MIÉRCOLES XV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES XV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a la gente sencilla» Mt 11,25.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 11,25-27

En aquel tiempo, Jesús exclamó: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre y nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Las personas sencillas, las de corazón humilde, son las que saben entender los signos de la cercanía de Dios. Lo afirma Jesús, por una parte, dolorido, y por otra, lleno de alegría. Cuántas veces aparece en la Biblia esta convicción. A Dios no lo descubren los sabios y los poderosos, porque están demasiado llenos de sí mismos. Sino los débiles, los que tienen un corazón sin demasiadas complicaciones. Entre “estas cosas” que no entienden los sabios está, sobre todo, quién es Jesús y quién es el Padre. Pero la presencia de Jesús en nuestra historia sólo la alcanzan a conocer los sencillos, aquellos a los que Dios se lo revela. En el evangelio podemos constatar continuamente este hecho… Nos convendría a todos tener unos ojos de niño, un corazón más humilde, unos caminos menos retorcidos, en nuestro trato con las personas y, sobre todo, con Dios. Y saberles agradecer, a Dios y los demás, tantos dones como nos hacen. Siguiendo el estilo de Jesús y el de María, su Madre, que alabó a Dios porque había puesto los ojos en la humildad de su sierva» (José Aldazabal).

Esta pequeña plegaria que Jesús dirige a Dios Padre, ubicada en el evangelio de San Mateo, se encuentra también en Lucas 21,21-22. En Lucas, Jesús pronuncia jubilosamente esta plegaria de agradecimiento y alabanza después del regreso de los setenta y dos discípulos, quienes expresaban su alegría por los resultados que obtuvieron en la misión que Jesús les encomendó. Jesús culmina la plegaria presentándose a sí mismo como el Hijo de Dios Padre y en total comunión con Él.

En este texto Dios se revela a los sencillos, porque los sencillos entienden a Dios. Y la revelación del misterio de Dios está en manos de Jesús porque él es el único que conoce al Padre.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

«Feliz aquel que es adoctrinado directamente por la Verdad tal como ella es. Del único Verbo proceden todas las cosas, sólo de él nos hablan todas, y éste es el Principio que nos habla también a nosotros. Cuanta más capacidad de recogimiento y de sencillez interior hayamos alcanzado tanto más seremos capaces de comprender con amplitud y profundidad, y sin fatiga, por qué recibimos de lo alto la luz de la inteligencia» (Tomás de Kempis).

En esta pequeña plegaria de agradecimiento y alabanza que Jesús dirige a Dios Padre, sobresale la virtud de la humildad de los “pequeños”, quienes, con fe, logran comprender y aceptar los misterios del amor de Nuestro Señor Jesucristo. La fe es el saber y la sabiduría de los “pequeños”, de los sencillos, que acceden por la fe a una sabiduría superior.

La revelación del misterio de Dios está en manos de Jesús porque él es el único que conoce a Dios Padre. La revelación de que Dios es Padre de Jesús y de los hombres es el centro de toda la buena nueva. Por ello, la fe es la sabiduría de los sencillos, que constituye una sabiduría de orden superior, ya que es don gratuito que Dios otorga.

Hermanos: a la luz de la Palabra de Dios, respondamos: ¿Cuáles son las situaciones que nos alejan de la virtud de la humildad? Que las respuestas a esta pregunta nos ayuden a profundizar con fe y humildad en las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo, con el fin de ponerlas en práctica en la misión que cada uno de nosotros tiene inscrita en el corazón.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Gracias Padre eterno por tu bondad, misericordia y por tus designios maravillosos; danos la gracia de estar entre tus elegidos, entre los “pequeños”.

Amado Jesús, otórganos la virtud de la humildad para comprender tus enseñanzas y ponerlas en práctica en nuestras familias, amistades, centros de trabajo y estudios, comunidades y por donde vayamos.

Espíritu Santo, amor de Dios Padre y de Dios Hijo, fortalece nuestra fe para comprender que en cada corazón que sufre está presente Nuestro Señor Jesucristo.

Amado Jesús, Palabra eterna de Dios Padre, misericordia infinita, acoge con tu perdón a las almas de todos los difuntos, especialmente, de aquellos más necesitados de tu misericordia.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Dios con un texto de Guillermo de San Teodorico:

«Oh alma fiel, cuando tu fe se vea rodeada de incertidumbre y tu débil razón no comprenda los misterios demasiado elevados, di sin miedo, no por deseo de oponerte, sino por anhelo de profundizar (como María): “¿Cómo será eso?” (Lc 1,34). Que tu pregunta se convierta en oración, que sea amor, piedad, deseo humilde. Que tu pregunta no pretenda escrutar con suficiencia la majestad divina, sino que busque la salvación en aquellos mismos medios de salvación que Dios nos ha dado.

Pues nadie conoce lo íntimo del hombre, sino el espíritu del hombre, que está en él; y, del mismo modo, lo íntimo de Dios lo conoce sólo el Espíritu de Dios (1Co 2,11). Apresúrate, pues, a participar del Espíritu Santo: cuando se le invoca, ya está presente; es más, si no hubiera estado presente no se le habría podido invocar. Cuando se le llama, viene, y llega con la abundancia de las bendiciones divinas. Él es aquella impetuosa corriente que alegra la ciudad de Dios (Sal. 45,5). Si al venir te encuentra humilde, sin inquietud, lleno de temor ante la palabra divina, se posará sobre ti (Lc 1,35) y te revelará lo que Dios esconde a los sabios y entendidos de este mundo. Y, poco a poco, se irán esclareciendo ante tus ojos todos aquellos misterios que la Sabiduría (1Co 1,24) reveló a sus discípulos cuando convivía con ellos en el mundo, pero que ellos no pudieron comprender antes de la venida del Espíritu de verdad, que debía llevarlos hasta la verdad plena (Jn 16,12-13)».

Hermanos: recemos hoy el Santo Rosario para que, con la dulce intercesión de Nuestra Santísima Madre, Dios nos otorgue la virtud de la humildad para ayudar a que otras personas también se acerquen a la fuente del amor, que es Nuestro Señor Jesucristo.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.