LUNES XXV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL LUNES XXV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

«Nadie enciende una lámpara y la tapa con una vasija o la mete debajo de la cama; sino que la pone en el candelero para los que entren vean la luz» Lc 8,16.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 8,16-18

En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «Nadie enciende una lámpara y la tapa con una vasija o la mete debajo de la cama; sino que la pone en el candelero para los que entren vean la luz. Nada hay oculto que no llegue a saberse o a hacerse público. A ver si me escuchan bien: al que tiene se le dará, al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Cristo trata aquí de la luz espiritual. La lámpara tiene un gran significado en la Sagrada Escritura. Israel para significar la fidelidad a Dios y la continuidad de la oración, hace arder perpetuamente una lámpara en el santuario (Ex 27,20ss); dejar que se extinga sería dar a entender a Dios que se le abandona (2 Par 29,7). Viceversa, dichosos los que velan en espera del Señor, como las vírgenes sensatas (Mt 25,1-8) o el servidor fiel (Lc 12,35), cuyas lámparas se mantienen encendidas. Dios aguarda todavía más de su fiel: en lugar de dejar la lámpara bajo el celemín o la cama (Mt 5,15ss; Lc 8,16-18), él mismo debe brillar como un foco de luz en medio de un mundo perverso, en tinieblas (Flp 2,15), como en otro tiempo Elías, ‘‘cuya palabra ardía como una antorcha’’ (Eclo 48,1) o como Juan Bautista: ‘‘lámpara que ardía y lucía’’ (Jn 5,35), para dar testimonio de la verdadera Luz, que es Cristo. Así la Iglesia, sobre Pedro y Pablo, los dos olivos y los dos candeleros que están delante del Señor de la tierra (Ap 11,4), debe hacer irradiar hasta el fin de los tiempos la gloria del Hijo del Hombre» (Orígenes).

En el pasaje evangélico de hoy, Jesús señala claramente que la luz del evangelio y de la fe que se ha recibido con plena libertad, disposición y humildad, debe ser comunicada y compartida. Quien solo la atesora, sin compartirla, perderá todo, incluso, hasta lo que aparenta tener. Una advertencia sabia para abandonar un pasado de miedo, ser transparente y avanzar libremente con la luz de Cristo.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Tal como reza el salmo 118: «Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero», uno de los mejores frutos de la lectura orante de la Palabra de Dios es que ella se convierta en luz interior y exterior para las personas que la meditan y la hacen realidad, con humildad y diluyendo el egoísmo. Cuando hagamos realidad la Palabra en el corazón de nuestro prójimo, estaremos renovando su espíritu y cumpliendo nuestra misión cristiana.

Todos los dones espirituales y materiales que hemos recibido debemos emplearlos para la gloria de Dios a través del apoyo y edificación de nuestros semejantes, y no debemos esconderlos como aquel servidor que guardó el talento bajo tierra y no lo invirtió como debía en la parábola de los talentos, en Lucas 19,11-27 y Mateo 25,14-30.

Queridos hermanos, meditando la palabra, es conveniente que nos preguntemos: ¿Somos conscientes de los talentos que Dios nos ha otorgado para hacer realidad su proyecto de salvación en nosotros y nuestros semejantes? ¿Utilizamos nuestros dones adecuadamente o los escondemos? Que las respuestas a estas preguntas nos impulsen emplear nuestros dones en favor de las personas con mayores necesidades espirituales y materiales.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Espíritu Santo otórganos la inteligencia para que nuestro corazón esté siempre orientado a amar y a perdonar al prójimo, así como a la realización de obras de misericordia inspiradas en Nuestro Señor Jesucristo.

Amado Jesús, purifica nuestro corazón para que acojamos tu Palabra en un terreno bueno que la haga fructificar en cosecha de alegría y de bienaventuranza para los pobres de la tierra. Que tu anuncio llegue a todos en este tiempo de la fe, hasta el día en que tú mismo, enjugando toda lágrima de nuestros rostros, te muestres como eres: Señor glorioso y nuestra eterna felicidad.

Amado Señor Jesús, a quien toda lengua proclamará: Señor para gloria de Dios Padre, recibe en tu reino, por tu inmensa misericordia, a nuestros hermanos difuntos.

¡Dulce Madre, María!, Madre celestial, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Dios con un texto de San Francisco de Sales:

«Solemos decir que cuando el sol se levanta rojizo para después tornarse oscuro y triste, o cuando al ocultarse se ofrece amarillento, pálido y mortecino, que ello es señal de tiempo lluvioso.

Teótimo, el sol no es rojo, ni negro, ni pálido, ni gris; esa gran luminaria no está sujeta a las vicisitudes y cambios de colores, pues su único color es la clarísima luz, que es invariable. Pero hablamos así, porque lo vemos así a causa de la variedad de vapores que está entre el sol y nuestros ojos, y que nos hacen verle de diferentes maneras.

Lo mismo nos pasa con Dios. Por sus obras y a través de ellas le contemplamos como si tuviese multitud de diferentes excelencias y perfecciones…

Si le contemplamos cuando libera al pecador de su miseria, decimos que es misericordioso; cuando le vemos como Creador de todas las cosas, omnipotente; cuando cumple exactamente sus promesas, veraz; al ver el orden con que ha creado todas las cosas, admiramos su sabiduría. Y así consecutivamente, según la variedad de sus obras le atribuimos una diversidad de perfecciones.

Sin embargo, en Dios no hay ni variedad ni diferencia alguna de perfección, en Sí mismo es una sola perfección, simple y única perfección; pues todo lo que está en Él no es sino Él mismo y todas las excelencias que decimos que tiene en sí, en tan grande variedad, están allí en una simplicísima y purísima unidad.

Lo mismo que el Sol carece de todos esos colores que le atribuimos y sólo tiene una clarísima luz, que está por encima de todo color y que hace colorear todos los colores, así en Dios no hay más que una sola y pura excelencia que está por encima de toda perfección y que da la perfección a todo».

Queridos hermanos: hagamos el compromiso de vivir la exigencia extrema de Nuestro Señor Jesucristo de llevar una vida transparente, anunciando y haciendo realidad el Evangelio en nuestras vidas. Seamos instrumentos de la paz del Señor, constructores de paz, en pacificadores, manteniéndola en nuestros corazones y transmitiéndola a los demás.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.