LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES XXV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A
SAN VICENTE DE PAUL, PRESBÍTERO
«No lleven nada para el camino: ni bastón y alforja, ni pan ni dinero; tampoco lleven túnica de repuesto. Cuando entren en una casa, quédense en ella hasta que se vayan de aquel sitio. Y si no los reciben, al salir de aquel pueblo, sacudan el polvo de los pies, como testimonio contra ellos» Lc 9,3-5.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Lucas 9,1-6
En aquel tiempo, Jesús reunió a los Doce y les dio poder y autoridad sobre toda clase de demonios y para curar enfermedades. Luego los envió a proclamar el reino de Dios y a curar a los enfermos, diciéndoles: «No lleven nada para el camino: ni bastón y alforja, ni pan ni dinero; tampoco lleven túnica de repuesto. Cuando entren en una casa, quédense en ella hasta que se vayan de aquel sitio. Y si no los reciben, al salir de aquel pueblo, sacudan el polvo de los pies, como testimonio contra ellos». Fueron entonces de pueblo en pueblo, anunciando el Evangelio y curando enfermos por todas partes.
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«La Providencia de Dios no nos faltará nunca mientras nosotros no faltemos a su servicio» (San Vicente de Paul).
Hoy celebramos a San Vicente de Paul, vivió entre los años 1580 y 1660. Fundó en 1625 la Confraternidad de la Misión para atender a los más necesitados, con la certeza de que Jesús y los pobres son los tesoros más valiosos de la Iglesia. En una época en la que se marginaba a la mujer, fundó en 1633 la congregación de las Hijas de la Caridad. Fue proclamado santo en 1737 por Clemente XII. Hablar de San Vicente de Paul, es hablar de la caridad.
El pasaje evangélico de hoy se ubica después de la curación de la hemorroísa y cuando Jesús resucita a una niña. La lectura de hoy trata sobre la “misión de los Doce” que también se encuentra en los otros evangelios sinópticos, en Mateo y Marcos. Se llaman sinópticos, del griego “sinopsis”, que significa “visión conjunta”, porque presentan la misma perspectiva sobre la vida y predicación de Jesús, y narran los mismos hechos.
En el texto, Jesús, con autoridad divina, inviste a sus discípulos y los envía a predicar el Reino de los cielos. Sus apóstoles habían vivido con Jesús y habían escuchado sus enseñanzas y estaban en condiciones de repetirlas y trasmitirlas, fundamentalmente, el contenido del Sermón de la Montaña, ubicado en Mateo 5,1-16, y también en Lucas 6,17-19.
Jesús les da poder sobre los demonios y también para curar enfermedades. Las instrucciones que Jesús imparte tienen como fin hacer comprender a los Doce que el actor principal de la misión es Dios Padre y que deben confiar absolutamente en su providencia y entregarse completamente a esta obra divina, despreocupándose de lo que puedan necesitar en el camino. El éxito de esta misión descansa en la fe que ellos tengan en Dios y en Él, a su vez, la fe actuará en el corazón de la gente que los escuche.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
La misión que realizaron los doce apóstoles fue eficaz, ellos dieron a conocer el evangelio de Nuestro Señor Jesucristo. Muchos de ellos sufrieron torturas y muerte, pero el Evangelio de Dios llega a nosotros atravesando dos milenios y nuestra Iglesia prosigue con esta misión.
La misión de los consagrados y de los laicos, de ser testimonio vivo de la Palabra de Dios, tiene que ver con el equipaje, la hospitalidad y la conducta del misionero. Hay que tener desapego a las cosas terrenales, aceptar lo que las personas nos ofrecen y debemos comportarnos con humildad y severidad cuando corresponda.
Queridos hermanos, meditando la palabra, respondamos: ¿En nuestro seguimiento a Jesús, tenemos desapego a las cosas materiales? ¿Rezamos por las personas que tienen más necesidades espirituales y materiales? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a purificar nuestro seguimiento a Nuestro Señor Jesucristo.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Padre eterno, que llenaste de virtudes apostólicas a san Vicente de Paul para la salvación de los pobres y la formación del clero, te rogamos nos concedas que amemos como él amó y podamos practicar sus enseñanzas.
Dios Padre, concede los dones apostólicos a todos los consagrados de la Iglesia para que, fieles al envío de Nuestro Señor Jesucristo, anuncien el Evangelio, curen a los enfermos y liberen a las personas de sus males físicos y espirituales.
Padre eterno, te suplicamos admitas en tu reino a todos los difuntos de todo tiempo y lugar para que puedan contemplar tu rostro. Protege Señor a las almas de los agonizantes para que lleguen a tu reino.
Padre Pío, tú que considerabas a la oración con un bello gesto de amor, intercede ante la Santísima Trinidad para que escuche nuestras oraciones por la Iglesia, por los enfermos, por la santificación de nuestros trabajos y por la salvación de toda la humanidad.
¡Dulce Madre, María!, Madre celestial, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.
- Contemplación y acción
Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con una meditación de Pier Giordano Cabra y Giorgio Zevini:
«El discípulo del Señor, que vive la familiaridad con él, que vive la experiencia diaria de él y de su acción, está llamado a anunciar la Buena Noticia del Reino a los hermanos. Su camino ni es ni puede ser solitario, porque el mensaje proclamado se vuelve creíble y contagioso si hay al menos dos testigos que, amándose recíprocamente, atestiguan con su vida lo que proclaman con la palabra: el amor de Dios que se nos ha aproximado en Jesús de Nazaret, el Salvador.
La debilidad de los misioneros no supone un obstáculo para la eficacia del anuncio, e incluso se convierte en el lugar en el que se manifiesta el poder de Dios, que manda caminar en la pobreza. Los discípulos disponen ya, en efecto, de lo esencial: Jesus, que está en ellos, se convierte en su alimento y en su médico, donante y único don verdadero. El constituye su riqueza suficiente, y a ellos no se les pide otra cosa que poner su confianza en Jesús, entregarle todos los resultados y perseverar con él en la mansedumbre y en la paz incluso cuando sean rechazados.
Se trata, pues, de responder simplemente a la llamada de Jesús, en obediencia al Evangelio, de abandonar los criterios humanos de la eficiencia cada vez más sofisticada y empezar a vivir de él y para él. Sólo así podemos suscitar, tal vez, la pregunta: “¿Quién es Jesús?”
Y cuanto más verdadera y profunda sea esta pregunta, cuanto más capaz sea de impulsar a una búsqueda autentica y personal de Jesús, tanto más colmará de alegría y de sentido la vida del que emprenda esa búsqueda».
Queridos hermanos: pidamos diariamente la intervención del Espíritu Santo para que nos conceda los dones apostólicos que nos permitan, en el Santísimo Nombre de Jesús, acercar a nuestros hermanos al amor y a la misericordia de Dios.
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.