DOMINGO XX DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL DOMINGO XX DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

«Mujer, qué grande es tu fe; que se cumpla lo que deseas» Mt 15,28.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 15,21-28

En aquel tiempo, Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, procedente de aquellos lugares, se puso a gritarle: «Ten compasión de mí, Señor, hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo». Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: «Atiéndela, que viene detrás gritando». Él les contestó: «Solo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel». Ella, los alcanzó, se postró ante él, y le pidió: «¡Señor, socórreme!». Él le contestó: «No está bien echar a los perros el pan de los hijos». Pero ella replicó: «Tienes razón, Señor, pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos». Jesús le respondió: «Mujer, qué grande es tu fe; que se cumpla lo que deseas». En aquel momento quedó curada su hija.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«El evangelio nos muestra aquí la fe grande, la paciencia y la humildad de la cananea… Esta mujer tenía una paciencia realmente poco común. En su primera petición al Señor, éste no le responde palabra. No obstante, lejos de dejar de insistir, ella implora con más ahínco el auxilio de su bondad… El Señor, viendo el ardor de nuestra fe y la tenacidad de nuestra perseverancia en la oración, tendrá compasión de nosotros y nos concederá lo que le pedimos… Al igual que la cananea, si perseveramos en la oración con firmeza inquebrantable, la gracia de nuestro Creador se nos hará presente: corregirá todos nuestros errores interiores, santificará todo lo que es impuro, pacificará toda agitación. Porque el Señor es fiel y justo. Nos perdonará nuestros pecados y nos purificará de toda inmundicia si le invocamos con la voz atenta de nuestro corazón» (San Veda el venerable).

En el pasaje evangélico de hoy, referido a la fe de una mujer cananea, se plantea el desafío que tiene la Iglesia: contribuir a la salvación de quienes aún no conocen el Evangelio. Se trata pues de la apertura universal a los dones divinos.

En el texto aparece el diálogo entre Jesús y una mujer cananea, que, de acuerdo con la mentalidad judía, era considerada impura. La creencia tradicional judía sostenía que la salvación llegaría primero a su pueblo, lo cual llevaba a los judíos a creerse superiores a los pueblos que no profesaban su fe, a quienes llamaban despectivamente “perros”.

En esta escena Jesús aparece con una dureza inusitada. Él, que otras veces corría a sanar las heridas, esta vez ni siquiera contestó a la cananea; pero ella insistió. Jesús, sin siquiera mirarla, respondió a los suyos de forma enigmática: «Solo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel». Pero ella sin hacer caso a la respuesta, se postró ante él. Jesús se dirigió a ella por primera vez, con palabras aún más duras: «No está bien echar a los perros el pan de los hijos». Era casi un insulto, pero a la mujer cananea le interesaba demasiado lo que estaba pidiendo como para responder orgullosa ante un insulto, y le dijo a Jesús: «Tienes razón, Señor, pero también los perros comen las migajas que caen de la mesa de los amos». El rostro de Jesús cambió, sus ojos se iluminaron y una larga sonrisa cruzó su rostro, y le dijo: «Mujer, qué grande es tu fe; que se cumpla lo que deseas».

La manera de suplicarle con humildad, confianza y su perseverancia, le dejaron ver a Jesús que la cananea tenía más fe que los propios judíos a los que Él estaba evangelizando. El arzobispo Richard Chenevix Trench titula su comentario a este milagro así: «De cómo la bendición deriva de la lucha». De esta manera, Jesús aclara que la fe no tiene fronteras.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

En el texto, la fe de la mujer cananea en Jesús, pese a la marginación espiritual y social de la que era objeto, permite que la gracia transformadora de Nuestro Señor Jesucristo actúe sanando. La dureza de Jesús no es normal, tiene un fin pedagógico, nos enseña a ser perseverantes en la oración y revelar el tesoro de la fe.

La mujer cananea nos muestra cuán poderosos pueden ser los lazos de amor en la intercesión, en la oración perseverante, de unos por otros. Por ello, este milagro escenifica cómo debe ser la oración del cristiano, porque cuando la fe gana espacio en nuestros corazones, la gracia divina y el poder transformador de Jesús también lo hace.

Hermanos: a la luz de la palabra, respondamos: Cuando pasamos por situaciones difíciles, ¿acudimos a la misericordia de Dios con fe? ¿Nuestra fe se parece a la fe de la mujer cananea? ¿Acogemos a los hermanos inmigrantes que se acercan a nosotros? Que las respuestas a estas preguntas sean beneficiosas para fortalecer nuestra fe y, con nuestra oración, contribuyamos a que la esperanza cristiana brote ante tantos gritos de la humanidad.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Amado Jesús, Hijo de Dios, ten compasión de todas las personas del mundo que ansían la sanación y la salvación que la mujer cananea arrancó de tu corazón.

Espíritu Santo, otórganos la fe de la mujer cananea que transformó esquemas humanos que marginan a las personas, en prodigios de amor y de fe.

Amado Jesús, misericordioso Salvador, ten compasión de los difuntos, especialmente de aquellos que más necesitan de tu infinita misericordia.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, Madre del amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un escrito de San Juan Crisóstomo:

«En lugar de desanimarse tras la respuesta de Jesús, la cananea se acerca aún más a él y, en actitud de adoración, le dice: “¡Señor, socórreme!”. “Pero, mujer, ¿es que no has oído lo que se ha dicho: he sido enviado solo a las ovejas perdidas de la casa de Israel?”. “Sí, lo he entendido” – contesta ella -, pero es el Señor. Cristo había previsto su respuesta, pero difiere conceder su petición.

Rehusó su petición para subrayar su piedad. Si no la hubiera querido escuchar, no le habría concedido su petición al final. Sus respuestas no fueron para apenarla, sino más bien para atraerla y revelar ese tesoro escondido.

Pero te pido que consideres, al mismo tiempo que la fe de esta mujer, su profunda humildad. Jesús dio a los judíos el nombre de hijos; la cananea va todavía más allá de este título y los llama los amos: “Los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos”. Por ello fue admitida entre los hijos. Cristo le dice entonces: “Mujer, grande es tu fe”. Y tardó en pronunciar esta palabra y recompensar a esta mujer: “¡Que se cumpla según deseas!”.

Ya lo ves, la cananea contribuyó en gran parte a la curación de su hija. En efecto, Cristo no le dice: “Que tu hija sea curada”, sino: “¡Grande es tu fe, que se cumpla según deseas!”. Y fíjate bien en esto: allí donde los apóstoles habían fracasado y nada habían obtenido, ella lo consigue. Este es el poder de una oración perseverante».

Hermanos: miremos al cielo y pidamos la fe a nuestro Dios. Invoquemos al Espíritu Santo para que nos inspire obras de bondad en favor de las personas marginadas espiritual y materialmente. Fortalezcamos nuestro espíritu con la lectura orante de la Palabra.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.