DOMINGO XXV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL DOMINGO XXV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

«Vayan también ustedes a mi viña» Mt 20,4.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 20,1-16

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar trabajadores para su viña. Después de contratar a los trabajadores por un denario al día, los mandó a su viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: “Vayan también ustedes a mi viña y les pagaré lo debido”. Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Salió en la tarde y encontró a otros sin trabajo y les dijo: “¿Por qué están aquí el día entero sin trabajar?”. Le respondieron: “Nadie nos ha contratado”. Él les dijo: “Vayan también ustedes a mi viña”. Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: “Llama a los trabajadores y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros”. Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno.

Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: “Estos últimos han trabajado solo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado la fatiga del día y el calor del día”. Él replicó a uno de ellos: “Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No quedamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?”. Así los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Todos seremos iguales: los últimos igual que los primeros, y los primeros igual que los últimos, pues aquel denario es la vida eterna, y en la vida eterna todos serán iguales. Y aunque según la diversidad de méritos, diversamente resplandecerán, en lo que atañe a la vida eterna, será igual para todos. Lo que no tiene fin, no lo tendrá ni para ti ni para mí. Diferentemente brillarán allí la castidad conyugal y la integridad virginal; uno será el fruto de las buenas obras y otra la corona del martirio; pero en lo que a vivir eternamente se refiere, ni éste vivirá más que aquél, ni aquél más que éste. Todos vivirán una vida sin fin, si bien cada cual con su brillo y aureola peculiar. Y aquel denario es la vida eterna» (San Agustín).

Hoy meditamos la parábola de los jornaleros de la viña, en la que el propietario de la viña sale cinco veces en busca de obreros. A lo largo de la parábola se puede advertir que existe mucha gente desempleada y que la intención bondadosa del dueño de la viña es amenguar la situación descrita.

El momento imprevisible se produjo al final de la jornada, en el momento de pagar a los trabajadores; el dueño de la viña invierte el orden de cancelación y a todos les paga lo mismo: un denario.

Esta parábola es un magnífico retrato de la gratuidad, compasión, misericordia y amor del mensaje de la acción redentora de Jesús, dejando de lado la “meritocracia” que caracterizan las relaciones humanas. La conclusión de Jesús revela la clave y la aplicación del pasaje: aquéllos que en la comunidad son considerados últimos, en la perspectiva del reino y del juicio de Dios, serán los primeros.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Como en la parábola, el Señor sale repetidamente en nuestra búsqueda porque sabe las necesidades espirituales que experimentamos. No se cansa, nos ofrece la belleza de su viña y su recompensa si aceptamos su misericordia. Por ello, esta lectura nos interpela, nos revela a nosotros mismos frente a Dios y frente a nuestros hermanos.

El Señor nos ama a todos por igual, con la misma intensidad. Él abre su tesoro de misericordia y amor y lo distribuye a raudales. Por eso, la salvación no es el resultado del esfuerzo humano, sino un don del amor misericordioso de Dios, que no puede juzgarse con criterios humanos y que no debemos tener celos o envidia por aquellos hermanos que han decidido seguirlo, aunque de manera reciente, pues ellos, al igual que nosotros, tendremos el mismo premio prometido.

Llegar al cielo implica haber alcanzado la misericordia infinita de nuestro Dios, es el don gratuito de su amor, lo cual significa la purificación total de nuestros pecados. Cuántas veces sentimos la cercanía de Nuestro Señor Jesucristo y experimentamos algunos gozos celestiales aquí en la tierra; por pura gratuidad divina, percibimos la ausencia de sentimientos contrarios al amor divino y comprendemos muchas enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo.

Hermanos: a la luz de la Palabra, conviene preguntarnos: ¿Comprendemos que Dios nos ama a todos por igual? ¿Contribuimos a que nuestros hermanos se acerquen a Dios? ¿Nos alegramos por la conversión de nuestros hermanos que estaban alejados de los preceptos cristianos? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a ser misericordiosos y a comprender el amor y la misericordia de Dios para con toda la humanidad.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Oh, Dios, que has puesto la plenitud de la ley divina en el amor a ti y al prójimo, concédenos cumplir tus mandamientos, para que merezcamos llegar a la vida eterna.

Amado Jesús: otorga a la Iglesia los dones para que busque sin cesar la conversión de la humanidad entera. Señor, haznos conocer la anchura, altura y profundidad de tu desmesurado amor que se inclina para recoger a los últimos, a los pobres y a los pecadores para colmarlos de tu alegría eterna.

Espíritu Santo ilumina nuestros pensamientos y acciones para que siempre estemos dispuestos a contribuir a que muchos hermanos se acerquen a la fuente de la misericordia divina.

Amado Jesús, justo juez, acudimos a ti para implorar tu misericordia para que todas las almas del purgatorio hereden la vida eterna. Te suplicamos por ellos amado Jesús.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un texto de Benedicto XVI:

«En el evangelio de hoy Jesús cuenta precisamente la parábola del propietario de la viña que, en diversas horas del día, llama a jornaleros a trabajar en su viña. Y al atardecer da a todos el mismo jornal, un denario, suscitando la protesta de los de la primera hora. Es evidente que este denario representa la vida eterna, don que Dios reserva a todos. Más aún, precisamente aquellos a los que se considera “últimos”, si lo aceptan, se convierten en los “primeros”, mientras que los “primeros” pueden correr el riesgo de acabar “últimos”.

Un primer mensaje de esta parábola es que el propietario no tolera, por decirlo así, el desempleo: quiere que todos trabajen en su viña. Y, en realidad, ser llamados ya es la primera recompensa: poder trabajar en la viña del Señor, ponerse a su servicio, colaborar en su obra, constituye de por sí un premio inestimable que compensa por toda fatiga. Pero eso sólo lo comprende quien ama al Señor y su reino; por el contrario, quien trabaja únicamente por el jornal nunca se dará cuenta del valor de este inestimable tesoro.

El que narra la parábola es san Mateo, apóstol y evangelista… Me complace subrayar que san Mateo vivió personalmente esta experiencia (cf. Mt 9,9). En efecto, antes de que Jesús lo llamara, ejercía el oficio de publicano y, por eso, era considerado pecador público, excluido de la “viña del Señor”. Pero todo cambia cuando Jesús, pasando junto a su mesa de impuestos, lo mira y le dice: “Sígueme”. Mateo se levantó y lo siguió. De publicano se convirtió inmediatamente en discípulo de Cristo. De “último” se convirtió en “primero”, gracias a la lógica de Dios, que — ¡por suerte para nosotros! — es diferente a la del mundo. “Mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos son mis caminos”, dice el Señor por boca del profeta Isaías (Is 55,8).

También san Pablo… experimentó la alegría de sentirse llamado por el Señor a trabajar en su viña. ¡Y qué gran trabajo realizó! Pero, como él mismo confiesa, fue la gracia de Dios la que actuó en él, la gracia que de perseguidor de la Iglesia lo transformó en Apóstol de los gentiles, hasta el punto de decir: “Para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia” (Flp 1,21). Pero añade inmediatamente: “Pero si el vivir en la carne significa para mí trabajo fecundo, no sé qué escoger” (Flp 1,22). San Pablo comprendió bien que trabajar para el Señor ya es una recompensa en esta tierra.

La Virgen María es sarmiento perfecto de la viña del Señor. De ella brotó el fruto bendito del amor divino: Jesús, nuestro Salvador. Que ella nos ayude a responder siempre y con alegría a la llamada del Señor y a encontrar nuestra felicidad en poder trabajar por el reino de los cielos».

Queridos hermanos: hagamos el compromiso de estar atentos para ayudar a nuestros hermanos a acercarse a la misericordia de Dios, libres de celos ante la liberalidad de Dios.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.