misericordia, busca aliviar el sufrimiento humano. En la lectura, Jesús emplea las imágenes bíblicas de ovejas y mies para describir la dispersión espiritual del pueblo israelita, que no dista mucho de la situación actual de la humanidad.

Con la última petición de oración, Jesús señala que el horizonte de la misión apostólica es universal y de una universalidad concreta, al modo y al estilo del Maestro, y que se extenderá hasta el fin del mundo.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

«Ahora no va Jesús por los caminos. Pero vamos nosotros, y se escucha nuestra voz, la de la Iglesia. Todos estamos comprometidos en la evangelización, en que nuestros contemporáneos, jóvenes y mayores, oigan hablar de Jesús y se llenen de esperanza con su mensaje de salvación. Unos evangelizan desde su ministerio de responsables de la comunidad. Todos, desde su identidad de cristianos bautizados, “sacerdotes”, o sea, mediadores de la palabra y de la alegría de Dios para con los demás» (José Aldazábal).

Nuestro Señor Jesucristo vino al mundo a ser nuestro pastor. La gente acudía a Jesús y él siempre iba a su encuentro, porque Él es y será siempre el mismísimo amor. Su misericordia es más grande que nuestra miseria y la del mundo entero.

Nuestro Señor Jesucristo jamás rechaza a un corazón arrepentido. El resplandor de su misericordia alivia, sana, libera, resucita y renueva las esperanzas de los pobres de espíritu. Su compasión por nosotros supera todo límite. Pero, para poder llegar a todo el mundo requiere de la cooperación de todos nosotros, en oración y acción. Recordemos que, como hijos de Dios Padre, nuestra vocación es seguir a Nuestro Señor Jesucristo en toda circunstancia de nuestras vidas.

Hermanos: respondamos desde lo profundo de nuestros corazones: ¿Creemos firmemente en el amor y la misericordia de Nuestro Señor Jesucristo? ¿Nos acercamos confiadamente a su misericordia? ¿Rezamos para el dueño de la mies envíe más obreros para la cosecha? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a seguir el ejemplo de Nuestro Señor Jesucristo.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Oh, Dios, que hiciste del abad san Benito un esclarecido maestro en la escuela del divino servicio; concédenos que, prefiriendo tu amor a todas las cosas, avancemos por la senda de tus mandamientos con libertad de corazón.

Padre amado y eterno, envía trabajadores a tu mies, que es mucha y pocos son los obreros, te lo suplicamos en el dulcísimo nombre de tu amado Hijo Jesucristo.

Santísima Trinidad, santifica a los sacerdotes y consagrados, para que nunca se aparten de tu presencia y sean santos e irreprochables por el amor.

Amado Jesús, felicidad de los santos, haz que los difuntos que desean contemplar tu rostro se sacien de tu visión.

Madre Santísima, Madre de la Iglesia, protege a todos los que, dejando su vida personal, abandonan todo por seguir a tu amado Hijo Jesús en consagración total y absoluta.

Madre Santísima, Madre de la Iglesia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un texto de Santa Teresa del Niño Jesús:

«Un día en el que pensaba qué podía hacer yo para salvar almas, una frase del Evangelio me dio una viva luz. En otro tiempo Jesús dijo a sus discípulos enseñándoles los campos de trigo ya maduro: “Alzad vuestros ojos y ved los campos, que blanquean ya para la siega” (Jn 4,35), y un poco más adelante: “En verdad, la mies es abundante pero el número de trabajadores es pequeño; pedid pues al señor de la mies que le mande trabajadores”. ¡Qué misterio! ¿Acaso Jesús no es todopoderoso? ¿Las criaturas no son de quien las ha hecho? Entonces ¿por qué Jesús dice: “pedid, pues, al señor de la mies que le mande trabajadores”? ¿Por qué?

¡Ah! Es que Jesús nos tiene un amor tan incomprensible que quiere que tomemos parte con Él en la salvación de las almas. No quiere hacer nada sin nosotros. El creador del universo espera la oración de una pobre y pequeñita alma para salvar a las demás almas rescatadas, como ella, al precio de toda su sangre. Nuestra vocación no es ir a segar en los campos de trigo maduro. Jesús no nos dice: “Bajad los ojos, mirad los campos e id a segarlos”. Nuestra misión es todavía más sublime. Estas son las palabras de nuestro Jesús: “¡Levantad los ojos y mirad! Mirad cómo en mi cielo hay lugares vacíos, os toca a vosotras el llenarlos; vosotras sois mis Moisés orando sobre el monte (Ex 17,8s). ¡Pedidme obreros y yo os los enviaré, no espero otra cosa que una plegaria, un suspiro de vuestro corazón!”».

Queridos hermanos: meditemos la Palabra de Dios cada día para recibir la sabiduría, la fortaleza, la prudencia y para hacer su voluntad en nuestras vidas. Recemos también para que las vocaciones sacerdotales y de consagrados sean abundantes, y pongamos todos los dones recibidos en nuestro servicio diario a Dios, sea cual sea el estado de nuestras vidas.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.