MIÉRCOLES XVII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES XVII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

«El Reino de los Cielos se parece también a un comerciante que busca perlas finas y al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra» Mt 13,46.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 13,44-46

En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente «El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un comerciante que busca perlas finas y, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

———–

«El hombre que lo ha vendido todo para tener aquel tesoro queda atado por completo a su tesoro: toda su vida está en función del aquel tesoro. Es en esta rica experiencia -de descubrimiento, de conversión y de alegre posesión- donde se arraiga el dinamismo apostólico, a saber: el deseo de decir a todos que hay un tesoro, que vale la pena buscarlo, por el que, incluso, vale la pena venderlo todo para poseerlo, porque una vez que lo posees te das cuenta de que tienes en tu mano todo lo que da sentido a la vida. La alegre noticia es que, en Jesús, Dios se ha acercado tanto a nosotros que se ha hecho hombre, nuestro hermano; se ha sumergido en la historia, implicado en nuestra aventura sin posibilidad de arrepentirse. Esta alegre noticia está cerca, al alcance de la mano, pero es preciso alargar la mano para cogerla» (Bruno Maggioni).

Hoy meditamos la lectura que comprende las parábolas del tesoro escondido y de la perla fina, ubicadas casi al final del capítulo 13, después de la explicación de la parábola del trigo y la cizaña.

Mientras que en la parábola del trigo y la cizaña, Jesús pone énfasis en el juicio final, en las dos parábolas de hoy, Nuestro Señor Jesucristo destaca el valor del Reino de Dios, ante el cual, no existe comparación. Es el tesoro más precioso que podemos encontrar en nuestras vidas. Para quienes abren su corazón, la seducción del Reino de Dios es de tal magnitud que lo dejan todo para conseguirlo y buscar que los demás también lo encuentren.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

«La genuina sabiduría evangélica consiste en la apertura humilde y decidida a la gracia divina y a los dones salvíficos que el Padre nos ofrece amorosamente en Cristo y que transforman nuestras vidas. El anuncio del Reino de Dios es el punto principal del mensaje de Cristo, realidad o una situación espiritual, en la cual el hombre reconoce, en espíritu de amor y de temor filial, la soberanía o el primado absoluto de Dios y cumple lo más perfectamente posible su Voluntad» (Manuel Garrido Bonaño).

El Reino de los Cielos está escondido en nuestro corazón, en nuestro prójimo, en la naturaleza, en nuestro alrededor, en todas las experiencias de nuestras vidas. Busquémoslo y encontrémoslo, es lo más precioso que podemos encontrar en nuestras vidas. Y es gratuito, no dejemos pasar estas oportunidades.

Así como el comerciante que se esfuerza por encontrar perlas preciosas, esforcémonos también nosotros para encontrar la hermosa perla del Reino de Dios. Todos los días tenemos esta oportunidad y en la Palabra de Dios está cómo encontrar el Reino de Dios. Ayudemos también a que otras personas busquen este tesoro, lo encuentren y se dediquen a extenderlo. Que nadie pierda la oportunidad de encontrar ese maravilloso tesoro, o de buscar y encontrar esa hermosa perla.

Hermanos: a la luz de la Palabra, respondamos de corazón: ¿Cómo buscamos el Reino de los cielos? Que las respuestas a esta pregunta nos ayuden a encontrar, con alegría, el tesoro escondido o la perla preciosa del Reino de los Cielos y ayudemos a promoverlo y a extenderlo, en el Santísimo Nombre de Jesús.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Amado Jesús, estamos dispuestos a cumplir tu Palabra, concédenos las gracias del Espíritu Santo para que contribuyamos a extender el Reino de los Cielos.

Espíritu Santo: fortalece, ilumina e inspira a la Iglesia para que extienda el Reino de los Cielos a todos los confines de la tierra, llevando la Palabra y haciéndola realidad.

Padre misericordioso, te suplicamos que extiendas también tu Reino a las almas de los difuntos, en especial a todos aquellos que partieron sin conocerte y alejados de ti. Ten misericordia Padre eterno.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con una catequesis de Simón el Nuevo Teólogo:

«Puesto que el tesoro, que está escondido bajo las divinas Escrituras, me había sido indicado por un santo hombre, no tardé en levantarme, buscarlo y verlo. Más aun, tras haber invocado a este santo que me ayudara, abandoné cualquier otra actividad de la vida y me fui al lugar donde aquel hombre bueno me había indicado que se encontraba el tesoro, y -con gran fatiga y pena, noche y día- no paré de excavar y cavar, de echar fuera la tierra y ahondar el agujero, hasta que el tesoro empezó a brillar. Y así lo contemplo ahora completamente desplegado ante mis ojos. Al verlo, no paro de gritar, dirigiéndome a los que no creen y no quieren cansarse excavando: “Venid y ved todos vosotros, que no creéis en la divina Escritura”. Hago esto porque creo de verdad a Salomón, que dice: “La aprendí con sencillez, sin envidia la comparto” (Sab 7,13); por esa razón grito a todos: «Venid y aprended que no sólo en el futuro, sino ya ahora, en cualquier parte, se encuentra ante vuestros ojos, en vuestras manos, a vuestros pies, el tesoro inexpresable que está “por encima de todo principado, potestad, poder y señorío” (Ef 1,21). Venid y creed que este tesoro del que os hablo es la “luz del mundo” (Jn 8,12)».

Y no digo esto de mi propia cosecha (cf. Jn 14,10), sino que es el mismo tesoro quien lo ha dicho y lo dice: “Yo soy la resurrección y la vida” (Jn 11,25), yo soy el grano de mostaza (cf. Mt 13,31) escondido en la tierra (cf. Mt 13,44), soy la perla que los fieles deben comprar (cf. Mt 13,46), yo soy el Reino de los Cielos escondido en medio de vosotros (cf. Lc 17,21; Jn 1,26). También aquí abajo, aunque por naturaleza nada puede contenerme, estoy contenido, no obstante, en vosotros según la gracia; de invisible me hago visible. Yo soy la levadura: el alma me coge, me pone en su naturaleza, que, al fermentar, se hace enteramente semejante a mí (cf. Mt 13,33). Me he convertido, para mis siervos, en paraíso. Soy la fuente luminosa de la corriente y del rio inmortal. Soy el sol que sale a toda hora».

Queridos hermanos: descubramos el tesoro y la perla que representan al Reino de Dios, es la mayor riqueza de un seguidor de Nuestro Señor Jesucristo. Busquemos la perla en la Palabra, en la contemplación y en la acción evangelizadora de nuestros gestos y quehaceres diarios.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.