JUEVES XXI DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL JUEVES XXI DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

«Por eso, estén también ustedes preparados, porque a la hora que menos piensen, vendrá el Hijo del hombre» Mt 24,44.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 24,42-51

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Estén atentos, porque no saben qué día vendrá su Señor. Entiendan bien que si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría vigilando y no lo dejaría asaltar su casa. Por eso, estén preparados, porque a la hora que menos piensen, vendrá el Hijo del hombre. ¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, a quien el dueño de casa puso al frente de su servidumbre para darles la comida a su tiempo? Pues, dichoso ese servidor, si al llegar su señor, lo encuentra cumpliendo su deber. Yo les aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes. Pero si es un mal servidor y piensa: “Mi amo tardará” y empieza a golpear a sus compañeros, y a comer y a beber con los borrachos, el día y la hora que menos lo espera, llegará el amo y lo castigará severamente, y lo mandará donde los hipócritas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Dichoso el que está velando por él; se parece a los ángeles que llamamos “veladores”. Un hombre dormido no vale nada, no vale más que uno sin vida. Pero el que tiene la luz está despierto y las tinieblas no pueden nada sobre él, ni tampoco el sueño. Está, pues, despierto para Dios el que ha sido iluminado, y éste vive, porque “en él había la vida” (Jn 1,4). “Dichoso el hombre, dice la Sabiduría, que me escuchará, y será fiel a mis caminos, velando a mi puerta día tras día y guardando el umbral de mi casa” (Pr 8,34)» (San Clemente de Alejandría).

La lectura de hoy forma parte del texto denominado “Sobre el día y la hora de la llegada del reino de Dios” y del texto “Vigilancia”, que forman parte del discurso escatológico de Jesús, ubicado en el capítulo 24 de Mateo, que es uno de los cinco discursos de Jesús que se distinguen en este evangelio.

En estos textos Jesús presenta la escatología a través de parábolas, donde la vigilancia es el lema común. Hoy, con la figura del ladrón nocturno, Jesús hace un llamado a la vigilancia espiritual porque nadie sabe el día ni la hora en que vendrá el Señor, solo Dios Padre. Este desconocimiento sobre el día y la hora se debe armonizar con la certeza de que el Hijo del hombre regresará; por ello, estemos preparados para recibirlo.

Así mismo, para que, en el momento supremo de la vida, nosotros, todo hermano y la humanidad entera podamos aferrarnos a la mano amorosa de Nuestra Santísima Madre, la siempre Virgen María, para que nos ayude a atravesar aquel instante y a entrar en la luz radiante del día sin ocaso. Por ello, estemos siempre alegres, con una vigilancia esperanzadora y con el deseo anhelante de la alegría suprema de ese encuentro; como dice Pedro, en 2Pe 3,13: «esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva donde habitará la justicia».

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Es seguro que Nuestro Señor Jesucristo vendrá: tenemos la certeza total; pero la incertidumbre está en el momento en que vendrá. Incierto es también el momento en el que cada uno de nosotros recibirá el dulce llamado del Señor.

Por ello, Nuestro Señor Jesucristo señala claramente que debemos mantener una vigilancia de los sentidos, de la mente y del espíritu para no caer en las tentaciones y estar preparados para el encuentro con Nuestro Señor Jesucristo. Nos recuerda que debemos estar en todo momento listos y preparados para acoger, sentir y cumplir los mandamientos de Dios Padre.

El Apóstol San Pablo, en 1Tes 5,4-7, también nos exhorta a la vigilancia activa con estas palabras: «A ustedes, hermanos, que no viven en tinieblas no los sorprenderá ese día como un ladrón. Todos ustedes son hijos de la luz e hijos del día; no pertenecemos a la noche ni a las tinieblas. Así pues, no durmamos como los demás, sino estemos vigilantes y vivamos sobriamente».

Hermanos: meditando la lectura, respondamos: ¿Estamos preparados para el encuentro maravilloso con el Señor? ¿Mantenemos una vigilancia espiritual permanente? Que las respuestas a estas preguntas sirvan para realizar siempre la voluntad de Dios y estar preparados para el encuentro con Él.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Padre eterno: tú sabes el día y la hora en que recogerás en tu seno a la humanidad y a tu creación, te suplicamos que no falte nadie a la fiesta celestial que has preparado para todos tus hijos.

Padre eterno: te suplicamos que aquellos que han dejado de estar vigilantes y han dejado de ser fieles a las enseñanzas de tu amado Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, experimenten en el instante supremo de la vida el socorro de Nuestra Santísima Madre, la siempre Virgen María, Madre del amor hermoso.

Espíritu Santo: te pedimos que inspires siempre nuestras acciones para que nuestro seguimiento al Señor Jesucristo sea diligente y leal.

Amado Jesús, que en ti habita toda la plenitud de la divinidad, mira con bondad y misericordia a las almas del purgatorio, y permíteles alcanzar la vida eterna en el cielo.

Madre Santísima, Madre de la Iglesia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un comentario de San Columbano:

«Es menester estar atentos, vigilar, orar según el precepto de Nuestro Señor Jesucristo, que dice: “Procurad que vuestros corazones no se emboten, Velad, pues, y orad en todo tiempo, para que os libréis de todo lo que ha de venir y podéis presentaros sin temor ante el Hijo del hombre” (Lc 21,34-36).

Si hemos escuchado y creído estas cosas, nuestra vigilancia mostrará nuestra fe; sacúdete la pereza y todo lo que entorpece tu animo con mortífera somnolencia, que la sentencia de nuestro Señor y Salvador haga vibrar todos nuestros sentidos, a fin de que, depuestos todos los afanes mortales, estemos siempre dispuestos, esto es, a la espera de la venida del último día, en el que nos estarán reservadas la pena o la gloria; que nos estimule, pues, al combate espiritual el discurso del Señor que hemos recordado más arriba, en el que nos enseñó a estar continuamente vigilantes y en oración, de suerte que no seamos, por así decirlo, creyentes y no creyentes, oyentes y no oyentes.

¡Cuán dichosos son aquellos siervos a quienes el amo a su llegada encuentra velando! Feliz esa vigilia en la cual se espera al mismo Dios y Creador del universo, que todo lo llena y todo lo supera. ¡Ojalá se dignara el Señor despertarme del sueño de desidia, a mí, que, aun siendo vil, soy su siervo! ¡0jalá me inflamara en el deseo de su amor inconmensurable y me encendiera con el fuego de su divina caridad resplandeciente!: con ella brillaría más que los astros y todo mi interior ardería continuamente con este divino fuego.

¡Ojalá mis méritos fueran tan abundantes que mi lámpara ardiera sin cesar, durante la noche, en el templo de mi Señor, e iluminara a cuantos penetran en la casa de mi Dios! Concédeme, Señor, te lo suplico en nombre de Jesucristo, tu Hijo, y mi Dios, un amor que nunca mengüe, para que con él brille siempre mi lámpara y no se apague nunca y sus llamas sean para mí fuego ardiente y, para los demás, luz brillante».

Queridos hermanos: asumamos el compromiso de ser caritativos y misericordiosos, y de estar vigilantes y preparados siempre para el maravilloso encuentro con Dios. En este sentido, realizaremos obras de misericordia y cumpliremos los preceptos de Nuestro Dios.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.